El horror carcelario regresó a Venezuela, con presos muertos y heridos a balazos, una masiva huelga de hambre y decenas de prisioneros con sus labios cosidos, dos meses después que en un penal murieron acuchillados 29 detenidos.
En la cárcel de La Planta, que funciona como retén judicial en Caracas, una riña entre internos recluidos en la enfermería y los de un pabellón cercano dejó el martes un preso muerto de un tiro en la frente y otros seis heridos a balazos o cuchilladas.
La Planta fue la cárcel donde en octubre de 1996 perecieron carbonizados 25 presos, casi todos procesados sin sentencia, luego que sus vigilantes los encerraron en una celda de castigo y les arrojaron granadas lacrimógenas, desatándose un incendio en medio de la desesperación de los recluidos.
Paradójicamente, el nombre formal de La Planta es "Casa de Reeducación" y en su anexo funciona el Instituto Universitario de Tecnología Penitenciaria.
Este miércoles continuaba en la cárcel El Rodeo-II, al oriente de Caracas, una huelga de hambre de 679 presos, iniciada el lunes para demandar mejores condiciones para la visita de sus familiares, servicio de ambulancia y talleres de trabajo.
Para acentuar la protesta, 43 de esos presos cosieron sus labios el martes, y las autoridades del Ministerio de Justicia se vieron así forzadas a negociar soluciones a su demanda de requisas no denigrantes a los familiares y que seles permita el acceso de frutas.
También reclaman asistencia médica para los enfermos, servicio de ambulancia para llevar los heridos a hospitales, y talleres donde puedan trabajar artesanía, zapatería y carpintería.
Compromisos sobre esas materias ofrecieron las autoridades cuando los presos de El Rodeo hicieron otro ayuno hace seis meses. En La Planta, los presos consiguieron acuerdos semajantes con otra huelga de hambre hace una semana.
Son dos de las 33 cárceles de Venezuela, donde se hacinan unos 25.000 presos, 70 por ciento de los cuales están procesados sin sentencia.
Las prisiones, en deplorables condiciones de seguridad y salubridad, son apenas "depósitos de pobres", según el más reputado criminólogo venezolano, Elio Gómez.
Los penales parecen tomar turno para sorprender con sus horrores. Hace dos meses, en una cárcel del selvático sureste, El Dorado, detenidos de la región tendieron una celada a presos llevados desde el noroeste como castigo -muchos de ellos indígenas wayúu- y mataron 29 a cuchiladas.
En El Dorado no había siquira un teléfono -ni hablar de otros servicios- y cuando el ministro de Justicia captó por radio informes de la Guardia Nacional que vigila los exteriores de la cárcel informó de la muerte de 42 reclusos.
En 1992 y 1994, motines e intentos de fuga dejaron más de 100 muertes en las cárceles de Sabaneta, en Maracaibo, capital petrolera del occidente, y en el caraqueño Retén de Catia.
Este retén fue dinamitado en febrero, un año después de que, al iniciar su segunda visita a Venezuela, el Papa Juan Pablo II se detuvo a sus puertas para reclamar "un trato digno de la condición humana" para los detenidos.
En las cárceles venezolanas "se violan todos los derechos humanos todos los días", dijo el fiscal general Iván Badell. Para la organización no gubernamental Fundareo, en cárceles como El Dorado "no se violan los derechos humanos, porque allí simplemente no existen". (FIN/IPS/jz/dg/hd/97