El movimiento islámico Talibán intensifica la ofensiva contra sus oponentes en Afganistán tras una supuesta masacre en la ciudad de Mazar-i-Sharif, mientras autoridades de la ONU alertan sobre una hambruna en el norte del país.
Talibán logró el control de más de dos tercios de Afganistán hace un año, aunque no obtuvo un reconocimiento unánime por su intento de gobernar Afganistán.
Una serie de acusaciones y contraacusaciones sobre violaciones de los derechos sirvió para subrayar cuán impopular sigue siendo Talibán, el ejército de milicianos de estudiantes islámicos radicales.
El secretario general de la ONU, Kofi Annan, resolvió la semana pasada autorizar un enviado especial, el argelino Lakhdar Brahimi, para dirigir una investigación sobre acusaciones según las cuales hasta 3.000 miembros de Talibán fueron asesinados desde mayo en la ciudad norteña de Mazar-i-Sharif.
Abdul Hakeem Mujahid, representante de Talibán en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), alegó que la investigación es necesaria como primer paso para obtener justicia tras lo que calificó como asesinatos masivos cometidos por la Alianza Norteña anti-Talibán.
En particular, Mujahid acusó a las fuerzas del general Abdul Malik, expulsado del norte de Afganistán por Talibán, según informaciones, de disparar contra prisioneros de guerra después que la facción basada en Malik rompiera una alianza con los islámicos.
Además, Muhahid denunció torturas de prisioneros y enterramientos en fosas comunes, mutilaciones y aplastamiento de cadáveres con tanques.
El representante ante la ONU calificó las matanzas de "genocidio" y se quejó de que, durante meses, el foro mundial y los grupos de derechos humanos ignoraron los reclamos de atrocidades en Mazar-i-Sharif.
Esta semana, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) urgió a los líderes de Talibán a permitir envíos a través de la región norteña de Bamyan, donde un bloqueo impuesto por Talibán cortó drásticamente el abastecimiento de emergencia.
Aunque el total de la población, de unos 1,2 millones, está afectada, alrededor de 160.000 enfrentan la amenaza de la hambruna si no se les entregan provisiones de inmediato, alertó la directora ejecutiva del PMA, Catherine Bertini, en una carta al dirigente de Talibán Mullah Mohammed Omar Mujahid.
Sin embargo, Mujahid negó que la parada de los alimentos hacia Bamyan sea un bloqueo, y alegó que Talibán está listo para permitir el pasaje si la ONU puede brindar "garantías adecuadas" de que las provisiones no serán enviadas a los militares, aunque no especificó qué tipo de garantías.
Desde que el gobierno respaldado por la ex Unión Soviética del presidente Mohammed Najibullah colapsara en 1992, Afganistán fue azotado por la lucha entre facciones, en general entre milicias islámicas y ex líderes del ejército comunista.
El año pasado Talibán logró usar su capacidad de convocatoria como nueva fuerza prometiendo unidad, pero desde entonces se involucró en las matanzas entre facciones, al igual que sus antecesores.
Es muy poco posible que Talibán gane solidaridad internacional, tras repetidas informaciones sobre sus malos antecedentes, incluyendo la segregación y persecución de las mujeres.
La organización Médicos Sin Fronteras informó que las mujeres sólo tienen acceso a un hospital mal equipado en Kabul, algo que Mujahid niega.
La semana pasada, la secretaria de Estado de Estados Unidos, Madeleine Albright, dijo en Pakistán que Washington se opondrá a reclamos de Talibán para gobernar Afganistán siempre y cuando el movimiento continúe violando los derechos de las mujeres y maltratando a las minorías étnicas y religiosas.
Sólo tres gobiernos, Pakistán, Saudi Arabia y Emiratos Arabes Unidos reconocen a Talibán como gobierno de Afganistán, mientras la ONU continúa reconociendo al gobierno de Buranuddin Rabbani. (FIN/IPS/tra-en/fah/mk/lp/hd-ip/97