El Papa Juan Pablo II está en Brasil para defender la familia en la única forma admitida por su iglesia, la monogámica y eterna, y descartó el ejemplo práctico de los curas que han contraído matrimonio.
Son cerca de 4.000 los sacerdotes casados en Brasil, de 90.000 a 100.000 en todo el mundo.
Todos han sido excluídos del sacerdocio por romper con el celibato, señaló la Asociación Rumos (rumbos), que agrupa a los brasileños que se encuentran en esa situación y publica una revista mensual con el mismo nombre.
La estimación no es exacta, reconoce el secretario y ex presidente de la asociación Francisco Salatiel Barbosa, que abandonó la vida eclesiástica hace 19 años para constituir una familia con una médica, con la que tuvo dos hijos.
El Centro de Estadística Religiosa e Investigaciones Sociales de la iglesia calcula en 3.500 los "padres casados". De todas formas es casi un cuarto de los 15.652 curas en actividad en todo el país, donde la jerarquía se queja de un gran déficit de sacerdotes, común a toda América Latina.
El celibato no es "un precepto, sino una recomendación evangélica", es una cuestión disciplinaria y no una exigencia teológica, explicó Salatiel a IPS. Tampoco es una tradición cristiana, ya que de los doce apóstoles sólo San Juan era célibe, añadió.
Tal afirmación es corroborada por teólogos. Jesús Hortal, profesor de la Universidad Católica de Rio de Janeiro, recuerda que hay iglesias católicas orientales que aceptan curas casados, al contrario de la vertiente latina.
Leonardo Boff, que dejó de ser fraile tras sufrir presiones del Vaticano contra libros en que defendía ideas de la Teología de la Liberación, señala que el celibato no era obligatorio y las restricciones sexuales al clero se ampliaron de manera gradual hasta la exigencia del celibato, impuesto en 1123 por un Concilio.
Tales argumentos fortalecen el movimiento, organizado en federaciones regionales y una mundial, que persiste en mantener la denominación de "sacerdotes casados".
Pero mientras en muchos países, especialmente los europeos, las asociaciones insisten en luchar contra la regla del celibato que los excluye de la estructura eclesiástica, en Brasil se tomaron otros rumbos, buscando principalmente una "inserción comunitaria", según Salatiel Barbosa.
La preocupación más fuerte de los curas casados organizados es actuar en las comunidades eclesiásticas de base, los movimientos sociales. La bandera del anticelibato no los moviliza, la vida en la iglesia "es un pasado" que no se pretende reclamar, comentó.
Pero el movimiento, organizado descentralizadamente en las grandes ciudades brasileñas, donde existen muchos curas con familia, mantiene el diálogo con la jerarquía católica, participando y ayudando a la iglesia de otras formas.
La ayuda mutua, especialmente en apoyo a una nueva vida profesional, completa los tres objetivos de la asociación, señaló su secretario.
La mayor ola de casamientos de sacerdotes católicos ocurrió en los años 70 y 80, recordó. Una de sus razones fue el Concilio Vaticano II, concluido en 1965, que generó muchas expectativas sobre el fin del celibato obligatorio, pero las frustró.
Además la década de 60, generosa en cambios culturales y promesas en muchos campos, como el innovador pontificado del Papa Juan XXIII, estimuló muchas esperanzas, admitió Salatiel.
La prohibición del matrimonio lleva a la iglesia a perder evangelizadores que tanto necesita, en un momento en que otras religiones y sectas avanzan en la batalla por la conquista de fieles, especialmente en América Latina, lamentan muchos obispos brasileños.
Esa regla inflexible se debe, según Boff y Salatiel, a la centralización de la iglesia católica, que recién con Juan Pablo II tuvo su primer Papa no italiano.
Se perdió el principio de la "colegialidad", por el cual cada diócesis tendría autonomía, incluso para adoptar su disciplina interna que podría o no imponer el celibato, argumentó Salatiel.
El cristianismo ni siquiera es la religión de tradición más monástica, en la que se destaca por ejemplo el budismo, añadió, admitiendo sin embargo que el celibato puede ser importante para "una vida religiosa completa, totalmente consagrada a la búsqueda de Dios".
El secretario de la asociación de sacerdotes casados mantiene esperanzas en una flexibilización futura de la jerarquía, pero "no en este siglo".
Es "un gran paso" que el clero haya decidido acoger a los divorciados, ejemplificó. La iglesia "cambia a partir de los comportamientos sociales, por la práctica", aunque lentamente, concluyó. (FIN/IPS/mo/dg/pr-cr/97