Un Che de bronce y siete metros de altura, sobre un alto pedestal, da la bienvenida hace nueve años a todo el que llegue a esta ciudad situada en el mismo centro de Cuba.
Santa Clara, el sitio donde desde el viernes descansan los restos del guerrillero cubano-argentino y de sus seis compañeros de lucha muertos en 1967 en Bolivia, es desde hace décadas la ciudad cubana de Ernesto Che Guevara.
Capital de la provincia de Villa Clara, la ciudad fue fundada en 1689 al pie de un árbol de tamarindo por colonizadores españoles. Primero se llamó Los Dos Cayos, después Pueblo Nuevo de Antón Díaz y, definitivamente, Gloriosa Santa Clara.
Allí, a 300 kilómetros de La Habana, el Che ganó su más importante batalla militar y conoció el amor de Aleida March, la mujer que con la que tendría sus cuatro hijos cubanos: Aleida, Camilo, Celia y Ernesto.
"La verdad es que hubiera sido mejor que regresara vivo", dice Ramón Castillo, quien a sus 58 años tiene aún nítidos los recuerdos de los tiempos en que "el Che aparecía de vez en cuando por Santa Clara y paraba en casa de la familia March".
Castillo es una de las tantas personas que forman la fila que se extiende casi un kilómetro por el centro de Santa Clara para desfilar ante los restos del Che y sus compañeros de combate.
A treinta años de su muerte, los restos fueron encontrados e identificados por un equipo de científicos cubanos y argentinos en junio de este año y trasladados finalmente a Cuba desde Bolivia el 12 de julio.
Junto a Guevara están las osamentas de los cubanos Olo Pantoja, René Marínez Tamayo, Alberto Fernández Montes de Oca y Carlos Coello, del boliviano Simón Cuba y del peruano Juan Pablo Chang.
Bulliciosos por naturaleza, alegres hasta en los peores momentos, capaces de reírse hasta de las desgracias, los habitantes de este país caribeño dejan por una vez que el silencio reine y la solemnidad se imponga.
"Alegría y dolor… todo eso al mismo tiempo", dice Zoraida Gómez, ingeniera de 39 años, a lo mejor sin darse cuenta que está casi repitiendo la frase del Che en su carta de despedida al presidente cubano Fidel Castro en 1965.
La ciudad, con unos 210.000 habitantes, se preparó para este momento. Se pintaron las casas, se repartieron carteles con la foto del Che y se preparó el mausoleo en la base de la estatua que fuera terminada en 1988 con el bronce que donaron los pobladores.
Se estima que más de un cuarto de millón de personas han asistido a los homenajes desde que se iniciaron en la capital cubana el día 11 y continuaron en Santa Clara desde el miércoles con la asistencia de representantes de otras provincias cercanas.
"El Che sigue siendo algo especial para gran parte de la población en este país y eso es algo que hasta los opositores del gobierno deben respetar", comentó un cubano que se catalogó como "desvinculado" del proceso revolucionario.
Miles de personas acudieron al paso del cortejo fúnebre que recorrió el martes los 300 kilómetros que separan las dos ciudades, los mismos que a la inversa cubrió el Che cuando el 1 de enero de 1959 recibió la orden de marchar sobre La Habana.
El Che salía victorioso de Santa Clara tras dirigir la única gran batalla clásica protagonizada por una de las columnas del Ejército Rebelde, fundado por Castro, en la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista (1952-1958)
Cuentan los anales de historia que Batista concentró en esa ciudad 3.000 hombres armados con fusiles automáticos, ametralladoras ligeras y pesadas, bazucas, morteros, 10 tanques, 10 tanquetas, abundante material de guerra y aviones.
Para atacar Santa Clara el Che tenía unos 200 hombres, buena parte de ellos arrastraban el cansancio de cientos de kilómetros de marcha y enfrentamientos, armados con fusiles M-1 Gerand, carabinas M-1 y M-2, ametralladoras calibre 30,06 y una bazuca.
El comandante dijo que en Santa Clara "desayunaríamos soldados, almorzaríamos aviones y comeríamos tanques", contó hace algunos años el entonces capitán de la columna de Guevara, Joel Iglesias Leyva.
Y los villaclareños brindaban sus casas a los rebeldes para que éstos rompieran las paredes y pudieran pasar de una vivienda a otra en busca de mejores posiciones de tiro, según uno de los veteranos, Oscar Fernández Mell.
"Yo tenía seis años cuando el Che murió y crecí con la versión de que había sido incinerado y sus cenizas tiradas sobre la selva boliviana. Nunca pensé que sus restos pudieran aparecer", dijo a IPS Miguel Díaz Canell, secretario del gobernante Partido Comunista de Cuba en Villa Clara.
Oriundo de esa ciudad, graduado universitario de 36 años, Díaz Canell integra el Comité Central del PCC y fue definido como "cheísta" por la hija de Guevara, Aleida, al referirse a un grupo de dirigentes jóvenes en la isla.
"El tiempo se ha detenido en Cuba pero el mundo ha cambiado", dijo el portavoz del Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos, James Rubin, sobre los homenajes que se realizan en Cuba al Che Guevara.
Rubin afirmó que cosas como éstas no van "a cambiar el deseo y la necesidad de la gente de acceder al mundo moderno" y aseguró que los tributos "suenan como de la época de la guerra fría".
Pero para muchos cubanos, al tiempo que se aleja de la idealización absoluta de décadas pasadas, el Che sigue simbolizando lo más puro de la revolución que llegó al poder en 1959.
Expertos en la isla aseguran que ha llegado el momento de rescatar el pensamiento guevariano en toda su dimensión, incluyendo sus lecciones críticas sobre el socialismo real, algunas de ellas no publicadas en Cuba.
"No fue un hombre perfecto. Cometió errores como todo el mundo. Pero supo ser crítico consigo mismo y vivía como cualquier persona, sin permitirse ni un privilegio", afirma Milene García, una joven de 17 años que quiere estudiar sociología.
En Santa Clara todo recuerda al Che. La Plaza de la Revolución, que en casi todas las capitales de provincia cubanas se dedican a héroes de las guerras de independencia contra España, aquí se consagra a Guevara.
Donde la línea del ferrocarril atraviesa la ciudad están como en un gran museo al aire libre los vagones que recuerdan el tren blindado que fuera descarrillado por la columna del Che a finales de diciembre de 1958.
Un sencillo monumento lo recuerda en cada uno de los pueblos que el Che liberó durante su campaña de Las Villas, como se llamaba entonces el territorio que hoy cubren las provincias de Villa Clara, Cienfuegos y Santi Spíritus, estas últimas a 336 y 386 kilómetros de La Habana respectivamente.
Para Díaz Canell no puede ser de otra manera, pues esta ciudad "vio andar al Che por sus calles, sin ningún protocolo, sin nada que abandonara ese tránsito normal de jefe y amigo de la gente". (FIN/IPS/da/dg/ip-pr/97