Una original radio manejada por internos de un hospital psiquiátrico de Argentina hace seis años comienza a ser objeto de estudio por su capacidad de rehabilitar pacientes, derribar mitos en torno a la locura y de generar salud mental entre la población de extramuros.
"No puedo hablar mucho", advierte Luis Alberto antes de comenzar su comentario, con la lengua atascada por la medicación.
"Sólo quiero decir que tenemos que hacernos una autocrítica. Los argentinos somos muy exitistas. Nos creímos los primos ricos, pensamos que estábamos en el primer mundo, y ahora nos damos cuenta que estamos en el tercero, y bien en el tercero".
"Eso me hace recordar a algo un poco sarcástico que alguien dijo una vez: dos más dos son cuatro, pero no lo puedo soportar", concluye Luis Alberto desde el micrófono de "La Colifata".
Desde 1991, unos 30 internos eligen, preparan y ejecutan la programación de esta radio que se arma y desarma cada sábado en el patio del hospital José Borda, al que van a parar enfermos mentales sin recursos para una internación privada y donde la mayoría quedan abandonados cuando su mal se manifiesta crónico.
Alfredo Olivera, estudiante avanzado de psicología, es el director y Celia Vieria, psicóloga social, coordina las reuniones de producción. Hay otros colaboradores procedentes del periodismo y de la psicología, pero el proyecto funciona sin apoyo estatal ni de ninguna organización no gubernamental.
"Malvinas me hace acordar este dicho: 'corramos y vayan'. Fue una estafa moral, un acto de arrogancia. Creo que los argentinos somos muy arrogantes", dice otro paciente al recordar la guerra contra Gran Bretaña de 1982, después que el régimen militar invadió las islas Malvinas.
Un tercer interno interviene. "Con permiso, los arrogantes son los ingleses. Los argentinos son como yo, por ejemplo, una persona a la que se le vive hablando de que debe preocuparse por los problemas de los demás pero nos tratan como pobres diablos", denuncia sin querer.
Olivera explicó a IPS que la iniciativa se reveló como una experiencia de rehabilitación psiquiátrica. La propuesta se basa en sostener la comunicación entre pacientes y el mundo exterior, un mundo que los margina por miedo, prejuicio o ignorancia.
La comunicación con el exterior permite a su vez denunciar cómo se vive en ese lugar de "castigo", según lo define Olivera.
El encierro es lo que la sociedad otorga en general a quienes padecen sufrimiento psíquico. "De cada seis asesinos solo uno es loco", asegura uno de los internos en el programa. "El resto son cuerdos".
Muchas de las cosas que pasan allí adentro lo sabían solo los pacientes, pero ahora, a través del programa y aun cuando se habla de temas generales, la sociedad de extramuros sabe cada vez más cómo se vive en un asilo.
"La Colifata", apelativo cariñoso que describe en el lenguaje popular de Buenos Aires a quien está loco, no solo se escucha en todo el país, mediante la reproducción en otras radios.
La experiencia también fue escuchada y reconocida en congresos de psiquiatría y galardonada en festivales de medios de comunicación de América Latina y Europa.
Parte de la programación fue transmitida por la BBC de Londres y por Radio Miami Inmternacional. El proyecto fue presentado en el Encuentro Latinoamericano de Psicoanalistas de Cuba y en el V Congreso Mundial de la Asociación de Rehabilitación Psicosocial en Rotterdam, Holanda.
"La locura es la pérdida del sentido común", explica Garcés, un paciente crónico apodado "el filósofo". "No siempre la locura es la pérdida de la razón porque la locura nunca es razonable, pero puede ser racional o razonante, que no es lo mismo".
"A veces nadie es tan sensible como un enfermo mental e incluso como uno delirante, porque algunos tienen más coherencia interna en su pensamiento que muchas personas cuerdas, e incluso que los psiquiatras cuerdos", remarca. "Espero que haya gente que me sepa entender".
En 1991, una radio barrial de frecuencia modulada ofreció a Olivera, voluntario del Borda, hacer un programa sobre la locura, pero él cambió la propuesta. "¿Por qué mejor no pensamos temas y que los internos opinen?", dijo.
Era una manera de sacarlos del sitio marginal que la sociedad tradicionalmente les asigna para otorgarles uno nuevo y relevante.
Fue entonces que, con un grabador en mano, Olivera comenzó a recoger las ideas de los internos sobre temas como la mujer, la muerte o el encierro. Así nació la columna del Borda dentro de un ámbito propio de los que están sanos, un programa de radio de frecuencia modulada.
El entusiasmo de los internos mostró que había capacidad para un programa propio y, a medida que suman pacientes, se agregan capítulos de deportes, tango, política, poesía, radioteatro. Tampoco falta la reflexión religiosa y hasta la filosofía.
