BASES POLITICAS Y MORALES DE LA COOPERACION

La cooperación para el desarrollo tiene un basamento ético y político. Es un deber solidario frente al que menos tiene y que con frecuencia es o ha sido despojado, y al mismo tiempo es un acto de sabiduría política, en un mundo globalizado donde la suerte de cada país no puede ser indiferente al conjunto.

Quien recibe el apoyo contrae también obligaciones morales: la de emplearlo adecuadamente, y la de no desmayar en su esfuerzo interno, que siempre debe ser el fundamental.

En opinión de nuestro gobierno, la cooperación para el desarrollo debe ser transitoria por definición, en el sentido que debe ayudar a colmar una brecha y a caminar por los propios pies, y en ningún caso convertirse en una especie de tutela permanente.

Por el contrario, lo que debe ser permanente es la equidad en las relaciones internacionales, en el acceso a mercados, de manera que sobre bases de justicia se fortalezca la capacidad de nuestros países para atraer inversión.

La cooperación ha jugado un papel importante en nuestros esfuerzos de desarrollo, aunque lo fundamental ha sido el esfuerzo interno, como tiene que ser. A raíz de la firma de la paz en Guatemala, se han realizado dos grupos consultivos en los cuales se ha convenido en un esquema de cooperación con la comunidad internacional.

El hecho de que dicha cooperación está estructurada en torno a una agenda definida, la de la paz, le confiere mucha potencialidad a sus resultados.

Para que la cooperación sea eficaz debe adecuarse a las prioridades nacionales, responder a necesidades efectivas y administrarse con agilidad, austeridad y eficiencia.

Sin adecuarse a planes nacionales, la cooperación corre el riesgo de perderse en experimentos alentados por modas teóricas, lo que también ocurre si Ia necesidad y oportunidad de los proyectos no ha sido consultada con quien corresponde, que son los directamente interesados, y en cambio los interlocutores son pequeños grupos que se pretenden representativos y que imponen su visión de las cosas.

Con mucha frecuencia, en nuestros países existen una multitud de organizaciones y entidades a nivel cupular y muy poca organización de base: esto conduce a confusiones con relación a lo que realmente piensa y desea la población.

La administración de la cooperación debe ser ágil, austera y eficiente. Lo primero significa superar un conjunto de trabas burocráticas, sobre todo cuando se trata de cooperación oficial, y generalmente estas trabas ocurren en las dos partes, en quienes dan y en quienes reciben.

En nuestro caso, esto ha significado un enorme derroche de recursos vía comisiones de compromiso por fondos contratados que no se ejecutan, o retrasos muy sensibles atribuibles al donante, que complican la coherencia en la ejecución de programas.

La austeridad significa un esfuerzo permanente porque la mayor cantidad de recursos posible vaya directamente el beneficiario y no se pierda en equipos costosos e innecesariamente sofisticados, o en salarios muy superiores a los que se pagan localmente.

Cuando la población percibe que de los proyectos ejecutados en su nombre, la parte del león se queda en lo administrativo, la "cooperación" genera malestar y rechazo.

La eficiencia depende de la oportunidad y del realismo de lo que se hace, sobre todo cuando se trata de estudios o asesorías técnicas.

Con lamentable frecuencia se ha invertido en estudios que luego duermen la paz de los archivos, porque su objeto no ha respondido a una prioridad real del supuesto beneficiario, o nunca se ha contado con los recursos indispensables para echar a andar los planes y recomendaciones derivados de los estudios.

Asimismo, se convienen asesorías técnicas que no guardan ninguna proporción con las necesidades reales de lo que se trata de resolver.

A lo largo de muchos años, al menos en Guatemala, la mayor parte de la cooperación se canalizó a través de las llamadas organizaciones no gubernamentales (ONG). La razón de ello pareció ser la convicción, por parte de los donantes, de que el Estado era mal ejecutor, o la desconfianza con relación al destino de los recursos.

Sin embargo. la experiencia ha demostrado que el carácter de las entidades no es garantia de nada, pues hay ONG muy exitosas y otras (quizá muchas), todo lo contrario. Además, no es bueno fomentar estructuras paralelas al Estado, sino en todo caso vinculadas con él, como parte de los esquemas de participación ciudadana que cada día se desarrollan más.

En síntesis, la cooperación para el desarrollo es una política global del mundo de hoy cuya importancia obliga a prestarle la mayor consideración.

El fin de la guerra fría ha sido un acondecimiento trascendental y esperanzador, pero no debe hacernos olvidar que el trasfondo de amenaza a la paz mundial sigue siendo el mismo, o sea, el excesivo desequilibrio entre las naciones, los grandes abismos en la distribución de la riqueza.

La cooperación debe ser una importante herramienta para atacar este mal, pero ni puede ser un esfuerzo unilateral ni tampoco malgastarse los recursos que representa. —— (*) Alvaro Arzú es presidente de la República de Guatemala. (FIN/Comunica-IPS/97

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