Varios países de América Latina y el Caribe están diseñando nuevas políticas de competitividad industrial, pero su escasa capacidad de implementarlas es el mayor cuello de botella para su éxito, según advierte Cepal.
La nueva industrialización es muy diferente a la del desechado modelo de sustitución de importaciones que se aplicó en la región hasta la década de los años 60, puntualiza un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
La organización regional con sede en Santiago de Chile y la Organización de Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (Onudi) reunieron a 11 expertos que examinaron las políticas de competitividad industrial en la presente década.
Las conclusiones del trabajo, difundidas por Cepal en Santiago, dieron forma también a un libro publicado por la editorial Siglo XXI de México que tuvo como complilador a Wilson Peres, jefe de la unidad conjunta Cepal/Onudi.
El propio Peres escribió un capítulo sobre el resurgimiento de las políticas de competitividad industrial en la región con comentarios que dan lugar a máximas o sentencias acerca de las peculiaridades e insuficiencias de este proceso.
Con base en las conclusiones del experto, Cepal advirtió que "las nuevas políticas han tendido a consolidar el patrón de ventajas comparativas existentes, más que a la creación de nuevas ventajas competitivas".
En el trasfondo de este diagnóstico está la virtual pugna entre los enfoques neoliberales y neoestructurales, según la terminología de los especialistas, quienes sugieren que el predominio corresponde a los primeros.
El neoliberalismo sepultó la sustitución de importaciones y promovió la apertura comercial bajo la lógica de que América Latina debe especializarse en producir lo que puede exportar con ventajas e importar lo que afuera se produce más barato.
Esta premisa implicó que la mayoría de los países de la región desmantelaran proyectos de desarrollo manufacturero, incluso a nivel de planes subregionales de integración industrial, y se especializaran en producir y vender productos primarios.
En el nuevo marco, las políticas industriales no son una alternativa al enfoque dominante sino "un complemento para lograr competitividad y crecimiento a un ritmo que las políticas macroeconómicas no han logrado", sostiene Cepal.
Entre 1990 y 1994 el producto interno bruto (PIB) regional creció a un promedio anual de 2,9 por ciento y el sector industrial lo hizo a un 2,2, es decir que tuvo un desempeño opaco en un marco de mediocridad.
La industria ya no es en América Latina el motor del crecimiento como lo fue en las décadas del modelo de sustitución de importaciones y ha perdido crecientemente su peso como generador de empleos, señala Cepal.
Jorge Katz, otro de los expertos de la unidad Cepal/Onudi, señala que en la actual estructura industrial de la región se observa un fuerte crecimiento productivo y exportador de grandes empresas procesadoras de materias primas e intensivas en capital.
Es el caso de la petroquímica en México y Venezuela, la siderurgia básica en Brasil, los aceites vegetales en Argentina y la celulosa en Chile.
Otro renglón de crecimiento industrial es el de las actividades de emsamblaje en zonas francas para la exportación, conocidas como maquiladoras, en el norte de México, América Central y el Caribe.
También "es evidente un renovado liderazgo de la industria automotriz dentro de retrocesos generalizados del resto del complejo metalmecánico y un escaso desarrollo de las industrias más modernas, como las electro-electrónicas".
El diagnóstico de Katz consigna finalmente "una caída del peso relativo de las industrias tradicionales intensivas en mano de obra, tales como textiles, vestimenta y calzado".
Se observa en la región un reforzamiento del liderazgo de filiales de transnacionales en sectores de bienes de consumo duradero y no duradero moderno, en tanto se fortalecen también grupos nacionales en joint-ventures (asociaciones operativas) con empresas extranjeras en una creciente internacionalización.
En términos de políticas de competitividad industrial de los gobiernos, Peres distingue tres grandes grupos de países.
Está en primer término el grupo formado por Brasil, México y Jamaica, que tienen una política de industrialización explícita, como parte de una estrategia general de desarrollo económico.
En segundo lugar están los países de la Comunidad Andina y América Central, en los que predomina la búsqueda de competitividad de sectores productivos industriales, primarios y de servicios a nivel de grupos de actividades para mercados regionales o locales.
Por último, en Chile, Argentina y Uruguay se están tomando medidas no basadas en una visión global de política industrial o estrategia competitiva sino en el diseño de instrumentos con impacto casi exclusivamente horizontal, apoyando las demandas empresariales de tecnología y capacitación.
El estudio Cepal/Onudi destaca que la región ha avanzado significativamente en su capacidad para diseñar políticas industriales, adaptándolas al escenario internacional de globalización y apertura comercial.
Sin embargo, la capacidad de ejecución, o implementación como señalan los expertos, de estas políticas ha sido baja, lo cual es hoy por hoy "un real cuello de botella para aumentar el impacto de las políticas de competitividad industrial".
"Implementar es siempre más complejo y costoso que diseñar. El principal problema en casi todos los países (latinoamericanos) es la separación entre diseño e implementación", comenta Cepal.
En este sentido, advierte que el enunciado de las políticas suele parecerse a vastos proyectos de investigación y que en su diseño figuran muchos objetivos, pero carecen de metas. (FIN/IPS/ggr/dg/if/97