Una casa de cuatro habitaciones en un suburbio de clase media en la capital de Zimbabwe se convirtió en el destino secreto de cientos de mujeres que huyen de la violencia doméstica y sexual.
Rodeado de jardines privados, el refugio albergó a más de 300 mujeres desde 1996, cuando fue instalado por el Proyecto Musasa, una organización de mujeres que trabaja para superar la violencia doméstica.
En el sitio las mujeres son libres de considerar sus opciones con la ayuda de consejeras capacitadas y asesores legales durante una estadía de dos meses. Se trata del primer refugio para mujeres de Zimbabwe.
La violencia doméstica en el país africano, al igual que en muchos otros, es estimulada por la tolerancia de la violencia contra la mujer, en particular en el matrimonio, el bajo estatuto social del género y su falta de poder dentro de la familia.
A menudo, las mujeres en Zimbabwe aceptan la violencia como parte del matrimonio con las palabras "ndzivo zvinoita dzimba" (así es el matrimonio).
Las mujeres suelen ser golpeadas por supuestas infidelidades, por no tener hijos o no dar a luz suficientes varones, querer usar métodos anticonceptivos, negar a sus parejas sus "derechos" sexuales o cuestionar su fidelidad, y por motivos triviales, como visitar a sus familias sin permiso o demorar en servir la cena.
Muchas no sobreviven. Un reciente estudio de Musasa y la organización no gubernamental Women in Law and Development in Africa (Mujeres en la Ley y el Desarrollo en Africa) reveló que 59 por ciento de 249 mujeres asesinadas fueron víctimas de sus maridos.
Muchos de los asesinatos fueron justificados en las cortes sobre la base de que las acciones de la esposa causaron la pérdida de control de sus parejas.
La policía informó que más de 20 mujeres son agredidas físicamente por sus esposos cada día en Zimbabwe. Sin embargo, muchas agresiones no son denunciadas a las autoridades y muchas denuncias son retiradas por las víctimas, quienes temen represalias.
Sheillah Kanyangarara, ex fiscal de una corte de Harare, afirma que durante 1995 sólo se ocupó de casos de violación, al ritmo de tres nuevos casos diarios. Su corte fue una en seis que sólo trató casos de violación.
Algunas mujeres, en particular aquellas que tienen un empleo remunerado, logran la fortaleza para dejar parejas violentas. Las mujeres que llegan al refugio promedialmente soportaron hasta 10 años de golpizas, puñaladas y violación, a menudo estando embarazadas.
Desafortunadamente, miles no logran escapar, y el refugio de Musasa sólo puede ofrecer un protección limitada, una restricción que según la directora del proyecto, Eunice Njovana, "actúa como recordatorio de las duras situaciones que enfrentan las supervivientes de la violencia doméstica".
Las mujeres de Zimbabwe no están solas. Según un estudio del Banco Mundial de 1994, más de nueve millones de años de vida se pierden cada anualmente como resultado de la violencia doméstica.
En Estados Unidos, las golpizas contra las mujeres son la causa principal de los daños físicos que ellas sufren en edad reproductiva.
Estadísticas del Banco Mundial en Africa indican que entre una cada tres y una cada dos mujeres entrevistadas fue golpeada por una pareja en el continente.
Una de las principales preocupaciones del Proyecto Musasa es el impacto de la violencia doméstica sobre la salud reproductiva inmediata y a largo plazo de las mujeres.
Njovana será una de las pocas representantes de países en desarrollo que participará en el Congreso Mundial sobre Violencia y Coexistencia Humana que se desarrollará en agosto en Dublín, Irlanda.
En colaboración con la Escuela de Higiene y Enfermedades Tropicales de Londres y la Universidad de Zimbabwe, Njovana y sus colegas encontraron que las mujeres golpeadas estando embarazadas, cuando no mueren, sufren abortos espontáneos y sus hijos nacen muertos o con bajo peso.
Un estudio del año pasado de Musasa reveló que, 15 cada casi 1.000 mujeres era frecuentemente golpeada durante el embarazo.
El Ministerio de Salud y Bienestar de la Infancia admitió recientemente que la violencia doméstica es uno de los factores que contribuyen a la mortalidad materna en Zimbabwe.
Muchos maridos, en particular los que pagaron "lobola" (precio de la novia), inentan controlar la fertilidad y sexualidad de sus esposas. Como resultado, muchas mujeres esconden sus píldoras anticonceptivas en bolsas de harina, o las entierran en el jardín.
(*) IPS pone a disposición de sus suscriptores este material por un acuerdo de distribución con la institución internacional de comunicación Panos Features, de Londres