Los pobres de Argentina siguen apoyando al gobierno del presidente Carlos Menem ante las elecciones del domingo, pese a que durante su gestión el desempleo se triplicó y aumentó la brecha entre ricos y pobres.
Pero esta vez, el respaldo puede ser insuficiente para el triunfo. Buena parte de los sectores medios, que apoyaron la estabilidad lograda por Menem y a su política de reforma del Estado, ahora quiere transparencia en la acción de gobierno y justicia independiente, y para eso prefiere a la oposición.
Del mismo modo, la clase alta, que usufructuó de los beneficios del ajuste y se enriqueció más con Menem, ahora lo abandona para seguir al ex ministro de Economía, Domingo Cavallo, que formó su propio partido. En ese sector social, Cavallo empata con el candidato del gobierno.
Según las encuestas de Gallup, encabezada por Marita Carballo, "la división sociopolítica es absoluta" en estos comicios convocados para renovar la mitad de los asientos de la Cámara baja. Entre los más pobres, el gobernante Partido Justicialista obtiene siete de cada 10 votos.
La tradición del justicialismo, un partido que nació para defender los intereses de los trabajadores, se mantiene arraigada entre los más pobres, pese a que ahora la orientación neoliberal del gobierno actuó más en favor del capital que del trabajo.
En cambio, la Alianza de oposición, que nuclea a la Unión Cívica Radical y al Frente País Solidario, consigue seis de cada 10 votos del estrato más alto de la clase media, y el justicialismo sólo uno. La Alianza también cuenta con el apoyo de sectores de ingresos bajos.
También Cavallo, que se postula en la capital argentina, podría hacer una buena elección en su distrito, compitiendo con el oficialismo por el segundo puesto, aunque muy lejos del candidato de la Alianza, Carlos Alvarez, que podría obtener 60 por ciento de los votos.
El mayor apoyo de la nueva coalición está en la clase media, pero según la opinión del politólogo Franco Castiglione "para que un polo progresista en Argentina llegue al gobierne como en Francia, Inglaterra, Italia o Chile, la Alianza debe concitar el interés de los más pobres".
Por el momento, los más pobres no logran identificarse mayoritariamente con los candidatos de la Alianza, con dirigentes en su mayoría profesionales de clase media, y mantienen su adhesión al justicialismo pese a su giro conservador. Esta fidelidad fue explotada por el oficialismo en la campaña.
Los candidatos del justicialismo en la provincia de Buenos Aires, pese a que son coresponsables del alto desempleo en ese distrito, acusaron a los dirigentes de la Alianza de ser "gorilas".
Este es un mote que introdujo Juan Domingo Perón y su esposa, Eva Duarte, a mitad de siglo, para hablar de los ricos, o simplemente de quienes rechazaban a los pobres e iletrados.
"Quienes votan al gobierno son los más castigados por su modelo", advirtió el encuestador Rosendo Fraga, haciendo hincapié en la paradoja.
Los encuestadores aseguran que si se suman los votos de la Alianza a los que obtengan los dos partidos que la integran -y que se presentan separados en algunos distritos donde no hubo acuerdos- , la oposición se impondrá sobre el oficialismo por un porcentaje de entre 10 y 17 por ciento de los votos.
De ser así, será la primera vez en 10 años que el Partido Justicialista pierde una eleccón nacional, cuando faltan aún dos años para que el presidente Menem termine su segundo mandato.
Fraga, director de la encuestadora Centro de Estudios para la Nueva Mayoría, asegura que el gobierno mantiene el respaldo de gran parte del electorado cautivo del justicialismo, los más pobres, en cambio pierde esta vez a la clase media alta y alta, y a algunos sectores medios.
Esa alianza que había formado el gobierno entre los grupos más alejados entre sí de la pirámide social, y que le permitía ganar elecciones en los últimos años, se rompió desde 1995. A partir de allí comenzó la sangría, pero no de los más pobres sino de los "recién llegados".
En la provincia de Buenos Aires, el primer distrito del país, la candidata de la Alianza, Graciela Fernández Meijide, está empatada en las encuestas con Hilda "Chiche" González de Duhalde, la candidata del oficialismo que obtiene el respaldo de los más pobres.
Chiche Duhalde es la esposa del gobernador de la provincia, Eduardo Duhalde, y administra los millonarios fondos de un programa asistencialista que goza de fuerte respaldo entre los que no tienen empleo, o los que lo tienen en forma precaria.
Duhalde además, es uno de los gobernadores del Partido Justucialista más populares por la gran cantidad de obras que realiza. Por eso, para ganar, la Alianza trata de identificar al gobernador con el presidente Menem, de su mismo partido, mientras Duhalde procura diferenciarse.
"Para que gane la Alianza en la provincia de Buenos Aires, se tiene que quebrar la fidelidad al justicialismo de los más pobres", aseguró Roberto Vagman, del Centro de Estudios de Opinión Pública.
Del mismo modo opina el encuestador Enrique Zuleta Puceiro. La Alianza va a ganar si logra convencer a los tradicionales votantes del justicialismo de que deben votar en contra del gobierno nacional, aún cuando no se trata de una elección presidencial, asegura Zuleta.
Pero según el sociólogo Eduardo Fidanza, el problema es que "en el nivel social más bajo, hay una sensación arraigada del trabajo precario" y, por lo tanto, no se culpa al gobierno por la falta de empleo.
Para algunos observadores como Mara Barun, de Mori Internacional, la Alianza podrá volcar la diferencia a su favor si consigue tentar a los tradicionales votantes justicialistas que hoy son "nuevos pobres", es decir aquellos que no sufren la pobreza estructural sino que se volvieron pobres en los últimos años.
En esa puja se mantienen entonces los candidatos de uno y otro partido en vísperas de las últimas elecciones legislativas del gobierno de Menem, la antesala de la gran elección para suceder al presidente que habrá gobernado entonces por 10 años consecutivos para 1999. (FIN/IPS/97
