El cerdo se está convirtiendo en la nueva estrella de las proteínas exportadas por Brasil y el año próximo debería superar al vacuno, si se lo permite la crisis financiera internacional.
Su desempeño depende en parte de como se superen los problemas financieros en los mayores importadores, además de restricciones sanitarias que limitan la exportación de ganado brasileño en otros mercados.
Hong Kong, epicentro inicial del actual terremoto financiero global, es el principal importador de la carne porcina brasileña, absorbiendo 44 por ciento del total exportado, y Argentina el segundo, con 40 por ciento.
Por coincidencia, ambos países tienen una política cambiaria idéntica, de paridad fija con el dólar estadounidense, en una rigidez amenazada por los llamados ataques especulativos de los inversionistas internacionales.
Con la caída de la bolsa, seguida del alza de las tasas de interés para defender su moneda, Hong Kong podrá reducir sus importaciones ante un posible declive en la actividad económica y la demanda local. Una devaluación es otra amenaza.
La carne porcina es que más se consume actualmente en el mundo, pese a la mayor presencia del vacuno en el comercio internacional: unos 70 millones de toneladas de la primera, contra 45 millones de la segunda.
La enorme población de Asia, con alto consumo y gran producción volcada al mercado interno, explican esa situación. Sólo China consume casi 30 millones de toneladas de carne de cerdo, lo que representa unos 24 kilogramos por habitante al año, el triple del promedio latinoamericano.
Brasil, que produce 1,6 millones de toneladas, exportó sólo 39.900 toneladas por 93 millones de dólares el año pasado. Para este año, la Asociación Brasileña de Exportadores de Carne Suina (ABECS) espera vender unas 65.000 toneladas, por 150 millones de dólares.
Pero ahora se abren al producto los mercados de Italia, Rusia y Sudáfrica, con los cuales Brasil firmó acuerdos sanitarios, generando la expectativa de exportaciones anuales de 250.000 toneladas y 600 millones de dólares dentro de dos años.
Ese es el ingreso que obtuvo el país por exportación de carne vacuna en los mejores años, retrocediendo a 420 millones de dólares el año pasado y tiende a caer más aún. Además de más caro que el argentino, el producto enfrenta restricciones por la fiebre aftosa que aún ataca el ganado brasileño.
Italia pretende adquirir en Brasil 140.000 toneladas anuales de carne porcina, un quinto de sus importaciones totales. Eso representara triplicar las ventas brasileñas.
Rusia, que importa 80 por ciento de las 850.000 toneladas que consume al año, ya espera las primeras partidas brasileñas, de un total que podría alcanzar 45.000 toneladas anuales.
Pero estas exportaciones esperan aprobación sanitaria. Felizmente para Brasil, la producción de ganado porcino se concentra en los estados de Santa Catarina y Río Grande del Sur, donde ya no se registran casos de fiebre aftosa y el control es confiable.
La Unión Europea amenaza con no reconocer esa realidad local y mantener restricciones a las carnes de todo Brasil, lo que puede impedir las ventas a Italia y otros mercados, advirtió Claudio Martins, secretario de la Asociación Brasileña de Exportadores de Pollo.
Pero eso viola las reglas de la Organización Mundial de Comercio, que permiten reconocer áreas limitadas en un país como libres de enfermedades animales y, por tanto, aptas para la exportación, sostuvo.
Hay también problemas con Argentina, cuyos productores acusan al cerdo brasileño de competencia desleal dentro del Mercado Común del Sur (Mercosur), por disfrutar de un subsidio indirecto de 17 por ciento al maíz utilizado en su alimentación.
Esta es una reacción a la fuerte penetración de carne porcina brasileña, que conquistó 30 por ciento del mercado argentino. No hay subsidios y el cerdo brasileño es competitivo por su sistema integrado de producción y bajos salarios, arguyeron industriales de Santa Catarina, los mayores exportadores.
Las nuevas perspectivas en Europa y Asia se abrieron para esa carne también porque Taiwán suspendió sus exportaciones ante la aparición de fiebre aftosa en sus cerdos.
La oferta se redujo así en 230.000 toneladas anuales, afectando especialmente a Japón, mayor importador mundial.
La escasez favorece la suspensión de barreras sanitarias en los mercados más exigentes, como el europeo y el japonés, confía el presidente de ABECS, Sergio Waldrich. (FIN/IPS/mo/ag/if/97