La gira sudamericana del presidente Bill Clinton está centrada en el comercio regional, pero no podrá evitar temas globales, como el calentamiento de la tierra, especialmente en Brasil, una potencia ambiental más que económica.
La oportunidad infrecuente de tal visita presidencial debe servir para un examen de las cuestiones que más afectan el mundo de hoy, incluyendo cambios en el sistema de Naciones Unidas, donde Brasil pretende un asiento permanente en el Consejo de Seguridad, la inestabilidad financiera y el narcotráfico.
La proximidad de la reunión decisiva sobre Cambios Climáticos, fijada para diciembre en Kioto, Japón, realza la importancia de ese tema ambiental, en el que Washington y Brasilia presentan fuertes discrepancias.
En Estados Unidos se concentra la más fuerte resistencia a una reducción, sin dilaciones, de la emisión de gases que provocan el efecto invernadero y que están lentamente elevando el promedio de la temperatura del planeta.
Brasil considera indispensable fijar metas urgentes para esa reducción, con el objetivo de evitar el calentamiento previsto por los expertos, de tres grados centígrados en la superficie de la tierra hasta el año 2100.
Eso representaría graves daños para los países tropicales, especialmente en la agricultura, la desaparición de países isleños y de tierras costeras, por el deshielo en los polos Artico y Antártico que elevaría el nivel de los océanos.
La Convención sobre Cambios Climáticos, firmada en la Cumbre Mundial sobre Medio Ambiente que tuvo lugar en Rio de Janeiro en 1992, establece el compromiso de reducir las emisiones de gases en comparación con el volumen que cada país emitía en 1990.
Pocos países estabilizaron o redujeron sus emisiones desde 1992, especialmente del dióxido de carbono, principal causa del efecto invernadero. Se busca ahora fijar el porcentaje y los plazos, además de castigos en caso de incumplimiento.
Brasil propone que la responsabilidad de cada país sea medida en función de las emisiones acumuladas en los últimos 150 años y que se aplique el principio de "quien contamina paga".
Esa fórmula permite una atribución justa de los costos para la solución del problema, generado básicamente por las "emisiones actuales y pasadas" de los países industrializados, argumentó el ministro brasileño de Ciencia Y Tecnología José Israel Vargas, que coordinó la elaboración de la propuesta.
Los países en desarrollo, que sólo recientemente pasaron a emitir gases qur provocan calentamiento, serían así eximidos de compromisos o asumirían metas más blandas y a mayor plazo.
Las multas a los países incumplidores (la propuesta sugiere fijarla en tres dólares por cada tonelada de gases emitidos por encima de las metas), se destinarían a un fondo mundial para financiar programas de disminución de las emisiones.
Brasil se afirma como potencia ambiental tanto por sus aspectos positivos, la mayor reserva forestal y de biodiversidad, como por los negativos, especialmente la acelerada destrucción de sus bosques por incendios que contribyen al efecto invernadero.
Pero el país es "un pequeño emisor de gases", porque su matriz energética se basa principalmente en hidroelectricidad y combustibles renovables, como el alcohol carburante, y redujo en por lo menos 25 por ciento la desforestación en la Amazonia, sos tiene el ministro Vargas.
Un mejor equilibrio mundial, tanto en los costos ambientales como en la distribución de las ventajas de la globalización, es un reclamo permanente en la política externa brasileña.
El presidente Fernando Henrique Cardoso declaró, por ejemplo, que el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) sólo se justifica si beneficia igualmente a todos y contribuye a reducir las desigualdades sociales entre Norte y Sur del continente.
Brasil encabeza la oposición a la aceleración del ALCA pretendida por Washington, para ganar tiempo y preparar su industria para una competencia estadounidense reconocidamente aplastante, además de presionar por el fin de restricciones que algunos de sus productos sufren en el mercado del país norteamericano.
El comercio también será un tema discusión por Clinton y Cardoso en el marco global. "El ALCA puede no existir en el futuro", declaró el canciller brasileño, Luiz Felipe Lampreia, en entrevista publicada este sábado por el Jornal do Brasil.
Si empiezan en el año 2000 nuevas negociaciones mundiales sobre liberalización del comercio, la "Ronda del Milenio" como se propone, "un acuerdo de preferencias regionales pierde sentido", afirmó el canciller. (FIN/IPS/mo/dg/en-ip-if/97