ARGENTINA: Península de Valdés, un paraíso ahora administrado

Miles de turistas de todo el mundo llegan cada año a las poco pobladas costas del Atlántico Sur, en la Patagonia argentina, no por sus playas inhóspitas sino para gozar del espectáculo de ballenas, pingüinos, lobos y elefantes marinos que danzan el baile de su propia reproducción.

Sin embargo, antes de tomar contacto con esta región que para algunos es "un paraíso perdido" y para otros lo más parecido al "fin del mundo", pocos visitantes saben que se introducirán en uno de los ecosistemas marinos más ricos, concentrados y frágiles del mundo.

De los 3.500 kilómetros de costas que tiene la Patagonia sólo tres por ciento está ocupado por una vasta biodiversidad.

Pero ese núcleo es tan rico, valioso y frágil en la zona de Península de Valdés que fue declarado Patrimonio Natural Mundial por el Fondo de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y se incorporará en 1988 al centenar de esos sitios protegidos del planeta.

La preocupación mundial por la fauna de esta zona decidió al Fondo para el Medioamiente Global (conocido por su sigla en inglés GEF) a financiar un plan de manejo elaborado por la Fundación Patagonia Natural y administrado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

"El plan de manejo, que costó tres años de estudios, ya fue concluído", anunció a IPS Eduardo Rodriguez Bergés, funcionario del PNUD.

El trabajo de investigación se concentró en cuatro capítulos claves: contaminación, fauna, turismo y pesca, y a fines de este año comienza a implementarse.

El desafío fue elaborar un proyecto que rebasara los límites geográficos y políticos de las provincias patagónicas y atendiera las urgencias de preservación y desarrollo sustentable en la región, proponiendo una acción conjunta, coherente y acordada con todas las partes.

El proyecto es el más importante que financió hasta ahora el GEF en Argentina y fue destacado por su presidente Mohamed El Ashry como uno de sus mejores programas durante la Tercera Convención sobre Biodiversidad que se realizó en Buenos Aires en noviembre último.

La fundación se apresta ahora a recibir 5,2 millones de dólares para poner en marcha esta segunda etapa del proyecto. El PNUD administra los fondos, aporta el equipamiento, participa en la evaluación y hace todos los contactos que posibilitan la realización.

Una de las características más sobresalientes del plan es que contó con la participación de universidades, organismos no gubernamentales, funcionarios del gobierno de diversas áreas, y sectores claves de la industria en la región como el petróleo, la pesca y el turismo.

Las fundaciones Ambiente y Recursos Naturales y Vida Silvestre y una red de organismos no gubernamentales de la Patagonia hicieron su aporte para que nada quedara librado al azar.

Por primera vez existe un censo que permite conocer con detalles qué es lo que se quiere preservar, sin impedir el desarrollo de la región.

En diálogo con IPS, José María Musmesi, director ejecutivo de la Fundación Patagonia Natural, dio cuenta de ese balance.

"Tenemos 35.000 elefantes marinos, unos 70.000 lobos marinos de un solo pelo y 15.000 de dos pelos, un millón de parejas de pingüinos, miles de pájaros -cormoranes, albatros, gaviotas- y unas mil ballenas sobre un total de 4.000 que se estima que quedan en el globo", puntualizó Musmesi.

La concentración de tanta riqueza es lo que hace frágil al ecosistema. Un derrame de petróleo ocurrido este año en las costas uruguayas de Punta del Este provocó la muerte de "sólo" 3.000 lobos marinos porque se trataba de un balneario exclusivo en el que se invirtió mucho dinero.

Pero si el accidente ocurriera en la Patagonia, Musmesi cree que no existiría esa acción rápida que permitiera frenar el avance de la contaminación. "Un derrame de esa magnitud aquí puede provocar un colapso de características irreversibles", alertó.

La industria petrolera representa 20 por ciento de la economía de la provincia de Chubut, donde se sitúa la Península de Valdés.

Unos 1.100 millones de dólares deja esa actividad en la Patagonia.

Pero los costos del desarrollo los pagan unos 41.000 pingüinos que mueren cada año como consecuencia de la contaminación.

También la fundación hizo advertencias respecto de la pesca en el Atlántico Sur. "Estamos actuando con 10 años de atraso", graficó.

Musmesi reveló que debido a la sobrepesca se están capturando ejemplares de merluza tan pequeños que no tienen valor comercial.

"Si no se administran los recursos de manera racional, no sólo se va a afectar a esa especie sino a toda la cadena natural que está conectada", advirtió.

La pesca deja a Argentina unos 720 millones de dólares al año, de los cuales casi 500 provienen de la Patagonia. Los propios empresarios pesqueros admitieron la necesidad de poner límites a las capturas de algunas especies para frenar la depredación.

El turismo, en cambio, no es "todavía" un problema, dijo Musmesi.

Cada año llegan unos 100.000 visitantes a la región. Sólo en el período de avistaje de ballenas y lobos hubo 40.000 visitantes en 1996. Eran apenas 15.000 en 1992. La actividad deja 54 millones de dólares anuales en la Patagonia.

"Para nosotros, el turismo es una herramienta del desarrollo, pero es necesario controlarlo, planificarlo", señaló el ejecutivo. No obstante, dijo que la limitación hotelera impide la sobrecarga de visitantes que no llegan en masa.

La instalación de hoteles y otro tipo de infraestructura estará regulada por un Comité de Costa, conformado por todos los sectores con intereses en la Patagonia que controlar las inversiones en la región.

"Queremos que la Fundación Patagonia Natural sea la secretaría ejecutiva de este comité integrado por empresas, gobiernos, universidades y otros organismos", dijo Rodríguez, del PNUD.

El diagnóstico de la fundación fue realizado en sociedad con la World Conservation Society (también conocida como Sociedad Zoológica de Nueva York), y Stephen Olsen, un experto en manejo de costas de la Universidad de Rhode Island, dio su aprobación final. (FIN/IPS/mv/dg/en/97)

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