Las ciudades de China sufren el crecimiento más acelerado que se haya registrado en la historia de la humanidad, lo que supone un gigantesco riesgo para el ambiente y el bienestar del país más poblado del mundo.
El auge económico que disfrutó el país en las últimas dos décadas generó una rápida urbanización, a un ritmo de 0,5 por ciento anual, que devora las tierras cultivables necesarias para alimentar a 1.200 millones de chinos.
En 1996, 29 por ciento de los chinos vivían en ciudades, un porcentaje que puede considerarse menor en comparación con muchos otros países. Pero al ritmo actual, esa proporción se habrá elevado a 45 por ciento en el 2010.
China tenía 467 ciudades en 1990. Esa cifra aumentó a 666 en solo siete años, y se prevé que serán 800 al finalizar el siglo. A comienzos del siglo XXI, habrá 630 millones de personas viviendo en áreas urbanas.
Beijing, Shangai y Tianjin figuran entre las "megaciudades", aquellas en las que residen más de 10 millones de personas.
Las ciudades de Shenyang y Wuhan, en China, fueron elegidas por la Organización de Naciones Unidas como "laboratorios" para estudiar la vida urbana, pero no porque sean un ejemplo para el mundo en desarrollo.
Shenyang, principal ciudad del noroeste, y Wuhan, capital de la provincia central de Hubei, figuran entre las urbes más contaminadas del planeta. Ambas se cubren de neblina buena parte del año. El Banco Mundial estimó que limpiar sus ríos y lagos, verdaderos depósitos de basura, sería un trabajo hercúleo.
Los expertos perciben en el ritmo de la urbanización del país más poblado del mundo un preanuncio de lo que sucederá en otras naciones en el futuro. Después de todo, China es al mismo tiempo la economía más grande y la de crecimiento más acelerado del mundo.
Como demuestran los casos de Shenyang y Wuhan, la rápida urbanización tensiona el ambiente al máximo. Las ciudades en crecimiento contaminan el aire y el agua, lo que daña la calidad de vida no solo de sus habitantes sino de millones de personas en todo el mundo.
"La nación deberá lograr un equilibrio entre población, ambiente y recursos en las ciudades y poblados", sostuvo el ministro de Construcción, Hou Jie.
Cada vez más gente vive en ciudades, pero las condiciones de vida no se han mejorado al mismo ritmo. Hou dijo que China debe "acabar con el déficit de vivienda, mejorar las instalaciones públicas y aumentar las áreas verdes".
Setenta por ciento de las familias urbanas chinas disponen de gas. Solo 40 por ciento cuentan con medios adecuados de desembarazarse de la basura. Apenas 19 por ciento reciben agua potable. Existen siete vehículos de transporte público cada 10.000 habitantes.
Este complejo panorama tiene raíces históricas, según los expertos. China fue uno de los primeros países del mundo que contó con ciudades, pero fueron durante siglos urbes amuralladas que no se desarrollaron como centros comerciales.
El fundador de la moderna China comunista en 1949, Mao Zedong, puso un freno a la urbanización acelerada en los años 60, cuando proclamó la Revolución Cultural. Miles de jóvenes intelectuales fueron obligados a mudarse a los campos.
La urbanización retomó su curso a comienzos de los años 80, cuando el fallecido líder Deng Xiaoping lanzó una serie de grandes reformas económicas de corte liberal que provocaron una de las más intensas migraciones de los campos a las ciudades que se hayan registrado en la historia de la humanidad.
En China se privilegia a las pequeñas ciudades y poblados, que crecen como hongos y representan un uso irracional de la tierra. El país debe alimentar la quinta parte de la población mundial con apenas siete por ciento de las tierras cultivables del planeta.
La pérdida de tierras arables y la competencia por territorio entre el campo y la ciudad es uno de los mayores desafíos que afronta China. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/mj/pr dv en/97