El presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, descartó hoy por completo la posibilidad de una devaluación de la moneda nacional para neutralizar los efectos de la crisis financiera iniciada en el sudeste asiático.
Reconoció, sin embargo, la imposibilidad de mantener las tasas de interés en el muy elevado nivel fijado por el Banco Central el viernes, porque se agravaría demasiado el déficit fiscal, ya que el gobierno es gran deudor.
Pero una devaluación cambiaria no sería la solución. También los países asiáticos terminaron por elevar los intereses, argumentó el presidente, señalando como única salida la creación de condiciones para bajar el costo del dinero.
"Brasil no tiene otra alternativa", dijo, reclamando a la oposición y a los parlamentarios una colaboración en nombre del "interés nacional" para aprobar las reformas constitucionales que el gobierno propuso para equilibrar sus cuentas.
Ante la repercusión de la caída de la bolsa de Hong Kong, que obligó al Banco Central brasileño a llevar a 45 por ciento la tasa primaria de interés, se intensificaron las presiones sobre el Congreso para que apruebe las enmiendas constitucionales que permiten reformar la administración pública y la seguridad social.
Si las tasas se mantienen en un alto nivel las actividades económicas serán afectadas, provocando aumento del desempleo, admitió el presidente.
"Las reformas por sí solas no solucionan todo pero generarían expectativas favorables", atrayendo inversiones y reduciendo la vulnerabilidad del país a los capitales especulativos, argumentó.
El ministro de Planificación, Antonio Kandir, estimó en un promedio de 14.500 millones de dólares la reducción anual de los gastos gubernamentales en los próximos diez años, como producto de las dos reformas.
La brusca elevación de las tasas de interés representa para el gobierno un costo adicional de 1.500 a 2.000 millones de dólares al mes, hecho que determinó una nueva urgencia en las medidas fiscales. Autoridades económicas y dirigentes políticos tratan de acordar dónde se efectuarán los recortes presupuestarios.
Cardoso promovió varias reuniones con líderes parlamentarios, acordando un esfuerzo para intentar la aprobación de las dos enmiendas constitucionales antes de mediados de diciembre, cuando termina el año legislativo.
Una tercera reforma considerada esencial al ajuste fiscal que consolidaría la estabilidad de la moneda, la tributaria, no "maduró lo suficiente" en el debate público, evaluó Cardoso para justificar el acento puesto únicamente en los cambios a operar en la seguridad social y en la administración pública.
En el primer caso se trata de aumentar los plazos de contribución y la edad mínima para la jubilación. En el segundo, el gobierno pretende suprimir la estabilidad laboral absoluta de los funcionarios públicos para poder despedir a los excedentarios y a aquellos que no tengan un desempeño satisfactorio.
El principal dirigente opositor, el izquierdista Luis Inacio Lula da Silva, acusó a Cardoso de practicar "chantaje" al intentar echar sobre la oposición y el Congreso la culpa por las actuales dificultades financieras de Brasil al obstruir los proyectos de reforma presentados por el Ejecutivo.
Es la política económica adoptada por el gobierno la que condujo a la crisis actual, llevando al país a una fuerte dependencia del capital extranjero, dijo a su vez José Dirceu, presidente del Partido de los Trabajadores, fundado por Lula en 1980. (FIN/IPS/mo/dg/ip-if/97