El presidente estadounodense Bill Clinton calificó con un "aprobado" a Venezuela durante la visita de 24 horas que comenzó el día 12, pero al mismo tiempo exigirá más controles contra el tráfico y el narcolavado.
La firma de una Alianza Estratégica contra las Drogas fue uno de los resultados más concretos de la escala de 22 horas de Clinton, y marcó la disposición de Venezuela a cooperar en forma creciente con Washington en su esquema anti narcotráfico.
Por el territorio de Venezuela pasan más de 100 de las toneladas de drogas ilícitas que cada año ingresan a Estados Unidos, así como precursores químicos con destino final a Colombia, en cantidades que las autoridades aún no precisan pero consideran "importantes".
El lavado de dinero proveniente de esa actividad es otro dolor de cabeza, calculándose que en Venezuela se "blanquean" anualmente entre 2.000 y 3.000 millones de dólares anuales, correspondiendo esta última cifra a estimados que autoridades estadounidenses presentaron en la Bolsa de Caracas en 1995.
Venezuela ha obtenido sin embargo la certificación que el gobierno estaounidense otorga a modo de boleta de calificación a los países desde donde se despachan drogas a Estados Unidos, al contrario de la vecina Colombia.
"Tenemos que identificar cómo trabajar en conjunto, respetando siempre la soberanía de los países pero no permitiendo que ésta haga que perdamos en la lucha contra el narcotráfico", explicó el embajador estadounidense en Caracas, John Maisto.
Venezuela también aporta a esa plataforma enfoques cada vez más globales y coincidentes con los de Estados Unidos. "No somos partidarios en absoluto de legalizar el consumo de drogas porque eso sería narcotizar al planeta", dijo el ministro-presidente de la Comisión Nacional Antidrogas, Carlos Tablante.
Entre quienes aplaudieron el viernes más satisfechos las palabras del ministro durante la apresurada inaguración de la nueva sede de la Comisión estuvo el embajador Maisto.
Pasos como éstos ha ido acumulando Venezuela a modo de puntos para la certificación anual, por sus propios intereses antidrogas y para "desnarcotizar" la agenda de temas pendientes, en la que destacan comercio, inversiones y propiedad intelectual. Además de que siempre la relación bilateral está signada por el petróleo.
Son pasos pequeños, sin producir cambios bruscos en leyes o en instituciones de Venezuela, si bien Tablante tiene por primera vez en los diez años de vida de la Comisión rango de ministro.
De su vieja y estrecha sede se mudó, 48 horas antes de llegar Clinton, a otra más adecuada al desarrollo de planes de prevención, represión, educación y rehabilitación. Entre ellos, un estudio sobre consumo de drogas en la población, para el que Estados Unidos donó 250.000 dólares.
La cooperación policial es visible. Informada por la DEA (agencia antidrogas de Estados Unidos), la Guardia Nacional capturó hace tres meses en uno de los puertos venezolanos a un carguero procedente de Colombia con cinco toneladas de cocaína.
La debatida participación militar en la lucha antidrogas es la mejor muestra de esta "cooperación sigilosa". En las Fuerzas Armadas de Venezuela, como en las de otros países latinoamericanos, existe una "natural resistencia" a devenir en una fuerza policial antinarcóticos.
"Nuestras fuerzas armadas no pueden convertirse en simples policías antidrogas, nos hemos opuesto a esa posibilidad y es una posición firmemente rebatida a Estados Unidos por toda Latinoamérica", dijo el ministro de Defensa, el vicealmirante Tito Rincón.
La razón está en episodios como el de la militar Guardia Nacional, que por sus funciones policiales fue dotada por una división antidrogas, y ha visto cómo su desempeño ha sido empañado por sombras sobre un general que la dirigió y está involucrado en un juicio por narcotráfico en Miami.
En 1991 y 1992 Venezuela instaló dos radares estadounidenses, en extremos este y oeste de sus costas sobre el Caribe, destinados a perseguir aeronaves sospechosas de traficar con drogas.
El debate sobre lo que tenía de injerencia militar extranjera fue rápidamente sofocado: los operarios serán uniformados venezolanos.
Desde 1993, y con ayuda de aeronaves estadounidenses desde 1995, los militares han emprendido la destrucción de centenares de hectáreas sembradas con hojas que pueden servir a la fabricación de drogas en la Sierra de Perijá, que al nororeste marca parte de la frontera con Colombia.
Estados Unidos ha entregado helicópteros y otros equipos para apuntalar esa lucha antidrogas.
Hace dos meses, Caracas y Washington suscribieron un convenio para autorizar que la Marina estadounidense pueda abordar e inspeccionar naves sospechosas de cualquier bandera en aguas de las zonas contiguas al mar territorial venezolano.
Desde el poder judicial, un gesto vistoso fue la rápida entrega a Estados Unidos del narcotraficante colombiano Justo Pastor Perafán, hace cuatro meses. Pero Washington aguarda más y lo remarcará durante la visita de Clinton.
Tablante pidió al jefe de la oficina antidrogas de Washington, Barry Mac Caffrey, "más cooperación, espíritu multilateral y efectividad interna en el combate a las drogas", porque Estados Unidos es el gran consumidor "y la mayor lavandería" de los narcodólares.
Mac Caffrey, por su parte, planteó aspectos del insuficiente control en las actividades de lavado del narcotráfico, detectadas en casinos y sector inmobiliario, o la falta de controles frente al tráfico y los precursores químicos, desde y hacia Colombia.
Sin embargo, en general la conducta de Venezuela es de aquiescencia, aun con lentitud, hacia las peticiones de Washington. Y esa actitud le hizo ganar el aprobado de Clinton durante su escala en Caracas. (FIN/IPS/jz/dg/ip/97