La cumbre de los presidentes de Estados Unidos y China culminó con acuerdos sobre comercio, seguridad y temas relacionados, pero el debate público sobre derechos humanos continúa enturbiando las relaciones bilaterales.
El presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, sorprendió a muchos observadores y posiblemente a su homólogo chino, Jiang Zemin, al acusar el miércoles a Beijing de estar "del lado equivocado de la historia" por no atenerse a la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Además, pese al tratamiento de honor que Jiang recibió el miércoles en la Casa Blanca, este jueves fue atosigado por legisladores con preguntas sobre la política china con respecto a Tíbet, la libertad de cultos y los abortos forzados, entre otros cuestionamientos que el mandatario respondió en forma evasiva.
Sin embargo, Clinton aceptó levantar el embargo a las exportaciones de tecnología nuclear hacia China, impuesto tras la masacre de la plaza de Tiananmen, en 1989. El cambio de política abre las puertas a la competencia de empresas estadounidenses en el vasto mercado de la energía nuclear china.
"No hubo acuerdos concretos sobre derechos humanos que puedan compararse al pacto sobre la venta de tecnología nuclear", lamentó Sidney Jones, directora ejecutiva de Human Rights Watch/Asia.
"Es lamentable que no se haya hecho mención alguna a la liberación de prisioneros, el acceso al sistema carcelario de China o a su cumplimiento con el tratado sobre el trabajo de reclusos", agregó Jones.
Numerosos activistas criticaron a ambos líderes, que se reunieron el miércoles en la Casa Blanca, por no haber adoptado ninguna medida para mejorar la situación de los derechos humanos en China.
En contraste, observaron, los mandatarios sí lograron un acuerdo marco para negociar el acceso de Beijing a la Organización Mundial del Comercio (OMC), hasta ahora objetada por Washington.
"No se estableció ningún objetivo en materia de derechos humanos, pero sí en el ámbito comercial", se quejó Jones.
Jiang, por su parte, comprometió a China a invertir unos 3.000 millones de dólares en 50 aviones fabricados por la compañía Boeing, de Seattle.
Beijing acordó también permitir la apertura de una oficina de la agencia antidrogas de Estados Unidos en China, además de invitar a agencias y compañías estadounidenses a ayudarle en sus esfuerzos por combatir la contaminación del aire y satisfacer a la vez la creciente demanda de energía eléctrica.
Además, Jiang anunció su intención de suscribir el Acuerdo sobre Información Tecnológica, que expondrá el mercado chino de las comunicaciones y la alta tecnología a la competencia internacional.
Como resultado, los aranceles de China sobre exportaciones estadounidenses por unos 1.400 millones de dólares "caerán de 23 a cero por ciento", anunció Sandy Berger, asesora nacional de seguridad de Clinton. "Se trata de un gran negocio", celebró.
Pero aparentemente el negocio no fue lo suficientemente bueno para que Washington diera su beneplácito al intento de China por ingresar a la OMC.
Aunque Clinton prometió "hacer todo lo posible por incorporar a China a la OMC", los analistas creen que, en realidad, Washington considera que Beijing aún no abrió sus mercados a la competencia extranjera lo suficiente para merecer la entrada a la organización promotora del libre comercio.
"Nuestro acuerdo sobre temas de proliferación nuclear (por el que China accedió la semana pasada a limitar sus vínculos nucleares con Irán) me habilita a levantar la sanción sobre la cooperación nuclear pacífica", dijo Clinton la noche del miércoles.
El acuerdo "promueve nuestros intereses de seguridad nacional. Se debe elogiar a China por su participación en el mismo. La decisión es la correcta", añadió.
Antes de la cumbre, miembros del Congreso y activistas de los derechos humanos presionaron a Clinton para que no levantara la restricción nuclear u otras sanciones estadounidenses impuestas luego de la masacre de Tiananmen.
El miércoles, Clinton se apresuró a señalar que "la única sanción por la plaza de Tiananmen que se levanta es la que refiere a la cooperación nuclear pacífica".
Múltiples compañías estadounidenses hubieran preferido que se retiraran todas las sanciones económicas posteriores a Tiananmen, incluso las que impiden que agencias estatales como Export-Import Bank, la Corporación de Inversiones Privadas en el Exterior y la Agencia de Comercio y Desarrollo apoyen los planes de las firmas estadounidenses para conquistar los mercados chinos.
Sin embargo, líderes de la industria nuclear estadounidense expresaron su beneplácito con el resultado. Michael Jordan, presidente de la corporación Westinghouse, elogió la decisión por "situar a la relación entre Washington y Beijing en el contexto de los intereses mutuos de largo plazo de las dos naciones".
"Por supuesto, Westinghouse está encantada de tener la oportunidad de finalmente poder competir con nuestros rivales extranjeros en el mercado chino de energía nuclear de 60.000 millones de dólares", añadió Jordan.
Las diferencias persistieron entre Clinton y Jiang acerca de la matanza de activistas por la democracia en 1989, a pesar de su amable encuentro y el acuerdo nuclear.
"El trastorno político que tuvo lugar en 1989 alteraba gravemente la estabilidad social y ponía en peligro la seguridad del Estado", aseguró Jiang.
"Por tanto, el gobierno chino tuvo que adoptar las medidas necesarias de acuerdo con la ley para resolver rápidamente la cuestión y asegurar que nuestro país gozara de estabilidad y nuestro proceso de apertura transcurriera sin obstáculos", justificó el líder chino.
Clinton, sin embargo, expresó "un punto de vista muy distinto" sobre la matanza de cientos de manifestantes por la democracia en Tiananmen.
"Creo que lo que ocurrió, sus consecuencias y la continua renuencia (de Beijing) a tolerar el disenso político, impidió que China pudiera lograr el nivel de apoyo político en el resto del mundo que de otra manera hubiera logrado", señaló.
"Mantenemos serias discrepancias (sobre los derechos humanos). Pero ellas no significan que la visita no debería haberse realizado o que no tenemos gran interés en seguir trabajando juntos", enfatizó Clinton.
Con ese fin, los líderes acordaron establecer una línea telefónica directa entre ambas presidencias y reunirse nuevamente en China el próximo año, aunque aún no se fijó fecha para el encuentro.
"Esperamos que el retraso en el anuncio de la fecha indique que China deberá realizar más liberaciones de prisioneros y autorizar un mayor acceso a sus cárceles, antes de que avance el tema de la visita", señaló Jones, de Human Rights Watch. (FIN/IPS/tra-en/aa/fah/ml-aq/ip-if-hd/97