DESARME: Clinton presionado para prohibir minas terrestres

Un nuevo proyecto de ley prohibiría a Estados Unidos usar minas terrestres antipersonales a partir de 1999, mientras sus autores presionan al presidente Bill Clinton para que apoye un tratado internacional contra esas armas.

Los 134 legisladores a favor del proyecto en la Cámara de Representantes de Estados Unidos, entre ellos más de 30 pertenecientes al opositor Partido Republicano, esperan que el planteo convenza a Clinton de no exigir excepciones a la prohibición que más de 100 naciones negocian en Oslo.

"Estados Unidos es la única nación que solicita excepciones en el tratado, lo que la excluye de la iniciativa. Debemos elegir. Podemos integrarnos a un movimiento histórico o cometer un error monumental si nos convertimos en un obstáculo", dijo el representante demócrata Lane Evans.

Se estima que las minas antipersonales matan o dejan lisiadas a unas 26.000 personas por año, en su gran mayoría civiles, de las cuales un tercio son niños.

Washington pidió a las partes de la convención a debate en Oslo que excluyan de la prohibición propuesta a las fuerzas militares de Estados Unidos en Corea del Sur.

Las minas terrestres son necesarias para proteger a ese país y los 37.000 soldados estadounidenses allí estacionados de una posible invasión de Corea del Norte a través de la línea de armisticio acordada en 1953, según funcionarios del Departamento (ministerio) de Defensa (Pentágono).

A favor de la prohibición se hallan condecorados oficiales retirados del ejército y seis senadores de Estados Unidos que presenciaron la guerra de Vietnam, quienes declararon que las minas no son necesarias para defender a Corea del Sur.

"Corea del Sur es una excusa. El Pentágono puede resolver ese problema", declaró el senador Patrick Leahy, quien encabeza en el Congreso el movimiento por la prohibición de las minas, luego de regresar a su país de Oslo, donde asistió a las negociaciones.

El proyecto presentado este jueves impediría el uso de dinero del gobierno para financiar el despliegue de minas terrestres a partir del 1 de enero del 2000. De ese modo, se perpetuaría la prohibición de un año que entrará en vigor en 1999 y que aprobó el Congreso en 1995.

Los defensores del proyecto dijeron que aplazarían la discusión en el Congreso al menos hasta que concluyan las negociaciones de Oslo a fines de la próxima semana. Sesenta de los 100 miembros del Senado respaldan la prohibición de las minas y podrían adherirse a la propuesta de ley.

Sin embargo, el tiempo se acaba. El Congreso espera terminar sus sesiones de este año a mediados de octubre, y el actual proceso de negociaciones, del cual la ronda de Oslo es parte, concluirá con un tratado final que podrá firmarse a partir del 4 de diciembre.

Los defensores de la prohibición del uso de minas terrestres creen que sólo presionando a Clinton conseguirán el apoyo de Washington.

El presidente, que se muestra respetuoso de la opinión de jerarcas del Pentágono sobre cuestiones militares desde que respaldó en la campaña electoral de 1992 el ingreso de homosexuales a las fuerzas armadas, es reacio a ofender a los oficiales de alto rango, sostienen analistas políticos.

"A lo largo de la historia, los militares reaccionaron a la defensiva con respecto a sus armas. Pero el presidente, como comandante en jefe, tiene la facultad de decidir qué armas son inaceptables", dijo Bobby Muller, presidente de la Fundación Veteranos de Guerra de Vietnam.

"El presidente debe dejar de esconderse detrás del Pentágono y declarar la prohibición de las minas terrestres antipersonales", exhortó.

La presión de la opinión pública y del Congreso inclinaron al gobierno hacia la prohibición a medida que personalidades como el comandante de la guerra del Golfo, general Norman Schwarzkopf, el papa Juan Pablo II y la fallecida Diana Spencer, princesa de Gales, se adhirieron al movimiento.

En 1994, Clinton se comprometió a la "eliminación definitiva" de las minas terrestres antipersonales, pero insistió en excluir las minas de alta tecnología, de autodestrucción "inteligente".

En mayo de 1996, el presidente pidió la urgente negociación de la prohibición, auspiciada por la Organización de Naciones Unidas (ONU), siempre que Washington estuviera facultado para emplear minas terrestres en Corea del Sur y minas "inteligentes" en todo el mundo.

A la vez, Clinton aseguró que Washington procedería a destruir la mayor parte de sus reservas de minas antipersonales "tontas" antes de 1999.

Las críticas al plan afirmaban que era improbable que las negociaciones respaldadas por la ONU en Ginebra tuvieran resultado alguno porque todas las decisiones que tomara el organismo deberían hacerse mediante consenso. Así, uno o más países podría bloquear el acuerdo de los demás.

Los defensores de la prohibición apoyaban una propuesta de Canadá para que todos los países que estuvieran a favor de la misma negociaran un tratado final antes de diciembre de 1997, y luego emplearan la presión moral y de la opinión pública para obligar a firmar a los opositores.

En un principio, Clinton se opuso a la participación de Washington en lo que se conoce como el "proceso de Ottawa", del cual la ronda de Oslo es parte.

Pero, enfrentado a la creciente presión del Congreso, el presidente anunció en agosto que enviaría una delegación a Oslo y, en una concesión clave, declaró que su administración no exigiría la exclusión de las minas inteligentes de la prohibición, excepto en Corea del Sur.

En Oslo, sin embargo, los negociadores de Estados Unidos se negaron a ceder con respecto a las minas en Corea del Sur, una posición que frustró tanto a las otras delegaciones como a legisladores en Washington.

Toda excepción a la prohibición "socavará el tratado" al establecer un precedente para otras naciones, se quejó esta semana el canciller canadiense Lloyd Axworthy, quien lanzó el proceso de Ottawa en octubre de 1996.

La posición de Estados Unidos es cada vez más insostentible, señaló Caleb Rossiter, director de Desmilitarización para la Democracia, una organización de investigación sobre desarme en Washington.

Rossiter destacó que el tratado ya incluye 10 años de gracia para que los países eliminen las minas existentes. Eso significa que Washington tendrá hasta el 2007 para hallar la forma de neutralizar una invasión de Corea del Norte sin el empleo de minas terrestres.

Un estudio del Pentágono reveló que las tropas de Estados Unidos y Corea del Sur podrían repeler una invasión de Corea del Norte a pocos kilómetros de la actual línea de armisticio sin utilizar minas antipersonales. Sin embargo, decenas de miles de soldados estadounidenses podrían morir en el proceso.

Rossiter, apoyado por el general retirado James Hollingsworth, comandante de las tropas estadounidenses en Corea del Sur en los años 70, sostuvo que esas estimaciones exageran la capacidad militar norcoreana y subestiman los recursos de inteligencia de Washington.

El Pentágono no presentó hasta el momento un nuevo informe que debía entregar el 31 de agosto sobre la forma de defender la actual línea de armisticio sin utilizar minas antipersonales. (FIN/IPS/tra-en/jl/mk/aq-mj/ip/97

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