El cardenal Raúl Silva Henríquez, quien encabezó en Chile la acción pastoral en defensa de los derechos humanos bajo la dictadura del general Augusto Pinochet (1973-90), recibó hoy el homenaje del presidente Eduardo Frei, en la víspera de sus 90 años.
"El fue quien me incentivó a participar en la política para trabajar en favor de los más humildes", dijo el mandatario tras visitar a Silva Henríquez en la casa de reposo de la Orden Salesiana, donde reside actualmente.
La jerarquía eclesiástica y las comunidades de base de la Iglesia católica, así como las organizaciones humanitarias, iniciarán este sábado una serie de actos en reconocimiento al prelado fundador de la Vicaría de la Solidaridad.
Los homenajes tendrán su momento cúlmine el lunes, con "Raúl, amigo", una manifestación masiva en la Estación Mapocho de Santiago, con la presentación de testimonios sobre la vida del cardenal y una liturgia de acción de gracias.
Tras su reunión privada con Silva Henríquez, Frei destacó la relevancia histórica de la figura del anciano prelado, a quien se le considera el jerarca católico chileno más representativo del compromiso de la iglesia con la defensa de los perseguidos.
Nacido el 27 de septiembre de 1907 en Talca, 258 kilómetros al sur de Santiago, Silva Henríquez ingresó a la Orden Salesiana en 1930, inmediatamente después de graduarse como abogado en la Universidad Católica.
Fue designado cardenal arzobispo de Santiago en febrero de 1962 por el papa Juan XXIII y permaneció en el cargo de primado de la Iglesia chilena hasta 1983, cuando Juan Pablo II nombró como su sucesor al cardenal Juan Francisco Fresno.
La gestión cardenalicia de Silva Henríquez coincidió con los gobiernos constitucionales de Jorge Allessandri (1958-64), Eduardo Frei Montalva, padre del actual gobernante (1964-70), y de Salvador Allende (1970-73).
En 1973 medió entre el gobierno socialista de Allende y la oposición democristiana encabezada por Frei Montalva, pero su labor fue infructuosa y la crisis política del país desembocó en el golpe de Estado del 11 de septiembre.
Luego del cruento pronunciamiento militar, el cardenal demandó a la dictadura del general Pinochet el "respeto hacia los vencidos" y la plena vigencia de los derechos humanos ante los crecientes abusos represivos.
Las contradicciones de la mayoría progresista del clero chileno de entonces, encabezado por Silva Henríquez, con la dictadura se hicieron ostensibles cuando el cardenal creó en el Arzobispado de Santiago el Comité por la Paz.
Esta entidad de asistencia a las víctimas de la represión fue el germen de la Vicaría de la Solidaridad, que se constituyó con los años en el principal contrapeso a las violaciones de los derechos humanos por parte de la dictadura.
La Vicaría fue el alero de las agrupaciones de familiares de detenidos-desaparecidos y ejecutados políticos y acumuló el más completo archivo sobre los crímenes de la Dirección de Inteligencia Nacional, creada en 1974 por Pinochet.
Para muchos analistas eclesiásticos, el término de la misión de Silva Henríquez en el cardenalato fue uno de los momentos claves en un progresivo giro hacia posiciones conservadoras en la Iglesia chilena. (FIN/IPS/ggr/dg/ip-hd/97