El gobierno de China se está dedicando a implementar una política exterior en base a la consigna acuñada por Mao Zedong, el fundador del comunismo nacional, hace 40 años: «Tenemos amigos en todo el mundo.»
Los más altos funcionarios de Beijing se sumergieron en una andanada de giras diplomáticas en los últimos meses. El presidente Jiang Zemin concluyó el lunes una visita de nueve días por Estados Unidos, la primera efectuada por un mandatario chino al país norteamericano en casi dos decenios.
Ahora, Beijing se prepara para la quinta cumbre de China y Rusia, que se celebrará en esta capital la semana próxima. A nadie pasó inadvertido que Jiang eligió el primer día de su visita a Estados Unidos para anunciar que se reuniría con el presidente ruso Boris Yeltsin entre los días 9 y 11.
Y mientras continuaba la gira estadounidense, Beijing anunció que el primer ministro chino Li Peng visitará Japón este mes.
Esta secuencia no es accidental. La cumbre de Clinton y Jiang enfatizó una «asociación estratégica de coordinación», pero también quedó claro que los años de aislamiento de China son algo del pasado y que Estados Unidos no es la única opción para la cooperación, por más significativa que sea.
«Los principales contendientes de la guerra fría están de regreso, pero ahora el juego es diferente», interpretó un diplomático en Beijing.
Durante la guerra fría, las cumbres y los intercambios de visitas de estado de alto nivel no tenían otro motivo que forjar alianzas contra enemigos comunes. Pero ahora se trata de impulsar las relaciones económicas y de garantizar que en el próximo siglo primará la multipolaridad más que la superpotencia única.
«A medida que el nuevo siglo se aproxima, China, Rusia y Estados Unidos deben afianzar sus relaciones entre ellos y con el resto de los países con una visión estratégica y de largo plazo», explicó el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Tang Guoqiang.
Los vínculos entre China y Rusia han mejorado desde la visita del ex presidente de la hoy disuelta Unión Soviética, Mijail Gorbachov, a Beijing en 1989. Los dos países acordaron en 1989 una «asociación estratégica» para el siglo XXI.
La señal más clara de los avances fue la declaración firmada en abril por Yeltsin y Jiang, considerada en círculos diplomáticos una réplica al unilateralismo que caracteriza la política exterior estadounidense.
De todos modos, establecer un contrapeso con Washington no será fácil para Beijing, cuya estrategia es allanar los problemas históricos que tiene con Moscú y Tokio. Rusia parece la potencia más dispuesta a dejar atrás el pasado para mirar hacia adelante, como reclama China.
Se prevé que Yeltsin y Jiang efectúen un «importante anuncio» sobre la demarcación de sus 4.300 kilómetros de frontera la semana próxima.
Si bien no se conocen los detalles, es obvio que el acuerdo se refiere a la complicada delimitación cerca de Vladivostok, en el lejano oriente ruso, donde China y la antigua Unión Soviética combatieron en los años 60. Ambos países tenían hasta hace poco apostados fuertes contingentes militares allí.
La cumbre de la semana próxima estará signada por la intención de dejar en paz a los fantasmas de la historia.
Yeltsin viajará acompañado de más de 100 empresarios, aunque no se firmarán acuerdos de tipo económico, informó Boris Abramov, vicerrepresentante comercial de Rusia en Beijing. «Todo lo que se discutirá será relativo a la política», agregó.
El mensaje que se emite hacia Estados Unidos es que se afianza un sentimiento nuevo y amistoso entre China y Rusia.
«Beijing solía equilibrar la balanza entre Estados Unidos y Moscú durante la guerra fría. Pero ahora es Rusia la que cumple esa función en el triángulo», dijo un diplomático.
Moscú es considerado el nuevo socio político de Beijing en Oriente, pero Tokio es el que le ofrece más en materia de oportunidades de negocios, si bien no se avizora una eventual alianza política.
China y Japón tienen diferencias en varios aspectos. El primero es la resistencia de Tokio a disculparse por sus crímenes y abusos contra los derechos humanos en China durante la segunda guerra mundial.
También los separa el ambiguo acuerdo en materia de seguridad entre Japón y Estados Unidos, que, según China, encubre la defensa de Taiwan, isla a la que considera una «provincia renegada» que debería retornar a su dominio.
Pero los vínculos económicos entre China y Japón no podrían ser mejores. El volumen del comercio bilateral se multiplicó por 60 entre 1972 y 1996. Hoy, Japón es el principal socio comercial de China y China el segundo de Japón.
Se espera que el primer ministro Li procure en Tokio respaldo para su aún no concretada integración a la Organización Mundial de Comercio (OMC). Si tiene éxito en sus gestiones, Estados Unidos será el único país de estatura que se resiste a ello.
Beijing insiste en que pretende abrir sus mercados, pero sostiene en que debe hacerlo en condiciones de país en desarrollo.
En un seminario que conmemoró el 25 aniversario de la normalización de las relaciones entre China y Japón, funcionarios y académicos describieron el vínculo como fructífero y pragmático, pero recomendaron un respaldo político más sólido.
«En una visión de largo plazo, el desarrollo económico de Japón necesita del gigantesco mercado y abundantes recursos de China, y China necesita el capital y la tecnología japonesa», dijo Ma Hong, investigador del Centro de Desarrollo e Investigación del Consejo de Estado.
«La estabilidad de las relaciones políticas serán esenciales para el buen desarrollo de los vínculos económicos bilaterales», agregó Ma. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/mj/ip if/97