El papa Juan Pablo II dio hoy en esta ciudad de Brasil nuevas armas a su iglesia para defender el matrimonio indisoluble, con una incursión doctrinaria a favor de la familia cristiana en un campo de batalla totalmente adverso.
Rio de Janeiro es una ciudad conocida por sus costumbres liberales, que se expresan en el carnaval, índices elevados de divorcio y una cultura iconoclasta.
Oponiéndose frontalmente al canon católico, 74 por ciento de la población metropolitana de Rio de Janeiro es favorable al casamiento de sacerdotes, 54 por ciento al sexo antes del matrimonio, 76 por ciento al aborto en casos de estupro o riesgo de vida y 84 por ciento al uso de anticonceptivos.
Ese fue el resultado de una encuesta hecha hace dos semanas por un instituto especializado para el Jornal do Brasil, uno de los grandes diarios de la ciudad.
En ese entorno es que el Papa reafirmó este sábado, en su homilía durante una misa para 5.000 personas en la Catedral de Rio de Janeiro, la "indisolubilidad del matrimonio" como un mandamento de Cristo, citando varias partes de la Biblia.
El ser humano no puede separar lo que Dios unió "como una sola carne" según consta en el libro del Génesis, destacó.
"Hoy parece que los enemigos de Dios, más que atacar frontalmente al Autor de la creación, prefieren confrontarlo en sus obras", dijo el Papa refiriéndose a la familia y a la vida humana, al clausurar el viernes el Congreso Teológico Pastoral que por tres días reunió 2.500 religiosos de todo el mundo.
Juan Pablo II condenó "la secularización creciente y el hedonismo reinantes" en una cultura que "no admite la trascendencia del hombre" y "subvierte la fidelidad conyugal y el respeto a la vida, en todas las fases de su existencia".
"En torno a la familia y a la vida se entabla hoy el combate fundamental de la dignidad del hombre"', advirtió.
El matrimonio unido "hasta que la muerte lo separe" que la iglesia intenta conservar enfrenta en todo el mundo evoluciones culturales desfavorables y una realidad que socavó sus bases socioeconómicas, según la investigadora Maria Coleta Oliveira.
La creciente inserción de la mujer en el mercado de trabajo, con ingresos estables, conspira contra esa unidad familiar tradicional, señaló Coleta, coordinadora del Núcleo de Estudios de Población de la Universidad de Campinas, a cien kilómetros de Sao Paulo.
El nivel de vida de una familia de clase media, en países como Brasil o más industrializados, con un consumo diversificado, "depende ahora del sueldo de más de un adulto". Eso cambió la condición de la mujer y le dio posibilidades de dejar una relación afectiva insatisfactoria, concluyó la experta.
Desapareció así el cuadro favorable a la familia estable que ofrecían la economía agrícola y las primeras ondas de industrialización, en las que solo el marido aportaba el dinero para la sobrevivencia del grupo.
"La lucha obrera tenía entre sus metas mantener o sacar a la mujer de las fábricas", sostuvo Coleta. El mismo concepto de salario mínimo correspondia al modelo de un sueldo suficiente para mantener el matrimonio y los hijos, añadió.
Extinta o reducida la dependencia económica de la mujer, el divorcio se hizo más facil y frecuente. La cuestión afectiva ganó más peso como factor de estabilidad del matrimonio en detrimento del aspecto financiero, evaluó.
Entre los más pobres ya era así, porque "la mujer siempre tuvo más autonomía que en las capas medias", al tener que trabajar como empleada doméstica, costurera u otras tareas para contribuir al sostén familiar, recordó Coleta.
En consecuencia, las estadísticas muestran gran cantidad de familias cuyos jefes son mujeres en los sectores más pobres de la población de Brasil.
Un censo hecho por un organismo sindical a comienzos de año comprobó que mitad de las familias de ingresos más bajos de Sao Paulo son encabezadas por madres, la mayoría separadas de sus parejas.
Las encuestas y estadísticas apuntan que los conceptos de matrimonio y familia defendidos por el Papa y su iglesia se aleja cada día más de la realidad. Pero tiene su aspecto positivo si se presenta solo "como una alternativa, sin pretenderse el único modelo aceptable", según Coleta.
La familia sigue importante como "unidad económica, de consumo y de solidaridad para la vida", advirtió.
Su desagregación rápida desorganiza la sociedad, que aún no creó nuevas formas sustitutas para asegurar derechos, protección social, seguros y otras cuestiones que aún pasan por los vínculos familiares, concluyó. (FIN/IPS/mo/mj/pr cr/97