GUATEMALA: Escuelas nocturnas, única y devaluada esperanza

Las escuelas nocturnas de Guatemala han extendido su cobertura a niños y adolescentes, que ven en ellas su única posibilidad de superación, pero permanecen en el olvido de las autoridades estatales.

Hoy existen en la capital del país unos 60 centros de educación nocturna a los que asisten cerca de 14.000 alumnos, de los cuales muchos son menores de edad que trabajan durante el día.

A las siete de la noche, mientras la mayoría de los niños ha terminado sus tareas escolares y se prepara para cenar muchos otros se aprestan entre bostezos a comenzar a recibir sus clases nocturnas tras una larga jornada de trabajo, con la remota esperanza de un futuro mejor.

La escuela nocturna, que en 1998 cumplirá sus 50 años de existencia en Guatemala, tiene un método de enseñanza acelerada que permite cursar la primaria en cuatro años y funcionan de siete a 10 horas de la noche.

Pero esos establecimientos no cuentan con ningún presupuesto, y, según la maestra Mayra Rosales, "han sido muy olvidadas" por las autoridades.

Su objetivo inicial, que era alfabetizar y enseñar un oficio, se perdió. "Es una educación imperfecta, con muchas lagunas y donde los alumnos llegan cansados a estudiar", señaló Rosales.

En febrero, el Ministerio de Educación eliminó la Dirección de Educación de Adultos que se encontraba intervenida desde 1994 por supuesta malversación de fondos.

El Departamento de Educación de Adultos fue absorbido por la Dirección Regional Metropolitana, pero hasta hoy, las escuelas nocturnas continúan sin supervisores y sin presupuesto.

Los alumnos de las escuelas nocturnas carecen por otra parte de material didáctico y tampoco reciben merienda, pese a que casi la mitad son menores de edad, porque "las autoridades aducen que los alumnos tienen dinero, ya que trabajan", dijo una maestra.

El hecho de que haya alumnos de distintas edades en los grupos trae dificultades, ya que los intereses de un niño de 12 años son muy diferentes a los de un adulto de 30 o 40.

Para Santiago Vicente, un indígena de 12 años oriundo del occidental departamento de Totonicapán, terminar la primaria le ayudará a conseguir mejor trabajo

Ahora durante el día se gana la vida como ayudante en una herrería. Para ello, ha dejado a sus padres en su aldea natal y vive con una tía en la capital.

Miguel Barrén, de 15 años, dice trabajar "en la madera"(ayudante en un aserradero), donde comienza a las cinco de la mañana y termina a las cinco de la tarde.

"A veces me duermo en la clase porque llego bien cansado, pero siempre trato de venir porque cuando termine quiero seguir estudiado el bachillerato y estudiar para electricista", dice.

Las autoridades escolares dijeron a IPS que una de las causas por la que asisten pocos alumnos es por temor a la delincuencia, (a muchos los han asaltado al salir de la escuela a las 10 de la noche), a lo que se suma la pobreza.

"Dicen que nunca es tarde", afirma José Reynoso, un albañil de 37 años. "Cuando termine la primaria voy a seguir el bachillerato por madurez, porque tengo tres hijos y como ellos estudian no quiero que se avergüencen de mí".

Los maestros de las escuelas nocturnas no sólo dan clase. También escuchan problemas de sus alumnos, aconsejan, organizan fiestas para recaudar fondos y más de una vez han tenido que prestar dinero a algún alumno de su magro salario de 150 dólares mensuales.

Estudios realizados por la Universidad Rafael Landívar indican que la población de las escuelas nocturnas aumentó 26 por ciento de 1995 a 1996 y.

En 1998, las escuelas nocturnas de complementación, creadas por el ex presidente Juan José Arévalo, cumplirán 50 años de existencia.

Para la maestra Rosales, el abandono en que se encuentran las escuelas nocturnas guatemaltecas también se ve en otros países del área.

"Asistí a un seminario en México donde pude hablar con otros colegas centroamericanos y todos están pasando por una situación parecida", dijo. (FIN/IPS/cz/dg/pr-ed/97

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