(Artes y Espectáclos)

Carilda Oliver Labra, una poeta de 73 años que proclama a voz en cuello "desordenarse" por amor, se convirtió en la segunda mujer en obtener el Premio Nacional de Literatura en Cuba.

"Me desordeno, amor, me desordeno", es sin lugar a dudas la frase escrita por Oliver Labra más conocida en Cuba y que la identifica como la escritora de lo erótico, aunque quizás éste no sea el rasgo más definitorio de su obra.

"¿Todavía se desordana por amor?", es también la pregunta obligada de todo periodista que accede a esta mujer que ejerció como abogada y escandalizó a los pacatos de su época con su desenfado y guerra abierta contra todo prejuicio.

"Si me quieren por la presencia erótica en una parte de mi obra, pues no me disgusta. Me consuela saber que al menos me quieren por algo", dijo Oliver Labra poco después de recibir el miércoles pasado el máximo galardón de las letras cubanas.

Convocado por primera vez en 1983, el reconocimiento fue entregado con anterioridad a Dulce María Loynaz, Eliseo Diego, Nicolas Guillén, Cintio Vitier, Felix Pita Rodríguez, Francisco de Ora, Miguel Barnet y Pablo Armando Fernández.

En en esta ocasión, entre los nominados estaban las poetas Nancy Morejón y Rafaela Chacón Nardi, y los escritores Ambrosio Fornet, Anton Arrufat y Salvador Bueno.

El premio "no fue un gesto de caballerosidad del jurado. Fue simple justicia. Ella, respaldada por una obra seria y una poesía de altos méritos, lo merece", afirmó el crítico Ventura de Jesús en el diario Granma, órgano oficial del Partido Comunista.

"Ya era hora", fue la primera reacción el crítico cinematográfico Arsenio Cicero Sancristobal, quien agradeció la oportunidad que ofrecen premios como estos para desafiar el olvido y "volver a lo bueno del pasado".

"Carilda es como un ave rara de la poesía cubana. Su casa, en el número 31 de la calle Terry, es un mito de la cultura cubana como ella misma, siempre rodeada de leyendas y de jóvenes 'garzones' que la persiguen por las calles", dijo Cicero a IPS.

Mucho menos conocida fuera de Cuba que Loynaz, Oliver Labra fue considerada una de las más importantes poetas hispanoamericanas. Pablo Neruda la admiraba y Ernest Hemingway la enamoró.

La chilena Gabriela Mistral escribió de ella: "Bella muchacha, profunda como los metales, dura como el altiplano, su poesía, de ser divulgada con justicia, ejercerá pronto ardiente magisterio en América".

Nacida en 1924 en la ciudad de Matanzas, a 101 kilómetros de La Habana, asegura que nunca ha sentido la tentación de vivir fuera de allí, que le aburren Nueva York, Madrid e incluso la tan cercana de Cuba.

Matanzas, llamada "la ciudad de los puentes" y "la Atenas de Cuba", fue una de las ciudades más bellas de la isla, pero, también uno de sus centros culturales más importantes.

Oliver Labra ha publicado unos 10 poemarios, entre ellos "Al sur de mi garganta", cuaderno que escandalizó desde la osadía de su título, "Desaparece el polvo" y "Noche para dejarla en Testamento".

"Todos mis poemas son reales. Son impresiones, recuerdos, tristezas. Los sentimientos más angustiosos son los que mayor placer dan a los poetas. La poesía es un género de sensibilidad y vivencias", dijo la escritora a la agencia oficial cubana Prensa Latina.

Merecedora del Premio Nacional de Poesía cuando apenas tenía 26 años, Oliver Labra ha escrito más de mil poemas, por lo general intimistas, llenos de nostalgia y melancolía. De ellos, unos 30 son eróticos, según su propia cuenta.

Hace 40 años, escribió un poema titulado "Canto a Fidel". Por esta razón recibió este año la visita del presidente Fidel Castro. Está a punto de publicar su biografía y su obra es motivo de un coloquio internacional convocado por su ciudad natal.

Ante la pregunta de si alguna vez pensó en el exilio, respondió con un verso: "Cuando vino mi abuela trajo un poco de tierra española/ cuando se fue mi madre llevo un poco de tierra cubana./ Yo no guardaré conmigo ningún poco de patria,/ la quiero toda sobre mi tumba".

"Yo no entiendo qué sucede conmigo", se quejó. "A veces, en vez de leer mis libros, la gente me busca para ver qué encuentra del mito, de las exageraciones que se cuentan sobre mi".

Pero la asociación es inevitable. "Es una mujer que se ha pasado la vida desafiando los prejuicios, viviendo sin pensar en las críticas, retando las normas", comentó Cicero.

Ella misma lo reconoce: "Quizás todo empezó en 1950 cuando un enamorado uruguayo subió al Aconcagua para gritar mi nombre… cosas de poetas. Después me culparon hasta de dos suicidios por amor, pero fueron por otras razones".

Como abogada se especializó en divorcios, tal vez porque cree que "la fidelidad es una virtud, pero también una vocación". "El amor es sagrado. Me casé tres veces y siempre he sido fiel. El que no es fiel no sabe amar", afirmó.

"Me criticaron mucho porque me casé con un hombre muy joven. Me enamoré de su temperamento, no de su juventud… yo me caso con un joven aunque al otro día no pueda levantarme", dijo al hablar de uno de sus últimos desafíos.

Oliver Labra sigue escribiendo poemas de amor, no quiere aceptar que envejece, y asegura que con gusto llevaría "todas las modas alocadas de hoy". Siente que le "quedan todos los deseos por satisfacer y vive de "la ficción de creerse poeta". (FIN/IPS/da/ag/cr/97

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