Cincuenta años después de un parto sangriento, la moderna e independiente India mira a su antigua metrópolis colonial, Gran Bretaña, con una mezcla de furia, servilismo, emoción y necesidad.
Pero esta vez se trata de forjar una relación para beneficio de ambas, no solo de Gran Bretaña, como sucedía antes de la independencia declarada el 15 de agosto de 1947.
Ese día, el primer ministro de India, Jawaharlal Nehru, se refirió a la libertad de su país como "cita con el destino" que había sido pactada muchos años antes.
Medio siglo después, India pretende un escaño en el poderoso Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas y es considerada por el Banco Mundial una de las próximas potencias económicas. Están pactándose, al parecer, muchas otras citas, pero esta vez de negocios.
A pesar de que el poder de Gran Bretaña ha decaído desde 1947, continúa siendo un socio político y económico de India, pero no el único.
"India era una posesión de Gran Bretaña y fue una pérdida tremenda. Londres financió la segunda guerra mundial con deudas a India en libras esterlinas, alrededor de 1.000 millones", recordó el economista Meghnad Desai, de la Escuela de Economía de Londres.
Hasta 1930, el superávit comercial de India sostuvo la fortaleza de la libra esterlina en el mercado internacional de divisas, agregó el experto.
Gran Bretaña ha buscado en la década actual nuevos negocios en el marco del programa de liberalización de India, y no vacila en invocar el vínculo colonial, aunque apela al eufemismo "historia compartida".
"Los antecedentes la inversión británica en India son muy buenos. Hemos invertido en infraestructura, que es el sector más apremiante. Telecomunicaciones, carreteras, puertos", dijo Sandy Clarke, representante de la Confederación de Industrias Británicas.
Gran Bretaña es hoy el cuarto socio comercial de India. La corriente ascendió a unos 2.080 millones de dólares en 1996 y está en crecimiento. Pero esta cifra es, de todos modos, menor al comercio de India con Estados Unidos, Alemania y Japón.
Las necesidades de India no tenían ni un renglón en los cálculos del Imperio Británico. Las críticas económicas al imperialismo fueron los primeros argumentos del movimiento independentista. Se acuñó el entonces el término "teoría del drenaje".
Buena parte del capital y la riqueza de India se "drenaba" a Gran Bretaña en forma de salarios y pensiones a funcionarios coloniales, intereses de préstamos concedidos por Londres a la administración colonial, beneficio de capitalistas británicos y gastos de la oficina del gobierno indio en la metrópolis.
Este "drenaje" ascendía a la mitad de los ingresos del gobierno, según los cálculos de los independentistas.
Ellos comprendían que la esencia del imperialismo británico radicaba en la subordinación de la economía india a la de la potencia colonial a través del comercio, la industria y las finanzas. Pensaron que la industrialización debería cimentarse sobre el capital indio más que en el extranjero.
Los argumentos británicos eran, entonces, idénticos a los esgrimidos hoy por los adalides de la "globalización". El virrey Lord Curzon dijo en 1899, por ejemplo, que el capital extranjero era "una condición sine qua non para el desarrollo nacional de India".
Pero el nacionalista Dadabhai Naoroji dijo que el capital extranjero representaba, en cambio, "despojo y explotación" de los recursos indios.
"Los impuestos recaudados por un rey, dijo un poeta indio, es como el rocío evaporado por el sol, que regresa a la tierra como lluvia fertilizante. Pero el rocío recaudado en suelo indio cae en otras tierras", escribió el historiador R. C. Dutt.
"Un drenaje económico tan inmenso de los recursos habría empobrecido a los países más prósperos de la tierra. Y convirtió a India en un país de hambrunas frecuentes, generalizadas y fatales, más que ningún otro en la historia", agregó Dutt.
Desai sostuvo que la independencia india "fue el principio del fin del Imperio Británico". Después, una colonia tras otra, en Africa y en Asia, cayeron en manos de movimientos nacionalistas en los años 50 y 60.
En 1948, India fue el primer país que impuso sanciones económicas al "apartheid", régimen de segregación racial institucionalizada que rigió en Sudáfrica hasta 1994.
Gran Bretaña, al igual que otros en Occidente, interpretó la no alineación como simpatía por el bloque soviético. Por lo tanto, Nueva Delhi y Londres manifestaron reiterados conflictos en torno a varios asuntos internacionales hasta el colapso de la Unión Soviética en 1991.
El recuerdo de los peores excesos del Imperio Británico aún proyectan una sombra fantasmal sobre las relaciones entre una decadente potencia mundial y una nación que pretende ser oída como voz independiente en la comunidad internacional.
Estos recuerdos, como la masacre de cientos de civiles desarmados en una asamblea pública en la ciudad de Amritsar, se invocarán en el 50 aniversario de la independencia de India.
Un prominente político de Punjab, el estado indio donde se sitúa Amritsar, reclamó una disculpa pública a Londres. A pesar de que entonces hubo una condena oficial, el hombre responsable de la masacre, el general Dyer, nunca fue castigado.
Otros episodios salen hoy a la luz, como el papel que le tocó a Londres en la hambruna que sufrió Bengala en 1943 y 1944. Unos cinco millones de personas murieron entonces.
Muchos indios reclaman la devolución del diamante Koh-i-Noor, que perteneció a un maharajá de Punjab y hoy adorna la corona de la reina Isabel.
"Los británicos deberían solidarizarse con nosotros, no con las atrocidades de sus ancestros. La inconsciencia que entonces sufría India es hoy la sangre de Gran Bretaña", dijo el Alto Comisionado de India en Londres, Laxmi Mal Singhvi.
En lo cultural, la influencia de India se ha diseminado en la vida británica. Su cocina es la más popular entre las denominadas "étnicas". Y escritores con raíces indias, como Salman Rushdie, Vikram Seth, Nirad C. Chaudhuri y V. S. Naipaul, figuran entre los más populares y admirados.
Chauduri sostuvo que la relación entre indios y británicos era de inequidad en los tiempos coloniales. "Nos negaron la ciudadanía y nosotros los desafiamos", dijo.
Pero ahora, reflexiona el escritor, ambas sociedades son iguales. En especial porque la decadencia británica tiene su reflejo en la de India, afirmó. Y eso también podría denominarse globalización. (FIN/IPS/tra-en/dds/rj/mj/ip/97