CHINA: Jiang, indiscutido líder supremo

Las cámaras de televisión que seguían la elección del nuevo Comité Central del Partido Comunista de China evitaron el rostro de Qiao Shi, para confirmar que ese gran rival del presidente Jiang Zemin ya no cuenta en la escala del poder.

Qiao Shi, presidente del Congreso Nacional del Pueblo (parlamento) y miembro durante 10 años del poderoso Comité Permanente del Comité Central, perdió todas sus posiciones en el partido.

Jiang, reelegido secretario general, calificó de "victorioso" el 15 Congreso del Partido Comunista, clausurado el viernes. Ciertamente, el congreso fue una victoria para Jiang, que surgió de los debates y de la votación final como indiscutible líder supremo de China.

En el Comite Central figura Zhu Rongji, aliado de Jiang y conductor de la economía, y no está Qiao ni el general Liu Huaqing, también enemigo del presidente. Así mismo, fue convalidada la línea política seguida hasta ahora.

Deng Xiaoping, el líder supremo muerto este año, escogió en 1989 a Jiang para encabezar el Partido Comunista en el difícil momento que siguió a la la violenta represión del movimiento por la democracia de la Plaza de Tiananmen. Los analistas creyeron que sólo se trataba de un dirigente de transición.

Pero logró convertirse en el líder del país. El 15 Congreso, el último de este siglo y el primero sin la presencia dominante de Deng, finalizó con un contundente triunfo de Jiang.

Qiao siempre fue candidato a los primeros puestos del Partido Comunista. Como presidente del Congreso Nacional del Pueblo, se labró una imagen de reformista liberal, y orientaba su prédica a lograr el imperio de la ley en el partido.

El desplazado dirigente promovía internacionalmente su figura con viajes al exterior y recibiendo a gobernantes extranjeros. Exigía que los órganos de gobierno, y especialmente el principal, el Consejo de Estado, "se sometieran a la supervisión del Congreso Nacional del Pueblo.

Quiao pretendía que el Estado y el Partido Comunista se sometieran a principios legales democráticos. "La ley no debe cambiar con el reemplazo de dirigentes", había advertido.

Mientras, Jiang elevaba a Deng al Olimpo político chino en el que se encuentran Carlos Marx, Lenin y Mao Zedong para consolidar su propio poder como sucesor del hombre que hace 18 años acabó con el aislamiento político y económico del país.

Jiang presentó como continuaación de la política de Deng un programa de reformas que comprende la generalizada privatización de empresas públicas.

Los cambios propuestos "recogen la demanda y el deseo de la población de impulsar el progreso", afirmó Jiang en su informe al congreso.

Pero la audaz reforma económica prevista, cuyo objetivo es mantener el crecimiento de la actividad, no tiene el complemento de cambios en el frente político. La rígida estructura de poder heredada de Mao y Deng aún sigue en pie.

Jiang prometió que, al entrar en el siglo XXI, China ampliará sus instituciones democráticas de base. Sin embargo, no aclaró qué pasos se darán para profundizar el actual sistema de elección popular de autoridades de pequeñas localidades.

Así mismo, la depuración de los rivales más poderosos del nuevo líder supremo sugiere que China seguirá gobernada por una burocracia altamente centralizada. El modelo tradicional de poder, una pirámide en que el líder manda y los demás obedecen, parece inalterable.

China fue regida durante casi 4.000 años por un emperador asistido de burócratas. Ese modelo no fue afectado por el régimen surgido de la revolución socialista, que no toleró ningún disenso.

Si China ha alcanzado un punto de no retorno en materia de reforma y reestructuración económica, ¿hasta cuándo será viable su estructura autoritaria de gobierno?, se preguntan los analistas. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/ff/ip/97

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