GRAN BRETAÑA: Diana movió la corona, pero solo un poco

El pueblo de Gran Bretaña está lejos de reclamar el fin de la monarquía pese a su furia con la familia real, aflorada tras la muerte de la princesa Diana. Pero los cambios que emprende la casa Windsor no son suficientes para acallar el creciente clamor.

El historiador y constitucionalista David Starkey afirmó que que si Diana Spencer hubiera llegado a ser reina habría modernizado la corona y su función como jefatura de Estado. "Pero no me imagino que eso pueda suceder sin ella, porque no queda nadie que se vaya a hacer cargo", explicó.

El diario sensacionalista The Sun, por su parte, sostuvo en un editorial que "ya es hora de que cambie la vieja guardia en el palacio de Buckingham", residencia oficial de la familia real.

Para el periódico, el legado de la princesa Diana, fallecida la madrugada del 30 de agosto en un accidente de tránsito en París, debería concretarse en una monarquía "más cercana al pueblo y a la vida real".

Más de un millón de personas tomaron por asalto las calles de Londres para despedir a Diana Spencer, princesa de Gales, el sábado 6.

Fue una pequeña procesión. Cinco oficiales de la policía montada, ocho custodias, seis caballos y diez hombres del regimiento de la Real Artillería Montada seguían los restos de la princesa.

Diana había perdido su derecho a un funeral de Estado con toda la pompa cuando se divorció de Carlos, príncipe de Gales y heredero de la corona británica, y quedó al margen de la familia real.

Pero esas pocas galas que se le brindaron fueron de un militarismo poco congruente con su inexplicable carácter regio, evidente en la cureña sobre la que se depositó el ataúd y el pabellón de la casa real que lo envolvió.

El hecho de que Diana no integrara la familia real era apenas un detalle para miles y miles de británicos furiosos con la negativa de la reina Isabel II a izar el pabellón a media asta en el palacio de Buckingham en luto por la muerte de la princesa.

El protocolo no admite que se ize el pabellón si la reina no está en su residencia. Para las decenas de miles de británicos que arrojaron cerca de 30 millones de dólares en flores frente a las residencias reales, se trató de un insensible y altisonante apego a las normas.

Eso se manifestó durante la semana en las pancartas cargadas por ciudadanos comunes, entrevistas callejeras, encuestas y editoriales de los tradicionales periódicos tabloides británicos de línea editorial sensacionalista. Al fin, la bandera fue izada a media asta.

Para los enlutados, ese fue un triunfo del amor que el pueblo británico profesaba por Diana en oposición al rechazo que siente por una familia real sin corazón.

Cuando la imagen de la bandera al viento se alzó en las dos gigantescas pantallas de televisión instaladas en Hyde Park para mostrar la ceremonia fúnebre el sábado, decenas de miles de personas estallaron en aplausos y vítores.

Ese fue solo uno de los tantos ejemplos de cierto sentimiento antimonárquico que afloró con tras la muerte de Diana. Fue otra manifestación de furia contra una familia que goza de menos de 50 por ciento de aprobación, según los sondeos de opinión.

Algunos analistas consideran que se trata de un sentimiento que bordea el republicanismo. Si un acto republicano representa el triunfo de la voluntad del pueblo sobre la del Estado, de forma directa o a través de representantes, esta presión fue republicana.

La reina Isabel II pretendía una cosa, pero el pueblo británico, que había elegido a Diana, aun en vida, su representante, quería algo distinto. Y la gente logró su propósito.

El sábado fue un día plagado de simbolismo republicano. La familia real quebró la práctica de asistir a ceremonias públicas desde el balcón del palacio de Buckingham y bajó a la calle junto a los dolientes, al mismo nivel que los ciudadanos comunes.

Hubo más aplausos cuando el hermano de Diana, Charles Spencer, Lord Althorp, pronunció su enfático discurso fúnebre en la abadía de Westminster.

Charles se comprometió en nombre de la familia Spencer a participar en la crianza de los hijos de la fallecida, los príncipes Guillermo (segundo en la línea de sucesión real) y Enrique, "del modo que Diana hubiera deseado".

Todos interpretaron que los Spencer se oponían de ese modo al protocolo, el ocultamiento de los sentimientos y el adulterio predominantes en la familia Windsor, la casa real.

El bullicio que provocó el discurso se coló desde las calles de Londres a la abadía de Westminster, lo que obligó a las 1.900 celebridades allí reunidas a romper otra vez el protocolo y estallar, a su vez, en aplausos, para embarazo de la familia real.

La corona se llevó la mayor parte de las acusaciones la semana pasada. "Si el príncipe Carlos no tuviera una amante (Camilla Parker) y no se hubiera divorciado de Diana, ella habría estado con su familia en Gran Bretaña y no en París, acosada por los 'paparazzi"', dijo una mujer.

"¿Cómo tardó tanto la familia real en saber algo que ya sabía toda Inglaterra, toda Gran Bretaña, todo el mundo? Creo que ellos nunca entendieron en qué se estaba convirtiendo Diana, lo que ella significaba para tanta gente", explicó el antropólogo Joey Daley- Land.

"Resulta claro que el país que la monarquía cree que encabeza no es el país en el que la mayoría de nosotros vivimos", observó la columnista Suzanne Moore.

Las decenas de miles de personas que aguardaban el paso de la procesión fúnebre rompieron filas. Muchos siguieron el ataúd hasta perderse en una multitud tan diversa e impenetrable como los sentimientos que los llevaron allí.

La furia y la frustración suelen acompañar la aflicción. Poco influyó en esos sentimientos el hecho de que muchísimos de los dolientes que colmaron las calles jamás vieron a Diana en persona, y con seguridad nunca la habrían visto si ella hubiera vivido 98 años.

Pero eso no importaba. Diana fue una incansable activista por asuntos sociales y su mirada pública apuntaba siempre hacia los pobres, los marginalizados y los desposeídos.

Rompió barreras enormes acercándose y tocando a personas que antes eran intocables para un integrante de la realeza, como las víctimas del sida, los leprososos o los sin techo, muchas veces en compañía de sus hijos, uno de ellos, Guillermo, futuro rey.

Existía una posibilidad razonable de que un afectado por el VIH, un leproso, una madre sola, un granjero pobre o un mutilado por minas antipersonables hubiera recibido de ella una ayuda alguna vez. Una posibilidad remota, pero con seguridad mayor a la de ganar la lotería.

La familia real podría concretar algunas reformas a la corona como institución, pero está lejos de considerar siquiera la posibilidad de dejar su puesto a un presidente plebeyo y el pueblo británico está aun más lejos de reclamar un cambio de esa naturaleza.

El cambio real sería que los monarcas acepten la lección que emana del tipo de compromiso que Diana mostró hacia los más desvalidos de la sociedad británica y de todo el mundo. (FIN/IPS/tra-en/dds-mom-rj/mj/ip/97

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