Culminada la cumbre de jefes de gobierno de la Comunidad Británica de Naciones (Commonwealth), quedó en el aire la frustración por su inacción contra Nigeria y una interrogante sobre la utilidad de la agrupación.
Cuarenta y ocho años después de la creación de la Commonwealth moderna, su concentración en temas de comercio e inversión en la cumbre de Edimburgo generó especulaciones sobre la posibilidad de que la organización se esté transformando en un nuevo bloque comercial.
En el plano político, la falta de aprobación de sanciones contra Nigeria, acusada de flagrantes violaciones a los principios democráticos, generó también acusaciones de debilidad.
Al mismo tiempo, la adopción de recomendaciones para ampliar el mandato de su Grupo de Acción Ministerial, creado para controlar a los países miembros antidemocráticos, hace pensar a algunos que la Commonwealth podría convertirse en un observador de los derechos humanos y de elecciones.
En Edimburgo, la oposición del secretario general de la Commonwealth, Emeka Anyaoku, a cualquier sanción contra Nigeria le valió acusaciones de "blando" con la dictadura militar del país africano.
A veces parece que la comunidad no hace nada bien, y que se trata sólo de un grupo de ex colonias británicas cuyos gobernantes se reúnen cada dos años para una gran fiesta.
Aunque las cumbres suelen ser sumamente costosas (la última costó casi cinco millones de dólares), no se caracterizan por la importancia de sus decisiones políticas y económicas.
La Commonwealth es mucho más efectiva en el intercambio de asistencia técnica entre sus países miembros, que procura acelerar el ritmo del desarrollo económico de las naciones más pobres.
A veces, el diálogo también sirve. En una de las últimas sesiones ejecutivas de la cumbre, el presidente de Zimbabwe, Robert Mugabe, recordó al primer ministro británico y anfitrión de los gobernantes, Tony Blair, que Gran Bretaña asumirá pronto la presidencia de la Comisión Europea.
Mugabe señaló que ambos mandatarios estarán sentados en lados opuestos de la mesa de renegociación de los acuerdos de Lomé, que concretaron un pacto de ayuda entre la Unión Europea y países de Africa, el Caribe y el Pacífico (ACP).
Luego, en un diálogo franco entre Norte y Sur que sólo es posible en la Commonwealth, Mugabe dijo a Blair que confía en que Gran Bretaña apoyará la causa de las naciones de ACP.
"En esta cumbre, Blair se informó bien sobre las preocupaciones de los países en desarrollo", dijo una fuente de la Commonwealth.
Así mismo, existe optimismo oficial sobre la Declaración Económica de la cumbre, a pesar de las reservas expresadas por organizaciones no gubernamentales debido a la prédica de la comunidad sobre los principios de libre mercado.
Especialmente afectados en este caso serían los países que no tienen demasiada inversión privada y corren riesgo de arruinarse económicamente debido a los dictados de la "policía comercial" de la Organización Mundial del Comercio.
"Las conversaciones sobre temas económicos fueron especialmente constructivas", manifestó Anyaoku en sus palabras finales el lunes. "El idioma consensual de la Commonwealth será útil en las próximas negociaciones mundiales".
Aunque la declaración económica no es un documento obligatorio, un diplomático de un país en desarrollo señaló que el respaldo que países ricos y pobres brindaron a la misma le otorga "cierto aire de santidad".
"Entiendo que esta fue la cumbre más armoniosa en muchos años", señaló Blair antes de retornar a Londres.
La apreciación del primer ministro británico quizá haya sido exagerada. El encuentro que comenzó el pasado sábado y terminó el lunes estuvo marcado por múltiples discusiones acaloradas entre países del Norte industrial y el Sur en desarrollo.
No son muchos los países industrializados que integran la Commonwealth. Australia, Canadá y Gran Bretaña componen el denominado Grupo ABC.
Nueva Zelanda tiene una economía agrícola de elevado desarrollo. Singapur y Malasia encabezan las economías de los "tigres" del sudeste asiático y el sultán gobernante de Brunei es uno de los hombres más ricos del mundo.
En un ámbito intermedio se encuentran las grandes economías en desarrollo como las de India, Sudáfrica y la desacreditada Nigeria. Pero el grupo más grande dentro de la Commonwealth está constituido por 32 pequeños estados en desarrollo diseminados por todo el mundo.
La mayor utilidad de la Commonwealth radicaría en la ayuda que podría otorgar a estos países en la esfera nacional e internacional, señalan analistas.
"A pesar de su nuevo enfoque sobre los derechos humanos y su papel de observador de elecciones en todo el mundo, la Commonwealth sólo gasta entre 12 y 15 por ciento de su presupuesto en asuntos políticos de ese tipo", informó un funcionario de la agrupación.
Casi "80 por ciento del dinero se destina sólo al desarrollo", observó.
Por ejemplo, la cumbre de Edimburgo creó un Fondo del Sur de Asia con 200 millones de dólares para invertir en países de esa región, que incluye a naciones pequeñas y pobres como Bangladesh, las Maldivas y otros que no integran la Commonwealth, como Nepal y Bhután.
Además, la cumbre resolvió un modesto incremento del presupuesto del Fondo Técnico de la Commonwealth. Canadá prometió un aumento de nueve por ciento de su contribución y el sultán de Brunei también accedió a incrementar su aporte. Anyaoku reconoció que no preguntó cuánto sería el aporte de Brunei.
La Commonwealth parece estar buscando a tientas una identidad más duradera, varios años después de haber tenido un papel importante en la imposición de sanciones acordadas a nivel internacional contra el régimen del apartheid de Sudáfrica.
La falta de medidas contra Nigeria no ayuda. En el peor de los casos, de acuerdo con sus críticos más apasionados, la agrupación se parecería a un club con pretensiones o a un lugar donde se habla mucho pero se hace poco.
En el mejor de los casos, la Commonwealth puede ofrecer cierta ayuda a sus miembros más pequeños, pobres y marginados, como aquellos que dependen totalmente de sus exportaciones de banano para conseguir divisas.
Estas naciones esperan que, más allá de los vínculos históricos, el idioma en común y la preferencia por el té, los países ricos y poderosos tomen una posición conjunta con los pobres y débiles en la era de la globalización. (FIN/IPS/tra-en/dds/rj/ml-aq/ip/97