Miguel, indígena zapatista mexicano, dice que más que morir en la guerra, "a lo que tememos es a morir de diarrea", su compañero Odiseo indica que enseñará a sus hijos a usar armas "pues vale la pena" y Francisco cuenta que antes de ser guerrillero trabajó como albañil en la capital.
Lejos de sus comunidades en el estado de Chiapas, los miembros del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) que visitan la capital de México desde el pasado viernes, abandonan por momentos su característico silencio, impuesto por la disciplina militar y la desconfianza, y cuentan parte de su historia.
Los "sin rostro", frase acuñada por el subcomandante Marcos, líder del EZLN, para identificar a sus compañeros, afirman estar dispuestos a morir "pues no hay más que hacer en este país" si no se reconoce sus derechos y el gobierno no atiende los rezagos que aquejan a los pueblos nativos.
"Ahora todos nos apluden cuando pasamos por las calles, pero antes nadie sabía de nosotros. Creo que andamos bien, pues no creo que estemos mal cuando nos aplauden por luchar", declara Francisco.
El zapatista, quien afirma haber participado en el levantamiento armado del EZLN en enero de 1994, es uno de los 1.111 delegados del grupo insurgente que llegaron hasta la plaza central de Ciudad de México, tras cuatro días de viaje.
Protegidos por jóvenes simpatizantes de la guerrilla y miembros de organizaciones no gubernamantales, barriales, sindicales y estudiantiles, los indígenas que cubren sus rostros con pasamontañas o pañuelos aceptan conversar por escasos minutos con los periodistas.
Su actitud contrasta con el silencio y hasta agresividad que los caracteriza cuando se los aborda en sus hogares -en las selvas de Chiapas- para cuestionarlos por algún tema. Hoy, hospedados en un campamento al sur de la ciudad, se muestran amables.
Francisco, un indígena de menos de 40 años, cuenta que luego de trabajar en la capital en 1986 como obrero de la construcción, regresó a Chiapas para descubrir que su esposa e hijo se habían marchado.
Decepcionado se dedicó a beber alcohol en las cantinas hasta que un primo lo llevó a la selva, donde conoció a "compañeros que se adoctrinaban para cambiar las cosas en el país" y aprendió a ser guerrillero, a pesar de que no tenía una convicción política definida, según reconoció.
Odiseo, otro de los zapatistas presentes en la capital, indica que su deseo inmediato es que sus hijos se instruyan en el uso de las armas. "Quiero que aprendan a manejarlas ya, porque es muy difícil. Cuando yo aprendí me costó mucho trabajo, pero ahora creemos en la comunidad que valió la pena", dice.
Miguel, por su parte, explica que el "guerrillero zapatista" teme más a la muerte por diarrea, por un parto sin atención adecuada o por frío y hambre, que a morir en la guerra.
"Por eso venimos todos hasta acá (la capital)", para reclamar al gobierno sin miedo.
"Cuando ves que tu mujer se murió porque no la quisieron ayudar en el hospital y tu hijo se murió porque no tenías para que el doctor ayudara, ya qué miedo puede darte?", se pregunta.
En el sureño estado de Chiapas hay un médico por cada 1.500 habitantes, 34 por ciento de las comunidades no tienen energía eléctrica, sus habitantes reciben los peores salarios del país y la población registra altos índices en enfermedades relacionadas a la desnutrición y a infecciones intestinales y respiratorias.
Franciso, Odiseo y Miguel advierten que si las autoridades no atienden sus demandas están dispuestos a volver a luchar junto a la comandancia del EZLN, grupo que se levantó en armas en 1994 y que tras combatir por dos semanas aceptó entrar en tregua e iniciar negociaciones con el gobierno.
Con unos 10.000 combatientes, en su mayoría mal armados, el EZLN permanece rodeado de militares en las selvas y cañadas de Chiapas, mientras sus dirigentes y el gobierno del presidente Ernesto Zedillo aseguran estar buscando caminos para restablecer los diálogos, suspendidos desde septiembre de 1996.
Las partes, que se acusan de hostigamiento militar, amenazas e intransigencia, mantienen posiciones discordantes respecto al contenido de un proyecto sobre derechos indígenas, elaborado por una comisión de mediadores del Congreso en base a los únicos acuerdos de paz, suscritos en Chiapas en febrero de 1996.
El EZLN indica que su marcha hacia la capital, saludada por el gobierno, no es para dialogar sino para exigir que se cumplan los acuerdos del año pasado y termine la presencia del Ejército Federal en sus comunidades.
Los 1.111 delegados de la guerrilla -uno por cada una de las comunidades que apoya al EZLN- participan en la capital en una reunión nacional de indígenas y en el primer Congreso del Frente Zapatista de Liberación Nacional, instancia que aspira alentar la participación política de la sociedad. (FIN/IPS/dc/jc/ip/97