Las dos mayores centrales sindicales de Brasil realizan en estos días sus congresos nacionales agobiadas por el desempleo, pero también por las actuales tendencias económicas y laborales que les van quitando fuerzas.
La Fuerza Sindical concluyó su tercer Congreso el jueves en Sao Paulo, aprobando la reducción de la semana laboral de 44 a 36 horas, con una pequeña rebaja salarial, como propuesta central para generar dos millones de nuevos empleos anuales en el país.
La Central Unica de Trabajadores (CUT) promueve su sexto Congreso desde eñ jueves al domingo próximos, preocupada por el desempleo pero también en revisar sus conceptos, buscando adecuarlos a las nuevas condiciones y salvar su futuro.
Cómo organizar y representar una base social cada día más heterogénea es el gran desafío para los sindicatos, cuya fuerza se nutría de sectores laborales homogeneos, con "fuerte identidad cultural y de intereses", evalúa Carlos Augusto Gonzalves, dirigente de la CUT.
Impulsado por el movimiento obrero, el sindicalismo pierde capacidad de movilización ante la reducción del empleo industrial y la difusión de nuevas modalidades de contrato y el mercado informal, admitió el economista del Departamento de Estudios de la mayor central sindical brasileña.
La generación de empleos en el sector de servicios puede evitar un aumento de la desocupación, pero no el debilitamiento de los sindicatos. El empleo temporario, el trabajo a domicilio o por cuenta propia, la tercerización, la flexibilización de leyes laborales, todo apunta a la misma dirección.
Son empleos y nuevas relaciones de trabajo que "no generan movimientos sociales" para cumplir el papel sindical de redistribuir el ingreso y ampliar el mercado, observó Celso Furtado, considera el maestro brasileño de la economía política.
Por eso aplaude al Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) en sus acciones radicales por la reforma agraria. Con mucha tierra disponible y gente dispuesta a volver al campo, Brasil aún tiene esa posibilidad singular de generar empleos masivamente, argumentó Furtado.
La nueva realidad impone al sindicalismo reorientar sus estrategias, reconociendo la heterogeneidad de su base social y como "legítimos todos los intereses de esa diversidad fantástica" que se produjo en el mundo laboral, según Gonzalves.
Hay que "dialogar con los informales, desarrollar políticas más horizontales", sostuvo, aunque reconoció que "falta en el sector informal la cultura, el instrumental básico para establecer relaciones de solidaridad necesarias a una acción sindical".
Pese a eso, cree que la CUT puede lograr esa transformación, porque ya tiene una base social diversificada. Además de los obreros industriales, se destacan también los funcionarios públicos y empleados de servicios financieros, señaló.
Pero son tres sectores que sufren la mayor erosión en Brasil esta década.
La industria, por una reestructuración mundial, despidió casi un tercio de sus obreros. Los bancos intensificaron sus despidos masivos a partir de 1994, al perder las abultadas ganancias que les permitía la elevada inflación. Unos 300.000 bancarios dejaron de serlo, es decir un 40 por ciento del total anterior.
Ahora son los funcionarios públicos que sufren el ataque del desempleo. Además de las privatizaciones, el gobierno busca la aprobación parlamentaria de una reforma administrativa cuyo principal objetivo es reducir los gastos salariales del Estado.
Todo eso no se refleja en el índice oficial de desempleo abierto, que se mantiene en seis por ciento, un tercio del de Argentina y la mitad del europeo. El sector informal muestra una capacidad aparentemente ilimitada de absorber trabajadores, ya ocupa más de la mitad de la mano de obra activa del país.
Pero sí se refleja en la acción sindical. El número de huelgas bajó a un promedio de 60 al mes durante el primer semestre de este año, contra 103 y 108 en iguales períodos de 1995 y 1996, respectivamente, según el Departamento Intersindical de Estadísticas y Estudios.
La misma CUT, que nació de huelgas históricas a partir de 1978, moderó sus acciones, al comprobar que sus paralizaciones y el nivel de salarios obtenido ahuyentaron industrias del ABC, conjunto de ciudades vecinas a Sao Paulo y cuna metalúrgica de la central sindical.
La Fuerza Sindical, fundada en 1991, también tiene origen y su base más fuerte en los obreros metalúrgicos de Sao Paulo. Más pragmática, prefiere negociar y apoya las reformas económicas y del Estado que promueve el gobierno, rechazadas por la CUT como neoliberales.
La duda consiste en si el sindicalismo podrá sostener su eficacia y protagonismo en las nuevas condiciones económicas, manteniendo su propia naturaleza. (FIN/IPS/mo/ag/ip-lb/97