MONGOLIA: Reforma económica transforma la producción agropecuaria

Mientras beben la agria "kumis" o leche de yegua, los pastores Namsrai y Zaya discuten los beneficios y costos de la transición de Mongolia a la economía de mercado.

Namsrai, de 46 años y vestido con la tradicional indumentaria "del" y botas de cuero, cree que la vida es dura pero justa desde que el sistema comunista fue derrotado en elecciones populares en 1990.

Sólo hay que cuidar a los animales para conseguir un sustento razonable, afirma. "Hoy día, nadie me dice qué debo hacer y puedo vivir como quiera", explicó Namsrai.

Pero Zaya, un veterano comunista de 81 años, tiene una opinión muy distinta.

"Las cosas eran mucho mejor antes, cuando teníamos sólo un partido político y no había discusiones. Todos tenían suficiente para comer", arguyó Zaya, que posee varias condecoraciones del Partido Comunista y por su participación en la segunda guerra mundial.

Los argumentos de Zaya expresan el resentimiento de parte de los 2,3 millones de habitantes de Mongolia, que sienten el costo de las reformas democráticas y económicas emprendidas por el país desde 1990.

Mongolia, un estado satélite de la Unión Soviética durante 70 años, procedió en esta década a privatizar su economía mediante la distribución de bonos que los ciudadanos pueden cambiar por acciones de las empresas públicas.

Pero la privatización realmente no cuajó hasta hace poco. La mayoría de las reformas de mercado quedaron pendientes mientras el gobierno lidiaba con las dificultades del período de transición.

El desempleo, casi inexistente en la época de economía planificada, afecta ahora a 28 por ciento de la fuerza de trabajo, y 37 por ciento de la población vive debajo de la línea de pobreza.

Las reformas económicas provocaron el cierre de la única fuente de empleo de algunos pequeños centros urbanos y los expertos advierten que muchas personas padecen hambre.

Los habitantes de esas localidades "no tienen otra opción de trabajo, ni dinero para trasladarse a otro lugar, y ni siquiera saben cómo labrar la tierra", señaló Oleg Gorelik, un dirigente de la Fundación Soros que se desempeña como asesor del gobierno.

Pero, pese a la opinión de Zaya, los pastores de Mongolia tienen mejor suerte que los habitantes de zonas urbanas.

El fin de las granjas colectivas determinó cambios radicales en el campo. El ganado aumentó de 25 millones de cabezas en 1991 a 34 millones en 1996.

Por casi 50 años, los pastores se resistieron con tenacidad a la política de las "negdels" o granjas colectivas, impuesta en los años 30, luego de la colectivización de la agricultura en la Unión Soviética. Muchos productores prefirieron sacrificar a sus animales a entregarlos a los establecimientos colectivos.

Las reformas del primer gobierno poscomunista de Mongolia devolvieron las reses a los pastores, que ahora tienen más incentivos para dedicarse a la cría de ganado.

Namsrai recibió 20 ovejas y seis vacas cuando, en 1992, se disolvió la granja colectiva a la que pertenecía.

"La vida es mucho mejor ahora, que tenemos animales propios. Los pastores que trabaja mucho y cuidan el ganado se enriquecen", sostuvo. Namsrai y su hermano ya cuentan con 300 ovejas, 100 caballos y 100 cabras.

Los mongoles se dedicaron tradicionalmente a la cría de ovejas, cabras, yacs, caballos y camellos, viajando por las estepas en busca de agua y alimento para sus animales.

Las reformas de mercado se orientaron a una producción selectiva, lo que llevó al aumento de la cría de cabras para satisfacer la demanda de lana casimir, uno de los artículos de exportación de Mongolia.

Treinta por ciento de la producción mundial de lana casimir procede de Mongolia, que en ese rubro sólo es aventajada por China.

La cría de cabras no se limita a las zonas tradicionales del sur y oeste, sino que la cantidad de animales en áreas urbanas aumentó de cinco a nueve millones de 1991 a 1996. En la capital, Ulan Bator, hay 65.000 cabezas, según la prensa.

El rápido incremento de los rebaños abrió nuevas oportunidades de sustento, pero los expertos creen que también podría causar problemas ambientales, debido a la cantidad limitada de tierras de pastoreo.

Los pastores mongoles solían emigrar de dos a 10 veces en el año en busca de alimento para el ganado. Pero la vida nómada desaparece y los pastores tiendan a permanecer mayor tiempo en una misma zona, y las tierras se agotan.

Mientras, muchos jóvenes ignoran los métodos de la ganadería tradicional, indicó S. Jigjidsuren, del Instituto de Investigación Agropecuaria. Los jóvenes criadores de ganado buscan incrementar sus beneficios y no consideran las consecuencias del sobrepastoreo, explicó.

Expertos del Ministerio de Ambiente advirtieron que el agotamiento de los pastos es una seria amenaza. Un tercio del territorio de Mongolia está cubierto por el desierto y 90 por ciento de los suelos son áridos y proclives a la desertización.

Los ambientalistas exhortaron a autoridades y productores ganaderos a vigilar el frágil ecosistema del país, situado en la frontera de desiertos y estepas.

El gobierno, que triunfó en las elecciones de 1996 y conduce al país a su integración en la región y en el mundo, enfrenta no sólo el desafío de la globalización, sino especialmente, la degradación del ambiente. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/ff/dv en/97

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