ARGELIA: Comunidad internacional impotente ante el horror

La actitud de la comunidad internacional ante las masacres de Argelia varía entre la incomprensión por la magnitud del horror, el vago deseo de "hacer algo" y la impotencia ante la determinación de Argel de impedir la intervención extranjera.

La prensa independiente argelina afirmó que hasta 250 personas murieron y 50 sufrieron heridas en una brutal masacre ocurrida este martes en el pueblo de Baraki, cerca de la capital, pero el gobierno asegura que los muertos fueron solo 85.

Las autoridades niegan categóricamente las cifras "ficticias" que mencionan las agencias de noticias extranjeras y rechazan las afirmaciones de que las fuerzas de seguridad, como en ocasiones anteriores, no intervinieron para impedir la matanza.

Europa y el resto del mundo, desde Sudán hasta Estados Unidos, pretenden que se tomen medidas para detener las masacres, atribuidas tanto a grupos del ejército como a fuerzas islámicas radicales determinadas a detener recientes medidas tomadas para lograr la paz.

El ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Klaus Kinkel, acusó a la comunidad internacional de hacer caso omiso de actos de terrorismo como los que ocurren en Argelia en un discurso pronunciado el miércoles ante la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

El mismo día, la secretaria de Estado de Estados Unidos, Madeleine Albright, y su par de Francia, Hubert Vedrine, coincidieron en el tema. "Analizamos formas en que Washington y París podrían evaluar la situación y trabajar en conjunto", declaró Albright a la prensa en Nueva York.

La violencia en Argelia estalló en 1992 después de que los militares intervinieron para impedir que el Frente Islámico de Salvación (FIS), ganador de las elecciones generales, tomara el poder. Desde que el ejército proscribió al FIS en marzo de 1992, 60.000 personas murieron en enfrentamientos entre ambos bandos.

Intentos anteriores de la comunidad internacional para analizar la situación o auspiciar el diálogo fueron rechazados por Argel como interferencia en sus asuntos internos.

En enero de 1995, en Roma, el FIS y otros partidos argelinos reclamaron el retorno de la democracia y declararon su "rechazo a la violencia como medio para acceder al poder o mantenerlo" y ofrecieron un "diálogo genuino".

El gobierno rehusó la oferta diciendo que el FIS no tenía ninguna función que cumplir en el proceso de paz.

La prensa argelina nuevamente informó el jueves que el gobierno rechazó la asistencia de la comunidad internacional para poner fin a las matanzas porque consideró que los ofrecimientos de ayuda son parte de una conspiración de "los enemigos de la nación".

"El pueblo argelino es su propio jefe y no necesita que otros investiguen sus asuntos internos", declaró el ministro de Comunicaciones, Hamraoui Habib Chawkiand, a la televisión local esta semana.

"Sólo el pueblo de nuestra patria tiene el derecho de gobernar o de probar a las autoridades, el gobierno y las instituciones que eligió", añadió.

El presidente de Argelia, Liamine Zeroual, sostuvo en reiteradas ocasiones que la actitud de mano dura que adoptó frente al terrorismo estaba logrando resultados y que sus fuerzas ahora sólo estaban eliminando "residuos terroristas".

Sin embargo, en este lapso, cientos de personas murieron en las masacres generalizadas en las que participaron, según diversas fuentes, terroristas islámicos, fuerzas paramilitares encubiertas, militares armados por el Estado y delincuentes comunes.

La peor matanza ocurrió el 29 de agosto en Sidi Rais, también cerca de Argel, en la que habrían muerto unas 300 personas, según fuentes de los servicios médicos, aunque el gobierno sostiene que los muertos fueron 98. Como en el caso de Baraki, los militares se encontraban cerca del lugar, pero no intervinieron.

"Nadie sabe quién mata a quién ni quién protege a quién", dijo el miércoles el parlamentario europeo del Partido Verde Daniel Cohn-Bendit.

"¿Cómo es posible hablar de 'terrorismo residual' como lo hacen las autoridades de Argelia?", se preguntó.

El gobierno negó por mucho tiempo la existencia de violaciones a los derechos humanos más allá de lo que define como terrorismo islámico.

Sin embargo, la organización estadounidense Human Rights Watch (HRW) denunció detenciones arbitrarias y prolongadas sin acusación ni juicio, negación del derecho de los detenidos a un abogado y a ser visitados por familiares, y el empleo de tortura durante los interrogatorios.

"Recibimos numerosos informes de sospechosas muertes bajo custodia policial", afirmó la organización defensora de los derechos humanos.

HRW entrevistó a civiles argelinos que tenían poca idea sobre quién ataca a quién. La identidad de los asesinos es difícil de establecer porque las fuerzas de seguridad utilizan ropa de civil para no ser identificadas, mientras los miembros de los grupos armados muchas veces se disfrazan de soldados, señaló la organización.

"Aunque la identificación de los responsables de asesinatos individuales es casi siempre imposible, es claro que grupos armados que se identifican como fundamentalistas islámicos han matado a miles de personas, entre ellas civiles y miembros de las fuerzas de seguridad", aseguró HRW.

El gobierno también ha armado a grupos locales de "vigilantes", lo cual solo contribuyó al caos, dada la paranoia reinante en el país.

La Liga Argelina de Derechos Humanos destacó un incremento en el uso de armas durante persecuciones de presuntos terroristas, "lo cual causó un gran número de ejecuciones extrajudiciales".

El jefe de las fuerzas armadas de Argelia, general Mohammed Lamari, rechaza toda negociación y se opone enérgicamente a los intentos de abrir un canal de comunicación con el FIS liberando a sus más importantes líderes de prisión.

La mayoría de los radicales islámicos parecen igualmente determinados a bloquear cualquier intento de acuerdo.

La parálisis llevó el miércoles a un aparente esfuerzo por aislar a los principales oponentes de la distensión cuando el líder de las unidades armadas del FIS en el este de Argelia, Madani Mezerag, ordenó a sus hombres "detener las operaciones de combate a partir del 1 de octubre de 1997".

Mezerag urgió a todos aquellos que "cuiden los intereses de la religión y de la nación" a atender su llamado con el propósito de "exponer al enemigo que se oculta tras las horribles masacres y aislar a los criminales que aún quedan entre los extremistas del Grupo Islámico Armado (GIA)".

Varios grupos guerrilleros islámicas, entre ellos el ultrarradical GIA, funcionan fuera del control del FIS.

Mezerag atribuyó las últimas masacres a "los enemigos de ayer y de hoy", frase que fue interpretada como una alusión a los militares y al GIA.

Observadores de Argelia afirmaron que los militares permitieron que los asesinos hicieran su obra en Baraki y Sidi Rais precisamente porque ambos bandos comparten el mismo objetivo de obstaculizar todo esfuerzo por la paz. (FIN/IPS/tra-en/ns/xx/rj/aq-ml/ip/97

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