Los autores de una ola de atentados contra establecimientos turísticos que dura ya varios meses siguen siendo una incógnita en Cuba, aunque, como se ha hecho costumbre en este país, las respuestas se buscan mirando hacia Estados Unidos.
Las personas en la isla están acostumbradas a la idea de que "todo lo malo viene del norte", si no del gobierno de turno en Washington, de los grupos de exiliados más radicales en su oposición al gobierno de Fidel Castro.
Mientras representantes de esas corrientes afirman que "al fin" la oposición interna cobró fuerza, muchos cubanos coinciden en que actos como éstos tienen su origen en el exterior.
Apenas cuatro de 30 personas entrevistadas por IPS en las calles de La Habana incluyó entre las posibilidades que no se debe descartar la colaboración entre exiliados y residentes en la isla o la participación de algún ex militar que se haya vuelto contra Castro.
Un italiano de 32 años que se encontraba en el vestíbulo del hotel Copacabana murió este jueves cuando estalló un explosivo, al mismo tiempo que otros dos aparatos explotaban en otros dos importantes oteles de La Habana. Poco después hubo un atentado similare en el restaurante La Bodeguita del Medio.
Con los acontecimientos del jueves último suman siete los ataques contra la industria turística cubana confirmados por las autoridades o testigos presenciales, y son al menos dos los no confirmados.
Los atentados ocurrieron el 12 de julio en los hoteles Capri y Nacional, el 4 de agosto en el Meliá Cohiba, y el jueves 4 en los hoteles Copacabana, Chateau Miramar y Tritón y en el restaurante La Bodeguita del Medio, todos en La Habana.
Una explosión en abril en el hotel Meliá Cohiba se debió, según la gerencia del establecimiento, a un escape de gas y otra el 22 de agosto en el Sol Palmeras de Varadero, a 140 kilómetros de La Habana, fue atribuida a fallas de un transformador eléctrico.
"Hay total congruencia entre los objetivos políticos estadounidenses de estrangular la economía cubana y estos crimenes, perpretados contra instalaciones económicas de la principal industria del país", advirtió el canciller cubano Roberto Robaina.
Versiones difundidas por la prensa de Estados Unidos que no trascendieron en la isla aseguraron que el 4 de agosto, con unas horas de diferencia de la explosión en La Habana, un artefacto causó destrozos en la oficina de la firma cubana Havanatour en Nassau.
"La violencia no tiene justificación", "a los cubanos no nos gustan estas cosas", "detrás de eso hay mucho dinero", "el que lo está haciendo sabe lo que hace", dijeron a IPS algunas personas seleccionadas al azar.
Hasta el momento, los miembros de los pequeños grupos disidentes que se han pronunciado condenaron los hechos y aseguraron que la oposición cubana es partidaria del diálogo, la tolerancia y los métodos pacíficos.
Vladimiro Roca, miembro del Grupo de Trabajo de la Disidencia que se encuentra detenido, descartó en julio que los atentados estuvieran vinculados a algunos de los movimientos de la oposición que actúa en Cuba o a alguno de los opositores "conocidos".
Pero la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA), una organización de exiliados cubanos con sede en Miami, defendió el derecho de los habitantes de la isla de "escoger los instrumentos que se encuentren a su alcance" para derrocar al gobierno de Castro.
La FNCA es considerada la organización más influyente del exilio cubano y tiene como presidente al poderoso empresario cubano nacionalizado estadounidense Jorge Más Canosa.
El Ministerio del Interior de Cuba asegura que los atentados tienen su origen en Estados Unidos y que tiene pruebas de que tanto el material explosivo utilizado como los autores de los hechos proceden de ese país.
Pero pasan los meses y observadores locales estiman que, sea cual sea el origen, quienes estén detrás de las explosiones tienen un buen conocimiento de la realidad cubana y, por eso, atacan uno de los eslabones más sensibles de su economía.
Luego de siete años de crisis económica que afectó toda la actividad de Cuba y el nivel de vida de sus 11 millones de habitantes, la industria turística emerge como la principal fuente de divisas para las arcas del Estado.
El turismo fue el primer sector económico que se abrió a la inversión extranjera. El año pasado, logró atraer más de un millón de visitantes y 1.300 millones de dólares a la economía nacional.
Con los años, el turismo se convirtió en el sector económico más atractivo, por su naturaleza generadora de empleos y receptora de un gran número de profesionales que cambian su vocación por un puesto en la industria del ocio.
Expertos locales contemplan la posibilidad de que los atentados generen cancelaciones de viajes de turistas a Cuba y dañen, por lo tanto, a la economía cubana en su conjunto cuando se preveía para este año un discreto crecimiento.
Robaina agregó que el anuncio del gobierno de los Estados Unidos de "financiar la contrarrevolución" coincide con la serie de atentados contra hoteles.
Casos como estos no se recuerdan en Cuba desde que, en mayo de 1980, un incendio intencional destruyó la guardería infantil Le Van Tam cuando había allí numerosos niños menores de cinco años.
En marzo de 1978 otros dos incendios fueron calificados de sabotajes: el del teatro Amadeo Roldán, una de las mejores salas de la capital cubana, y el de la escuela pública Valdés Rodríguez.
En los últimos meses varias instituciones del Ministerio de Salud Pública cubano, entre ellas hospitales infantiles, recibieron avisos telefónicos sobre supuestas bombas, pero la amenaza nunca fue llevada a efecto.
El turismo se mantiene como el blanco principal de los atentados a pesar del aumento de las medidas de seguridad y de la capacidad demostrada por esa industria para borrar lo más rápido posible las huellas de la violencia.
"La explosión se sintió en todos los alrededores. Después de eso no pude volver a dormir y hoy ni fui a trabajar", dijo una vecina del restaurante La Bodeguita del Medio que funcionaba normalmente a menos de un día de la explosión en su interior. (FIN/IPS/da/mj/ip/97