CHINA-EEUU: Jiang intentará enterrar mala imagen post Tiananmen

El presidente de China, Jiang Zemin, tratará en su visita a Estados Unidos este mes de consolidar el cambio de óptica de su par Bill Clinton hacia su gobierno y aventar el fantasma de la masacre en la plaza Tiananmen en 1989.

Esta cumbre se considera entre las más importantes desde que la caída del muro de Berlín, también en 1989, puso fin a la guerra fría. Jiang llegará al estado de Hawaii el día 26 y al continente el 28.

El presidente pondrá a prueba su estatura como líder supremo chino, tras la consolidación de su base de liderazgo al concluir el 15 Congreso del gobernante Partido Comunista el mes pasado.

Jiang es el primer líder chino que viaja a Estados Unidos desde que Deng Xiaoping visitó en 1979 al entonces presidente Jimmy Carter. Deng, fallecido en febrero, es considerado el dirigente que acabó con el aislamiento de China y el arquitecto de sus revolucionarias reformas de mercado.

Pero esa buena imagen se disolvió al mismo tiempo que las manifestaciones estudiantiles prodemocráticas en Tiananmen a manos de las fuerzas de seguridad chinas en junio de 1989, a sangre y fuego. Poco después, Jiang fue designado por Deng jefe del Partido Comunista.

Dos decenios después de la visita de Deng a Carter, Jiang es el líder que puso fin al relacionamiento chino-estadounidense construido sobre los sangrientos cimientos de Tiananmen.

Su viaje constituye una campaña para mejorar la imagen de China en Estados Unidos. Además de firmar algunos acuerdos, se reunirá con integrantes del Congreso y empresarios, pronunciará un discurso en la Universidad de Harvard y visitará monumentos históricos.

El ministro chino Lee Kwan Yew sostuvo el mes pasado en Singapur que una cumbre exitosa será un buen augurio para todo el planeta. "Ninguna relación bilateral influenciará tanto en el futuro como la que se forja entre China y Estados Unidos", dijo.

Pero los expertos se preguntan qué alcance podrán tener esos logros en medio de la persistente mención a la "amenaza china" en medios de comunicación y el Congreso estadounidense.

En eso también influye la aspiración de Beijing a que Taiwan retorne al redil, considerada por muchos en Washington una bomba de tiempo que pone en peligro las relaciones entre las dos potencias.

El ministro de Relaciones Exteriores de China, Qian Qichen, informó que la cumbre tiene el objetivo de "establecer una relación chino-estadounidense de sociedad constructiva orientada hacia el siglo XXI".

La última reunión entre Jiang y Clinton ocurrió durante la cumbre del Foro de Cooperación Económica de Asia y el Pacífico (APEC) en Manila, en noviembre de 1996, pero no supuso grandes mejoras a la relación tras la decisión de Washington de otorgar un visado al presidente de Taiwan, Lee Teng-hui, en 1995.

Esta vez, Beijing aspira a que la visita transcurra en un clima favorable. De hecho, el gobierno comunista inspiró una serie de artículos en la prensa gubernamental que reseñan los muchos progresos en las relaciones bilaterales registrados en los últimos 25 años.

"La cumbre tendrá un éxito moderado pero muy amplio", dijo David Lampton, presidente del Comité Nacional Chino- Estadounidense, la más antigua de las organizaciones no gubernamentales de Estados Unidos con el objetivo de mejorar las relaciones con China, Taiwán y Hong Kong.

En la ocasión, se abordarán numerosos asuntos, como la intención de China de ingresar como miembro pleno a la Organización Mundial de Comercio, la proliferación de armas nucleares y los derechos humanos.

Los expertos no prevén cambios repentinos en el vínculo o grandes iniciativas diplomáticas. Pero la importancia de un encuentro cara a cara entre los dos líderes no puede subestimarse.

Un asunto que preocupa a ambas partes es el dilema de Taiwan, la isla de 21 millones de habitantes a la que China considera una provincia renegada.

Estados Unidos está comprometido a reconocer a Beijing como único gobierno legítimo de China, y desde 1972 declaró a Taiwan con toda formalidad como "parte inseparable" del gigante asiático.

Pero la realidad de 1972 no es la de 1997. Embarcada en un proceso de democratización que ya lleva diez años, Taiwan está desarrollando su propia identidad.

Una investigación efectuada en 1992 reveló que 44 por ciento de los habitantes de la isla se consideraban chinos, y apenas 17 por ciento taiwaneses. Pero en 1997, casi 33 por ciento se dicen taiwaneses y 22 por ciento, chinos.

En lo que muchos consideran un proceso de autoafirmación, el opositor Partido Democrático Progresista, que apeló en sus campañas electorales a la conciencia taiwanesa, tiene autoridad local sobre más de la mitad de la población de la isla.

A excepción del aún no resuelto conflicto en la península de Corea, los expertos consideran que ningún otro problema internacional involucra tanto a Estados Unidos, China y Japón como Taiwan.

Por eso, no fue una sorpresa que Beijing reaccionara con malestar ante el nuevo pacto de defensa entre Tokio y Washington a fines de septiembre. El acuerdo asigna mayores funciones a Japón en el respaldo a tropas estadounidenses tanto en períodos de paz como en eventuales crisis.

Pero Beijing considera que el pacto se dirige en su contra y está preocupada de que sea invocado en un conflicto en el estrecho de Formosa. La agencia gubernamental de noticias Xinhua criticó a Japón por acceder al convenio y calificó la inclusión de Taiwan de "ridícula".

Aún está fresco en la memoria el envío a las cercanías de Taiwan de dos aviones cargueros militares estadounidenses en marzo de 1996, cuando China desarrollaba amenazadores ejercicios bélicos en la zona.

Ese fue el despacho de fuerzas navales estadounidenses a Asia oriental más abultado desde el fin de la guerra de Vietnam. "Esto enseñó a Beijing que las relaciones chino-estadounidenses no se tratan solo de derechos humanos o déficits comerciales, sino de guerra y de paz", sostuvo Lampton. (FIN/IPS/tra- en/ab/js/mj/ip/97

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