El cese del embargo estadounidense a la venta de equipo bélico de avanzada a América Latina abre nuevas posibilidades de compra, pero no desatará una carrera armamentista, según los gobiernos de la región.
Ni la animosidad entre Ecuador y Perú tras la guerra de 1995 ni la permanencia del ex dictador Augusto Pinochet al frente del ejército de Chile hasta marzo de 1998 impidieron al presidente Bill Clinton eliminar el día 1 una prohibición impuesta hace 20 años por su antecesor Jimmy Carter.
Pero, más allá de la venta de aviones de combate a Chile que pretende realizar la compañía McDonnell Douglas, la situación no cambiará mucho. Los militares de América Latina siempre contaron con abundantes proveedores.
Uno de ellos es Estados Unidos, a pesar de las restricciones. El Servicio de Investigaciones del Congreso estadounidense estima que Washington, con 22 por ciento de participación en el mercado, es la principal fuente de armas de América Latina, aunque no de alta tecnología.
Con el levantamiento del embargo, las Fuerzas Armadas de la región tendrán ahora más opciones, pero débil poder de compra. Los presupuestos de defensa están en su nivel más bajo desde el fin de las dictaduras de los años 70.
Al mismo tiempo, los soldados están más preocupados por el salario que llevan a su hogar que por las armas que cargan en los desfiles.
El cese de restricciones que fueron resueltas en 1977 por Carter en respuesta a las violaciones de derechos humanos cometidas por las dictaduras militares, supone más un aval a la democracia consolidada en América Latina que la apertura de posibilidades de negocios.
La región vive una era "nueva, moderna y democrática", dijo Thomas McLarty, alto funcionario de la Casa Blanca.
El ministro de Defensa de Argentina, Jorge Domínguez, sostuvo que la decisión "implica reconocer la madurez" que alcanzaron las relaciones entre Estados Unidos y América Latina.
El canciller de Brasil, Luiz Felipe Lampreia, pronosticó que el levantamiento del embargo no alimentará una carrera armamentista, debido a la "moderación" de los presupuestos militares de la región.
Mientras, el canciller venezolano Miguel Angel Burelli coincidió con su par brasileño y agregó que los planes de reequipamiento militar de los países latinoamericanos ya estaban en marcha antes de la decisión de Clinton.
En cambio, el ex presidente de Costa Rica y premio Nobel de la Paz, Oscar Arias, afirmó que el cese del embargo le produce "repugnancia y desazón" pues, dijo, "inflingirá un enorme daño a la democracia".
La medida "constituirá una señal equivocada para países que tratan de consolidar sus economías", pronosticaba ya hace un año Fernando Zumbado, director para América Latina del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.
Augusto Ramírez, de la Comisión Nacional de Paz de Colombia que, encabezada por la Iglesia Católica, promueve un acuerdo entre el gobierno y la guerrilla izquierdista, consideró el anuncio "un atentado contra la paz de América Latina".
No es ajena a estos cuestionamientos la guerra limítrofe no declarada que enfrentó a Ecuador con Perú durante cinco semanas a comienzos de 1995. Luego del conflicto, ecuatorianos y peruanos se atribuyeron mutuamente intenciones armamentistas.
Funcionarios de Washington aseguraron que no se autorizará la venta de armas a Ecuador y Perú. El levantamiento del embargo supone un análisis "caso por caso" y las ventas deben ser aprobadas por el propio presidente, explicaron.
Pero el estudio "caso por caso" también funcionó, de modo menos explícito, durante los dos decenios de embargo.
Chile sufrió restricciones aun más estrictas que el resto de la región, debido al asesinato en Washington del ex canciller Orlando Letelier en 1976, perpetrado por agentes de la dictadura de Pinochet (1973-1990), y a los abusos reiterados contra los derechos humanos.
Venezuela, en cambio, pudo adquirir 24 aviones de combate F-16 entre 1979 y 1984 porque el gobierno de Estados Unidos supuso que serían empleados "de manera prudente y responsable", explicó Jeffrey Davidow, actual subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos y ex embajador en Caracas.
Mientras tanto, los militares latinoamericanos se las arreglaban para armar a sus tropas sin contar con los equipos de avanzada de Estados Unidos.
La disolución de la Unión Soviética en 1989 convirtió a flamantes repúblicas independientes decididas a sanear sus frágiles economías en ferias de armamentos, muchos de ellos de alta tecnología.
Otros países, como Francia, Gran Bretaña e Israel, e incluso de América Latina, como Argentina y Brasil, fueron proveedores de armas de la región.
Durante la guerra entre Ecuador y Perú, una empresa perteneciente al Ministerio de Defensa de Argentina, país garante del tratado limítrofe y participante activo en las negociaciones de paz, vendió a Quito de forma clandestina 8.000 fusiles de asalto FAL y 75 toneladas de municiones.
Luego de la guerra, Ecuador adquirió cuatro aviones de combate K-fir (versión israelí de los Mirage franceses). Perú exhibió este año sus nuevos cazas Mig 29 procedentes de Belarús.
La venta de los K-fir debió ser aprobada por Washington, pues la firma estadounidense General Electric es la fabricante del motor de esos cazabombarderos. Esa autorización fue considerada el año pasado un preanuncio del aflojamiento de la política de venta de armas de Clinton.
El embargo era, a estas alturas, una formalidad. McDonnel Douglas llegó a ofrecer sus F-16 a Perú. Cuando Lima resolvió comprar los Mig 29, el embajador estadounidense Dennis Jett deploró que el gobierno de Alberto Fujimori adquiriera armas en lugar de construir escuelas.
"Las fábricas de armas de Estados Unidos han olfateado oportunidades de negocios y presionado al gobierno para poner fin a las restricciones", sostuvo Tom Cardamone, editor de la revista Arms Trade News, de Washington.
Esta industria esgrimió para convencer a Clinton la pérdida de empleos y competitividad frente a otras potencias como Francia, Gran Bretaña e Israel.
En agosto de 1996, el entonces secretario de Estado (canciller) de Estados Unidos, Warren Christopher, dijo ante el Congreso que, si Washington no autorizaba a las empresas a vender sus armas, "muchas naciones las comprarán a otro país".
Los militares de Argentina dispondrán de 1.000 millones de dólares para compras de equipo militar en los próximos cinco años, mientras los chilenos, que procuran reemplazar sus viejos cazabombarderos A-37 estadounidenses, consideran ofertas de Estados Unidos, Suecia y Francia.
La fabricante de armas Lockheed-Martin manifestó beneplácito por la decisión de Clinton el día 1, pocas horas después de anunciada, pues le permitirá "competir en la región" y "restaurará la confianza en la industria aeroespacial estadounidense".
La Agencia de Control de Armamentos y Desarme (ACDA) de Washington calcula que América Latina concentra apenas 1,5 por ciento del tráfico mundial de armas, frente 41 por ciento en Medio Oriente, 18 en Asia oriental, 15,3 en Europa occidental y 3,8 por ciento en Africa subsahariana.
Los principales compradores latinoamericanos son Brasil, Venezuela, Colombia, Chile y Ecuador, según la ACDA. (FIN/IPS/mj/ ff/ip/97