Menos de una semana después de haber sido escupido por una mujer en una discoteca, el marino argentino Alfredo Astiz, símbolo de la represión ilegal durante la dictadura, fue agredido hoy en la calle por una de sus víctimas directas.
Un dirigente justicialista cuya esposa y su hija de cuatro años fueron golpeadas por Astiz lo reconoció en Buenos Aires cuando iba a su trabajo, y pese a los esfuerzos del militar por pasar desapercibido, lo siguió, lo insultó y amagó a pegarle.
"?Por qué no me pegás a mí que no estoy atado, cobarde?", le gritó a Astiz Jorge Ocampo, desafiando al marino a hacerle lo que le hizo a su esposa y a su hija en su domicilio el día del último golpe de Estado, el 24 de marzo de 1976.
Visiblemente conmocionado, Ocampo recordó que aquel día Astiz ató a su esposa a una silla y la golpeaba brutalmente para que dijera dónde estaba su marido. Cuando la niña de cuatro años corrió a abrazar a su madre, Astiz la levantó del cabello y la arrojó lejos.
Pocos meses después de aquella incursión a su casa, Ocampo se exilió en Suecia con su familia y ahora sus cinco hijos viven allí, en el mismo país de la familia de Dagmar Hagelin, joven sueca asesinada a balazos por Astiz, que la habría confundido con otra persona.
En Argentina, la dictadura militar (1976-83) fue responsable de la desaparición de al menos 11.000 personas, aunque las agrupaciones humanitarias aseguran que se trata de 30.000. En 1985, los jefes militares fueron condenados pero en 1990 obtuvieron un indulto.
No obstante, desde que recibieron el perdón, ningún militar acusado fue agredido por una víctima, con la excepción de Astiz.
Un médico que actuaba en los campos clandestinos de detención, Jorge Bergez, fue atacado a balazos por desconocidos, pero los familiares de las víctimas de la represión rechazaron ese acto de violencia.
Condenado en Francia a reclusión perpetua por el crimen en Argentina de las religiosas francesas Alice Domon y Leonie Duquet, Astiz no puede salir del país sin ser detenido por Interpol.
El presidente de Francia, Jacques Chirac, lo acusó directamente de "asesino" y reclamó al gobierno del presidente Carlos Menem que rechazara su ascenso en la carrera militar si quería evitar roces en la relación bilateral.
En Argentina, Astiz había quedado en libertad por las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, dictadas justo en el momento en que se había probado su responsabilidad en una serie de torturas y crímenes. Es decir que puede caminar libremente por este país.
No obstante, en los últimos dos años, fue agredido por gente que lo reconoció en la calle. En septiembre de 1995 fue atacado a golpes de puño cuando pasaba sus vacaciones en San Carlos de Bariloche, una ciudad de montaña al sur del país.
Un mes después, un joven que lo reconoci conduciendo su automóvil le rompió el parabrisas. Reiteradamente, el marino recibe insultos o gestos de repudio como cuando entra a una confitería, discoteca o restaurante y algunos se retiran luego de insultarlo.
El domingo, en Gualeguay, una localidad de la provincia de Entre Ríos, una mujer lo reconoció bailando en una discoteca. Luego de asegurarse de que fuera él, le escupió el rostro y lo increpó: "Asesino, torturador, hijo de puta, andate de acá".
Esta vez, Astiz se cruzó con una víctima. "Cuando lo vi, no pude contener mi dolor y mi indignación, y lo que hice fue lo que tendrían que hacer todos los argentinos con ellos, no dejarlos vivir en paz, que sientan el exilio en su país", remarcó Ocampo.
"Yo tengo a todos mis hijos en el exilio, y en cambio lo veo a él caminando impunemente por Buenos Aires", se indignó.
Astiz se erigió en el símbolo de la represión, no sólo por los crímenes que cometió y que se siguen ventilando en otros países – Francia, Suecia y ahora España- sino por su rendición militar en las islas Georgias en 1982.
En aquel año, cuando la dictadura desembarcó en las islas Malvinas, bajo dominio inglés, con el fin de recuperarlas, Astiz comandó la invasión a las más pequeñas Georgias, pero poco después se rindió y su imagen como prisionero se difundió por todo el mundo.
Cuando la familia Ocampo en el exilio vio en la televisión a aquel hombre que se entregaba en las Georgias, la mujer lanzó un grito de horror al reconocer en ese militar al mismo que le había pegado a ella y a su hija. (FIN/IPS/mv/dg/ip-hd/97)