La continua ambigüedad de las relaciones entre Irán e Iráq mejora junto al cambio de escenario en Medio Oriente, y será puesta a prueba con la cumbre de la Organización de la Conferencia Islámica, a realizarse en diciembre en Teherán.
Mientras, un ataque con bomba enmascaró los avances en las relaciones diplomáticas entre ambos países, cuyos cancilleres se reunieron en la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York el 26 de septiembre.
Tres días después se produjo el ataque, de la fuerza aérea iraní, contra dos campos militares de un grupo iraní anti-Teherán en territorio iraquí.
Aunque persisten los residuos de una amarga guerra de ocho años desatada en 1980, hay señales de esfuerzos por normalizar las relaciones, aunque algunos puntos pendientes desde la guerra de 1980-88 y la guerra del Golfo aún deben ser resueltos por Teherán y Bagdad.
Pero la creciente cooperación militar entre Israel y Turquía actúa como motor para que los tres estados contiguos de Medio Oriente, Irán, Iraq y Siria, dejen a un lado sus diferencias para enfrentar unidos la amenaza de la nueva alianza.
Aunque la guerra entre Irán e Iraq finalizó con un cese del fuego permanente en agosto de 1988, aún no hay señales de que ambos países concluyan un acuerdo de paz.
Además, debe darse una resolución satisfactoria de algunos puntos sin resolver la guerra del Golfo de 1991 entre Iraq y la coalición liderada por Estados Unidos, antes que el proceso de paz entre Iraq e Irán pueda seguir su curso.
Sin resolver está la cuestión de prisioneros de guerra iraquíes desaparecidos durante las hostilidades de 1980, los soldados iraníes desaparecidos en acción en la misma guerra, y el destino de aviones iraquíes que buscaron refugio de los bombardeos de la coalición en 1991, volando a Irán.
También está pendiente el más antiguo tema de la presencia de grupos opositores a los que Teherán y Bagdad dieron refugio y que continúan manteniendo fuerzas armadas y lanzando ataques en la frontera de 1.100 kilómetros entre Irán e Iraq.
Los temas no resueltos entre ambos países no impidieron que el canciller iraquí se mostrara optimista tras su muy anunciada reunión con su colega iraní en la ONU.
Dado el ostracismo internacional que Estados Unidos creó sobre Iraq en los últimos siete años, no es sorprendente que sus autoridades intenten demostrar que el país está emergiendo del aislamiento.
Pero en Teherán, mientras las autoridades mantienen la actitud de sospecha ante Saddam Hussein, deben tener en cuenta nuevos factores, y ahora consideran seriamente un aceramiento hacia el líder iraquí.
Desde hace algún tiempo la dirigencia iraní asumió que no había posibilidades de desplazar a Saddam Hussein. Esto implica llegar a un acuerdo con la perspectiva de negociar con él.
Teherán está alarmado ante la creciente cooperación militar entre Israel y Turquía, que tiene una frontera común con Irán. Entre quienes comparten este sentimiento figuran el presidente Hafez al-Assad de Siria, que comparte frontera con Turquía, y Saddam Hussein.
Como líder de Siria, el país más amenazado por la nueva alianza emergente, impulsada activamente por Washington, Assad no sólo relajó sus relaciones con Saddam, su rival desde hace tiempo, sino que también estimuló a sus aliados iraníes para que hicieran lo mismo.
Sobre todo esto se cierne la política de "contención dual" de Estados Unidos que trata a Irán e Iraq como estados renegados. Este estatuto conferido a ambos países por la superpotencia mundial parece otorgar, en un sentido negativo, una base común suficiente para que los dos vecinos busquen acercarse.
Por último, Teherán y Bagdad tendrán una oportunidad más inmediata de reparar las redes que los unen, con la próxima Conferencia Islámica, integrada por 54 miembros.
El protocolo de la conferencia requiere que el anfitrión invite a los gobernantes de todos los países miembros, sin excepción, aunque aún está por verse si el presidente de Iraq, Saddam Hussein, aceptará la invitación. (FIN/IPS/tra-en/dho/rj/lp/ip/97
