El gobierno del Distrito Federal de Brasil se apresta a exportar hacia América Latina una experiencia educativa que demostró su eficacia para mantener en la escuela a niños de familias muy pobres y mejorar su desempeño.
El programa Beca-Escuela, iniciado en 1995, atiende, según datos de julio, a 21.836 familias, a las que ofrece el equivalente al salario mínimo nacional, o 110 dólares mensuales, durante 12 meses, como ayuda para que sus niños puedan estudiar.
Se trata de familias con niños de siete a 14 años, la edad de escolaridad obligatoria en Brasil, y cuyo ingreso per capita no sobrepasa 55 dólares. Cada una recibe el salario mínimo, aunque tenga más de un niño en la escuela.
Se exige que la familia tenga una antigüedad de residencia en el Distrito Federal de por lo menos cinco años, que los padres estén inscritos en programas de empleo y que los niños frecuenten la escuela con regularidad. Dos ausencias sin justificación pueden determinar el fin de la beca.
Los resultados despertaron el interés de Federico Mayor, director general de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, Ciencia y Cultura (Unesco, que anunció la disposición de llevar la experiencia a otros países en desarrollo, especialmente de América Latina.
Una evaluación conjunta con el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) comprobó la eficacia del programa, que presentó 'un elevado índice de retención en la escuela y de rendimiento en el aprendizaje", según certificó el representante de Unesco en Brasil Jorge Werthein.
Un tercer efecto positivo es que los padres "se involucran en el proceso educativo, asumen el compromiso de acompañar el desempeño de sus hijos y adquieren conciencia de los beneficios futuros de la enseñanza", añadió.
La beca es un estímulo necesario, explicó Werthein, para que las familias "puedan prescindir del trabajo de los niños, sin perder ingresos".
El Distrito Federal presenta el mayor ingreso per capita y una enseñanza básica mejor que en el resto del país, pero eso se debe a Brasilia y sus altos funcionarios.
En los alrededores de la capital la mayor parte de los habitantes son pobres, que se concentran en ciudades que crecen con la migración desde regiones aún más indigentes.
El éxito de la beca-escuela sobresale porque condujo a niños provenientes de medios sociales y culturales desfavorecidos a alcanzar un desempeño similar al de estudiantes privilegiados, observó Marisa Pacheco, coordinadora del programa.
Entre los becados del año pasado, que sumaron 38.361, sólo 0,4 por ciento abandonó la escuela. El índice de ausentismo en la enseñanza básica pública del Distrito Federal es de 10,7 por ciento, según las estadísticas oficiales.
Los alumnos beneficiados también obtuvieron un índice de aprobación mayor, de 83,8 por ciento, contra un promedio nacional de 76,5 por ciento, señaló la coordinadora.
"Es una solución innegable para la enseñanza incluso desde el punto de vista de los costos financieros", destacó Marisa Pacheco.
Todo el programa ha insumido 31 millones de reales (28,5 millones de dólares al cambio actual), "menos de uno por ciento de la recaudación fiscal" del gobierno del Distrito Federal.
Werthein señaló que el programa prepara a trabajadores más productivos y evita otras pérdidas futuras. Ayuda, por ejemplo, a impedir que estos niños se dediquen a la delincuencia, al mantenerlos en los centrtos educativos.
La idea de este tipo de becas nació durante la campaña electoral tras la cual fue electo como gobernador Cristovam Buarque, ex rector de la Universidad de Brasilia.
Consistió en intentar vincular a la educación la propuesta de "ingreso mínimo", una suma mensual que algunas ciudades ya ofrecen a familias que no ganan lo suficiente como para sobrevivir.
La campaña, a fines de 1994, sirvió para hacer una encuesta entre los niños pobres sobre su disposición a permanecer en el sistema escolar si no debieran trabajar u obtener ingresos en las calles. La respuesta fue positiva, explicó Pacheco.
La experiencia se propagó a varios municipios de Brasil, como Belo Horizonte y Vitoria, capitales estaduales del sureste, y a Belem y Macapá, en el norte.
En otras áreas, donde es frecuente el trabajo infantil en la producción de carbón vegetal o en cosechas agrícolas, la idea es aplicada pero de otras maneras.
Han comenzado incluso a llegar al Distrito Federal misiones de otros países para conocer la experiencia, como una de Ecuador. El Banco Mundial también enviará a expertos a estudiar el programa para definir formas de financiación, concluyó la coordinadora. (FIN/IPS/mo/dg/ed-dv-pr/97