La floricultura aparece como una nueva y prometedora actividad económica en Brasil, con un mercado interno que crece casi 20 por ciento al año y una fuerte capacidad de generación de empleos en una época en el la desocupación se extiende.
Las ventas al consumidor alcanzaron 1.100 millones de dólares el año pasado, estima el Instituto Brasileño de Floricultura (Ibraflor). Ello representa sólo siete dólares per capita, mientras países europeos consumen más de cien dólares.
Pero el crecimiento superó 50 por ciento en los tres últimos años y la meta es, dentro de diez años, duplicar el consumo, que puede llegar a 15 o 20 dólares per capita al año, comentó Francisco Bonger, presidente de Ibraflor.
Las exportaciones brasileñas del sector aún son marginales, se limitaron a 13 millones de dólares en 1996, casi nada comparadas con las de Colombia, el mayor exportador latinoamericano, y con un comercio mundial estimado en 20.000 millones de dólares.
"La globalización nos obliga a mejorar la calidad y, por ende, aumentar las exportaciones", evaluó Paulo Reijers, gerente de ventas de la Cooperativa Holambra, que concentra 35 por ciento de la producción brasileña y revolucionó la actividad.
Si se concreta el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA) se abren amplias perspectivas para exportación, pero también el mercado nacional estará abierto para Colombia, por ejemplo, cuyos floricultores son hoy más competitivos, explicó Reijers.
Bonger reconoce también que aún falta calidad a la floricultura brasileña para competir en el mercado externo, pero confía en un rápido avance. "Dentro de cinco años estaremos exportando 30 por ciento de nuestra producción", pronosticó.
La estrategia que propone es aprovechar las condiciones naturales del país y dirigir el esfuerzo hacia flores y plantas ornamentales tropicales, exóticas para los mercados ricos del Norte.
Pero el país puede también competir con las flores más conocidas y comercializadas, como rosas, azaleas y violetas, contando con las ventajas del clima y exportando durante invierno hacia Europa y América del Norte, observó Reijers.
Holambra, a 140 kilómetros de Sao Paulo, se confunde con el desarrollo de la floricultura comercial, de gran escala, en Brasil. El poblado agrícola, fundado hace 49 años por algunas decenas de familias de inmigrantes holandeses, creció y se fortaleció economicamente con las flores.
Inicialmente se dedicó a la agricultura tradicional, de granos y hortícolas. La floricultura empezó a ganar terreno en los últimos años 60, después de que un nuevo inmigrante trajo bulbos de Holanda, de donde proviene la mayor parte de la tecnología y donde estudiaron tanto Reijers como Bonger.
Pero Holambra, cuyo nombre suma iniciales de Holanda y Brasil, se convirtió en una potencia comercial de flores a partir de 1989, cuando creó el sistema de subastas diarias que impulsó sus ventas. "En tres horas vendemos 300.000 reales" (270.000 dólares), informa Reijers.
El poblado se convirtió en una ciudad de 15.000 habitantes que se transformó en municipio independiente hace cinco años y cuya economía depende casi exclusivamente de sus flores y plantas ornamentales.
La cooperativa emplea a 600 funcionarios y agrupa a 120 productores, en general unidades familiares, pero incluye hasta una empresa con 900 empleados, según Reijers.
La gran ventaja de la floricultura es que ofrece muchos empleos, de diez a 20 trabajadores por hectárea, y permite que pequeñas propiedades sean viables, señala Bonger. Ibraflor estima que la actividad abarca 4.500 hectáreas en todo el país.
El boom de Holambra ayudó a la expansión de otros floricultores, en general organizados en cooperativas y concentrados en el estado de Sao Paulo, que concentra de 75 a 80 por ciento de la producción comercial nacional.
Mientras Holambra promueve su décimosexta Expoflora, hay por lo menos tres otras ferias de flores y plantas en un radio de 100 kilómetros en torno de Sao Paulo, la mayor metrópoli y principal mercado de Brasil.
Augusto Aki, coordinador de Expoflora, espera 250.000 visitantes en los 25 días de la muestra, que termina el 28. La frecuencia crece por lo menos diez por ciento cada año, desde 1994, informó.
El gran problema de la floricultura es la comercialización y el transporte, según Bonger, que también trabajó ocho años en Holambra.
De los 1.100 millones de dólares de ventas registrados en el país en 1996, a los productores les tocaron sólo 250.000, el resto fue a las arcas de la cadena que lleva las flores hasta el consumidor final.
Además Holambra, tiene que compensar con tecnología la desventaja de su altitud, 600 metros, cuando lo ideal es más de 1.200 metros.
Colombia produce flores en condiciones ideales, en tierras más altas y temperatura equilibrada, de entre 18 y 25 grados, admitió Reijers.
Ecuador también desarrolla grandes proyectos, informó el ejecutivo de Holambra, que destaca otra ventaja de los países andinos: la ayuda de Estados Unidos y Europa para impulsar la floricultura en sustitución de la coca. (FIN/IPS/mo/dg/if/97