Olivera y Vieria se trasladan con el equipo de radio desde su casa hasta el hospital cada sábado, lo instalan y al finalizar se lo llevan.
Al principio lo trasladaban en tren, hasta que una pareja de jubilados les obsequió un viejo Citroen. A pesar de que hace seis años vienen trabajando, aún no han conseguido un lugar con llave para guardar los equipos.
"Estuve mirando televisión", arranca Pedro, apodado "el Checo", en su columna. "Hay programas más o menos. No me gustan los de políticos porque están todos divididos pero en realidad todos quieren ganar dinero.
"¿A dónde va el mundo? Hay que enseñarles tres cosas: honestidad, trabajo y amor". "¿Quién roba?", se pregunta Pedro. "El ladrón", se responde. "¿Quién mata? El asesino", dice.
"¿De dónde vienen estas cosas? Del cerebro. A muchos les funciona para los demás, a otros para ellos mismos. A usted, ¿cómo le funciona? ¿Lo sabe o no lo sabe? Piénselo", propone Pedro.
La radio solo se escucha dentro del hospital, para unos 1.200 internos. Pero el proyecto no termina allí. Olivera extrae partes del programa, edita pequeños pasajes y los envía a unas 30 radios del país, con una audiencia estimada en más de siete millones de personas.
Esta producción cuesta unos 500 dólares mensuales y, por ahora, entre donaciones y aportes de los organizadores, la radio puede seguir en el aire. Los vecinos del Borda hacen su contribución y ningún interno o coordinador cobra honorarios por el trabajo. Por ahora, la radio no tiene publicidad.
Es con la retransmisión de los microprogramas que se nutre el proceso de comunicación y salud.
Las radios que reciben y transmiten los micros graban ese pasaje, incluyendo una presentación, por lo general pronunciada por locutores famosos, los comentarios posteriores y, cuando los hay, también mensajes de los oyentes, aunque sean de saludos.
"Cuando el grupo consigue que su palabra salga, circule delimitada y contenida, soportada en otros, entonces estamos generando salud", remarcó Olivera. Los oyentes que están afuera intervienen escuchando, que es una forma de tender un puente y sostener al que está enfermo.
Además, al escuchar el discurso de la locura, los que están sanos desmitifican al loco, asegura Olivera, para quien "el loco no es un genio al que hay que idolatrar, ni tampoco un irracional al que hay que temer: son personas que sufren y que padecen su enfermedad mental".
La grabación enriquecida por el aporte externo vuelve a "La Colifata" para reemitirse y así es como los internos conquistan un espacio para su palabra dentro del mundo cuerdo. A su vez, la gente sana ingresa al manicomio con su palabra y rompe con el aislamiento, explica Olivera.
El programa responde a la idea de la "desmanicomialización", que significa trabajar con los enfermos mentales sin encerrarlos. Esa tarea implica no solo un trabajo terapéutico con los internos sino con los que están afuera.
El equipo de la radio se divide en corresponsales con credenciales que los nominan y algunos salen a la calle. Ever se propuso ser "corresponsal en el cielo" y desde allí describía lo que veía y lo que no. "Su mensaje, aunque delirante, iba encontrando un lugar", explica Olivera.
"No se trata de apuntalar el delirio", advierte enseguida. "Es una práctica de inclusión: el paciente trae una idea y nosotros la tomamos".
A partir de allí, muchos delirios van dejando de serlo. Ever terminó así siendo corresponsal de las marchas de los jubilados que se hacen cada semana para reclamar aumentos en sus retribuciones.
Otro paciente con delirio místico interrumpía permanentemente. "Lo hablamos en una reunión, y decidimos darle el cierre del programa. Se queda en silencio durante toda la emisión. Recién cuando hay que cerrar le toca su turno y ahí se explaya. Es una forma de delimitarlo y también contenerlo", asegura.
"La Colifata" cumplió seis años en agosto. Con una donación consiguió incorporar una antena en el hospital para tener mayor llegada. Los psiquiatras de la institución derivan a la radio a algunos pacientes y, a su vez, Olivera y Vieria informan sobre la evolución de algunos casos.
Muchos de los internos ya se sienten periodistas. "Aguanten, colegas periodistas amenazados", clama uno cuando está candente ese problema a raíz del asesinato del reportero gráfico José Luis Cabezas a comienzos de año y las llamadas anónimas contra muchos otros.
"Nosotros también estamos amenazados de una manera diferente y más cruel cuando se nos discrimina. Se nos abandona aquí y se nos quitan los afectos más necesarios, los del amor humano", afirman desde radio "La Colifata". (FIN/IPS/mv/dg-mj/pr-he/97