El miedo se apoderó de los habitantes de la capital de México. Mientras la delincuencia crece en forma indetenible, las autoridades reconocen que la prometida "guerra contra el hampa y la corrupción policial" no surte efecto.
Barrios en manos de bandas de delincuentes, policías asesinos, asaltos en pleno día, ejecuciones, violaciones y decenas de otras expresiones de violencia se repiten día tras día.
Nadie está a salvo. En los últimos meses un hermano del secretario de Hacienda fue asesinado en la entrada de su casa, un diputado asaltado en las puertas de la Secretaría de Gobernación y representantes de gobiernos extranjeros sufrieron robos al salir del aeropuerto de la capital mexicana.
Además, periodistas fueron secuestrados y amenzados por policías.
Con 648 delitos reportados cada día, la capital se transformó los dos últimos años en la ciudad más violenta de México y en una de las más peligrosas de América Latina. Según documentos oficiales, es hoy la tercera ciudad en el mundo en homicidios respecto del número de habitantes.
Las autoridades mexicanas informaron este jueves que detuvieron a 19 policías, pertenecientes a cuerpos de élite entrenados por instructores colombianos e israelitas, involucrados en la tortura y ejecución de varios jóvenes con antecedentes penales.
Los policías arrojaron los cadáveres de los jóvenes en sitios despoblados luego de quemarles la cara y mutilar sus extremidades para evitar que fueran indentificados.
El tema de la inseguridad está presente en todos lados. Cada vez sale menos gente de noche, muchos portan armas o paralizantes, otros llevan guardespaldas, los automóviles se equipan con sofisticadas alarmas y las empresas de vigilancia privada viven su mejor momento económico.
Portavoces de partidos políticos, organizaciones humanitarias, empresarios, medios de comunicación y la Iglesia Católica se declaran indignados ante la creciente ola delictiva y exigen medidas enérgicas.
El gobernador electo de la capital, el centroizquierdista Cuauhtémoc Cárdenas, quien asumirá en diciembre, declaró que la seguridad será prioridad en su gestión. Si se falla en ese ámbito, cualquier ambición política futura quedará definitivamente anualada, apuntó.
El presidente Ernesto Zedillo ubicó en junio de 1996 a militares en altos puestos de la policía capitalina, con el objetivo de frenar a los delincuentes. Pero más de un año después, las estadísticas indican que la situación no ha mejorado.
Las violentas y espectaculares redadas en barrios peligrosos, las detenciones sin órdenes judiciales, las promocionadas purgas dentro de la policía y la preparación de agentes en cuarteles militares sólo han generado críticas de parte de grupos humanitarios.
"La seguridad en la capital vive una de sus peores crisis en la historia. Las instituciones legalmente responsables fracasan en sus objetivos y la sociedad tiene miedo, desconfianza, intranquilidad y desesperación de vivir en un lugar cada vez más violento", dijo Ernesto López, experto en seguridad pública.
Y es que la población no sólo teme a los delincuentes. Muchas veces, los encargados de proteger a la población parecen más peligrosos.
Un estudio de la Secretaría de Contraloría y Desarrollo Administrativo, realizado el año pasado en base a encuestas a policías y revisión de documentos sobre salarios, demostró el alto grado de corrupción existente en los cuerpos de seguridad.
La investigación indica que policías cuyo salario no llega a los 350 dólares mensuales realizan gastos cuatro veces mayores.
En las entrevistas, realizadas con garantía de anonimato, la mayoría de policías pertenecientes a rangos inferiores reconocen que si no asaltan a ciudadanos y delincuentes, con los que en muchos casos concertan acciones, no tendrían dinero para mantener a sus familias.
En cuanto a la imagen que proyectan a la sociedad, los policías sostienen que no les importa demasiado, pues su prioridad es conseguir dinero. (FIN/IPS/dc/ag/ip/97