El nuevo acuerdo de cooperación en defensa para fomentar la alianza de seguridad de 37 años entre Estados Unidos y Japón es considerado un gran avance de la diplomacia norteamericana en Asia.
Washington y Tokio aprobaron este martes nuevos procedimientos sobre cooperación en defensa, en un acontecimiento considerado por ambos como un "mojón extremadamente importante".
En una ceremonia en la sede la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York, la secretaria de Estado de Estados Unidos, Madeleine Albright, subrayó que el nuevo acuerdo no está dirigido contra China o ningún otro país.
El canciller japonés, Keizo Obuchi, insistió en que Tokio y Washington consultarán con Beijing y otras capitales para asegurar que el acuerdo está diseñado sólo para lograr la estabilidad regional.
El acuerdo requirió 18 meses para ser puesto a punto, y es visto como un logro en el intento de 20 años de Estados Unidos de persuadir a Japón para que asuma más responsabilidades en la defensa de intereses comunes en el este de Asia.
Esta revisión de las nuevas directrices de defensa, "en muchos aspectos, es el corolario asiático a la expansión de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte)", dijo el subsecretario de Defensa para Asuntos Asiáticos y del Pacífico, Kurt Campbell.
"Es una importante innovación estratégica y creemos que hará a la asociación política y de seguridad relevante para el siglo XXI", aseguró el funcionario estadounidense.
El acuerdo de 13 páginas presenta un marco bajo el cual Japón podría enviar barcos para retirar minas de aguas internacionales o abastecer las fuerzas militares estadounidenses con repuestos y combustibles en una gran crisis involucrando a Estados Unidos "en áreas que rodean a Japón y tendrán una importante influencia sobre la paz y la seguridad de Japón".
El acuerdo, no obstante, es deliberadamente vago en dar detalles sobre estas áreas, para evitar alarmar a China y Corea del Sur. Ambos países tienen malos recuerdos de la ocupación militar japonesa a comienzos de este siglo, y desde hace largo tiempo están alertas ante cualquier fortalecimiento militar de Tokio.
Japón ocupa el tercer lugar en los gastos de defensa del mundo, después que Estados Unidos y Rusia.
En 1995, gastó más de 50.000 millones de dólares en su aparato militar, casi dos veces la cantidad invertida 10 años antes. Pero dada su constitución antiguerra, impuesta por Washington tras la Segunda Guerra Mundial, Japón en general evitó la cuestión de cómo, además de defender al país de una invasión, podría utilizar su poderío militar.
Esto irritó a planificadores civiles y militares estadounidenses, quienes a fines de los años 70 comenzaron a presionar a Japón, que acumulaba grandes excedentes con Estados Unidos, para que asumiera un papel de respaldo para las fuerzas militares estadounidenses.
Ese esfuerzo ganó urgencia durante la guerra del Golfo de 1990- 91, cuando tropas estadounidenses desplegadas en Okinawa fueron las primeras a ser desplegadas en Arabia Saudita después de la invasión de Iraq a Kuwait, y durante la crisis nuclear de 1993-94 entre Corea del Norte y Corea del Sur, donde se desplegaron 37.000 soldados estadounidenses.
El resultado fueron intensas consultas de alto nivel entre ambos países, que culminaron en las directrices de este martes.
La negociación de estas pautas fue especialmente polémica en Japón, debido a sus restricciones constitucionales de la actividad militar en el exterior.
Como resultado, ambas partes insistieron en que el acuerdo no significa que Japón asuma una posición militar más activa. Las autoridades subrayan que meramente "aclara" el papel de Tokio para brindar respaldo logístico y de otro tipo durante una gran crisis.
Aunque el documento es claro sobre el tipo de contingencias que podrían gatillar ese respaldo, se mantienen deliberadamente ambiguo donde estas contingencias podrían aplicarse. "Evitamos cuidadosamente los detalles específicos sobre países", dijo un alto funcionario de la Casa Blanca.
Particularmente sensible es el tema de Taiwan, al que China considera una provincia renegada que podría ser absorbida por el continente, ante el planteo de que pudiera ser cubierto por el nuevo acuerdo estadounidense-japonés.
Aunque Beijing insistió durante largo tiempo en que desea resolver pacíficamente la reunificación de Taiwan, nunca renunció al uso de la fuerza.
Beijing realizó ejercicios con misiles el año pasado en el estrecho de Formosa, que separa a Taiwan del continente.
Alarmado ante la medida, el presidente Bill Clinton envió un transportador de aviones estadounidense al área para subrayar su respaldo por Taiwan. Washington, no obstante, mantuvo una política de "ambigüedad estratégica" sobre qué hacer si China inicia acciones militares directas contra Taiwan.
Beijing expresó una fuerte preocupación sobre cómo el nuevo acuerdo se propone contener a China y podría ser aplicado en cado de conflicto por Taiwan.
Los temores de China se agudizaron el mes pasado, cuando Seiroku Kajiyama, antes portavoz del gobierno del primer ministro Ryutaro Hashimoto, insistió en que Taiwan fuera cubierto por las directrices.
En un viaje a Beijing a comienzos de este mes, Hashimoto aseguró a China que el acuerdo no cubre explíticitamente a Taiwan, un punto repetido este martes por Albright. "No hay nada específico de cada país o geográficamente específico", dijo.
En efecto, dijo Robert Manning, especialista en Asia del gobierno de George Bush, los japoneses también son deliberadamente ambiguos sobre cómo podrían reaccionar al conflicto militar entre China y Taiwan. "Efectivamente exportamos nuestra estrategia de la ambigüedad a Japón", dijo a IPS.
Según Manning, "los japoneses cada vez entienden más que si hay un conflicto con Taiwan, y no nos ayudan, la alianza (estadounidense japonesa) no tendrá una larga vida". (FIN/IPS/tra-en/jl/mk/lp/ip/97