A gran velocidad el balneario mexicano de Acapulco recobra el brillo de sus grandes hoteles, restaurantes y lujosas casas, afectadas por el paso del huracán Paulina, pero para los damnificados, las víctimas de la negligencia y la corrupción política, el drama se prolongará por meses.
"Murió mi hijo mayor y nos quedamos sin nada. Por Dios, ¿porqué no avisaron que el huracán sería tan fuerte?", dijo Guadalupe Ojeda, dueña de una pequeña casa construida de tierra y láminas de aluminio que fue arrasada por los vientos y las grandes corrientes de agua y lodo.
Ojeda, como miles de personas de escasos recursos, levantaron sus viviendas en los cerros que rodean la bahía de Acapulco, donde no hay servicios y la tierra es frágil, azuzados por políticos que pedían su voto o simplemente porque no tenían otro lugar donde vivir.
Hoy, la mayoría está hacinada en albergues y espera que se cumpla la promesa oficial de darles un nuevo lugar donde vivir. Mientras, los adinerados hoteleros y dueños de complejos turísticos, apoyados por autoridades, tienen ya casi listas sus intalaciones para recibir a visitantes.
El huracán Paulina, que tocó las costas del Pacífico mexicano el día 9, no provocó mayores daños en los hoteles y las lujosas zonas residenciales de Acapulco, como Punta Diamante, donde tienen casas artistas del cine y la televisión local e internacional, pero sí fue destructivo en los barrios pobres.
Diversos funcionarios del gobierno del presidente Ernesto Zedillo exhortaron el lunes a los políticos a no aprovechar la tragedia ni buscar responsables, porque, según él, no hubo improvisación, y concentrase en ayudar a las zonas afectadas y entregar apoyo a los albergues.
Según Protección Civil, los habitantes de la barriadas pobres de Acapulco se resistieron al desalojo, previsto en su momento.
Decenas de daminificados, entrevistados por la prensa, dicen que jamás se les avisó del peligro y menos aun se les pidió abandonar sus hogares. Lo mismo señalaron asociaciones empresariales y medios de comunicación.
La Cruz Roja y autoridades municipales informaron que el paso de Paulina dejó en los estados de Guerrero y Oaxaca, donde se ubican Acapulco y otros importantes centros turísticos, 490 muertos, 400.000 damnificados y más de 350 desaparecidos.
El gobierno, en cambio, habla de 173 muertos, 320.000 damnificados y 120 desaparecidos.
En la Cámara de Diputados la oposición indicó que investigará la "evidente" negligencia mostrada frente a Paulina y la actuación de autoridades que permitieron la construcción de casas en zonas de riesgo y que ahora pretenden desvirtuar la dimensión de la tragedia.
Más allá de la polémica generada entre autoridades y oposición, se prevé que el drama para los damnificados se prolongará por meses.
A la falta de vivienda, se añaden problemas inmediatos como la caencia de agua potable y alimentos y la amenaza de brotes de dengue, dermatitis y cólera.
"Sería mentiroso o demagógico si dijera que los problemas serán resueltos de un día para otro. Eso es físicamente imposible, aunque estuvieran invertidos aquí todos los recursos de la nación", reconoció el presidente Zedillo, quien visitó las zonas afectadas el fin de semana.
Autoridades municipales de Guerrero y Oaxaca se quejaron las últimas horas de que la ayuda del gobierno se concentró en las zonas turísticas de playa. En la región de la montaña hay miles de personas aisladas, denunciaron.
Para "difundir una imagen positiva de Acapulco", llamar al turismo y ayudar a los damnificados, hoteleros y dueños de restaurantes y comercios del balneario formaron el Comité para la Reconstrucción y Prodignificación de Acapulco.
Portavoces del nuevo organismo afirmaron que la corrupción del gobierno y de los líderes políticos agravaron los daños causados por Paulina.
"Muchos nos dimos cuenta de lo que se venía con el huracán, sin embargo faltaron labores de previsión", manifestó César Bajos, líder de los empresarios de Acapulco. (FIN/IPS/dc/dg/pr/97