MALASIA: Veinte años de lucha por los derechos humanos

El primer grupo multiétnico de defensa de los derechos humanos en Malasia debe lidiar, tras dos decenios de actividad, con la falta de interés del público, que atribuyen al consumismo que surgió con el auge económico.

Nadie descorchó botellas de champaña cuando la organización de derechos humanos Aliran, con sede en Penang, cumplió 20 años la semana pasada. Hubo un puñado de llamadas telefónicas para desear buenos augurios, pero no fanfarrias en la modesta oficina en esta ciudad del norte de Malasia.

Aliran Kesedaran Negara (Movimiento de Conciencia Nacional, en idioma malayo) fue una odisea de siete personas en su fundación el 12 de agosto de 1977. Se trató no solo de la única organización de derechos humanos en ese entonces, sino de la primera de naturaleza multiétnica con inquietudes sociales.

Hoy, el grupo cuenta con 200 miembros y una publicación mensual en idioma inglés, Aliran Monthly, que vende 10.000 ejemplares a pesar de que apenas lo producen tres periodistas a tiempo completo.

Formado en medio de las tensiones interétnicas y sociales que dominaron Malasia en los años 60 y 70, Aliran dio cátedra de armonía social. Pero, a medida que el país subía la ladera del crecimiento económico, el grupo se encontró en una encrucijada.

El triunfo de la cultura del consumo y el materialismo restó interés a los asuntos sociales. Pocos rostros nuevos se acercan al activismo en defensa de los derechos humanos. Los medios masivos de comunicación abren poco espacio a voces disidentes.

"Es difícil hablar de derechos humanos sin un espacio democrático, medios de comunicación libres y elecciones justas. Así, no veo modo de articular nuestra tarea con eficacia", dijo el presidente de Aliran, P. Ramakrishnan.

En los años 70, los derechos humanos eran una especie de concepto abstracto en Malasia. Había, además, pocas organizaciones no gubernamentales dedicadas a cuestiones sociales.

La "reestructura de la sociedad" y el abatimiento de la pobreza eran los objetivos nacionales. Los líderes políticos trataban de canalizar los reclamos comunales a través de la redistribución de la riqueza.

Eran tiempos difíciles. En 1969, la tensión étnica había desembocado en violencia, lo que puso en el centro del debate los intereses de malayos, chinos, indios y otros grupos. La desconfianza provocó heridas de lenta cicatrización.

Nacida en ese entorno, Aliran analizó estos problemas desde una perspectiva multiétnica. Promovió la justicia y la integridad en la vida pública y postuló el principio de que las religiones existentes en Malasia tenían mucho en común a la hora de afrontar los desafíos sociales.

Aliran, grupo no partidario integrado en su mayoría por personas de clase media, hizo escuchar su voz en todo lo que se relacionara con los derechos humanos, sin eludir los problemas sociales y políticos.

La corrupción y la falta de responsabilidad de los líderes políticos frente al público figuraron entre los objetivos de sus primeras campañas.

A través de comunicados de prensa, artículos en Aliran Monthly y foros públicos, combatió normas represivas como la Ley de Seguridad Nacional, que permitía detenciones sin juicio. Pero unos pocos periódicos de alcance nacional recogieron esos planteos.

Los funcionarios comenzaron a ver en Aliran una amenaza. En 1980, las autoridades intentaron disolver el grupo, pero los medios de comunicación no pudieron evitar la información sobre el creciente respaldo público que recibieron los activistas y el gobierno debió retroceder.

Mientras tanto, se aprobaban leyes estrictas que limitaban la difusión de "secretos de estado", el funcionamiento de sociedades y las impresiones.

En 1987, el primer presidente de Aliran, Chandra Muzaffar, fue arrestado junto con otros 100 disidentes. El gobierno suspendió los permisos de impresión de tres periódicos.

Un año después, el principal juez del país y otros cinco integrantes de la Suprema Corte fueron suspendidos, un duro golpe del que el Poder Judicial nunca pudo recuperarse.

Estos acontecimientos enfurecieron a muchos malayos, y miles asistían a los foros públicos de Aliran para exponer su frustración respecto de la falta de libertades y los problemas económicos del país.

Pero el recuerdo de esos días de opresión se desvaneció.

En la óptica de Aliran, los malayos se han vuelto complacientes en materia de derechos humanos y democracia, pues centran sus preocupaciones en el impresionante auge económico. "Sus problemas se limitan a qué marca de zapatos comprar y a dónde ir a bailar", dijo Ramakrishnan.

Pero esos no son los únicos factores que conducen a la apatía ciudadana. "Para comprender los problemas sociales y actuar es necesario leer, y los malayos, según las encuestas, casi no leen impresos serios", agregó el presidente de Aliran, un ex dirigente del sindicato de profesores.

Los sondeos confirman que la mayoría de los estudiantes no tiene inquietudes sociales. "En este ambiente, es difícil para nosotros advertir al público los problemas existentes en materia de derechos humanos y justicia social", sostuvo Ramakrishnan.

De todos modos, la actividad de Aliran abrió camino para el surgimiento de otras organizaciones.

La Voz del Pueblo Malayo (Suaram) y la Sociedad Nacional de Derechos Humanos (Hakam) complementan hoy su trabajo. Han surgido, además, otras organizaciones no gubernamentales con intereses específicos.

Pero todos esos grupos sufren falta de activistas y carencia de espacios en los medios de comunicación.

"Se necesitan muchas gotas de agua durante siglos para quebrar una roca", concluyó Ramakrishnan. (FIN/IPS/tra- en/ann/js/mj/hd/97

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