Un optimismo casi sin precedentes prevalece entre los agentes económicos de Estados Unidos, tras una semana en que la bolsa de Nueva York superó los 8.100 puntos, varias empresas presentaron resultados superiores a lo esperado y la Reserva Federal aseguró que el buen momento persistirá.
Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal (Banco Central), había advertido en diciembre que prevalecía en los mercados una "euforia irracional", evidenciada en que las acciones alcanzaron un nivel muy superior a los beneficios de las empresas que las emiten.
Las acciones bursátiles continuaron en ascenso desde entonces, pero Greenspan dejó de lado esta semana su prevención y puso énfasis en la solidez de la economía.
En efecto, Greenspan informó al Congreso que la Reserva Federal mejoró un punto su pronóstico de crecimiento económico para este año, para situarlo entre tres y 3,25 por ciento.
Así mismo, la institución aguarda para 1998 un aumento del producto superior a dos por ciento, mientras la inflación permanecería este año entre 2,25 y 2,5 por ciento.
Funcionarios de la Reserva Federal creen que la economía mantendrá su crecimiento con baja inflación y un desempleo relativamente bajo.
"La economía está funcionando de modo extraordinario", aseguró al Congreso Alice Rivlin, vicepresidenta de la Reserva Federal, y otro miembro de la institución, Laurence Meyer, afirmó que los informes económicos son "para celebrar".
Pero no todos comparten esa opinión. Dean Baker, del Instituto de Política Económica, de Washington, señaló que la burbuja especulativa resultante del histórico ascenso de Wall Street por encima de los 8.100 puntos perderá aire tarde o temprano.
La bolsa de valores "puede alcanzar a 9.000, 10.000 o 12.000 puntos, pero finalnente, alguien se preguntará '¿por qué pagamos tanto dinero?" por los acciones de las empresas, observó Baker.
"Las señales emitidas por la bolsa invitan a seguir comprando papeles", comentó Doug Henwood, autor de "Wall Street", un análisis del perfil de los inversionistas estadounidenses.
Mientras Greenspan sea condescendiente con el floreciente mercado bursátil, el indicador Dow Jones continuará en ascenso, señaló Henwood a IPS.
Pero los buenos tiempos no son eternos. El alza sin control del mercado "ha finalizado históricamente de modo dramático", advirtió.
Pocos son los inversionistas que temen una catástrofe al estilo del "crack" de 1929, cuando la súbita caída de la bolsa de Nueva York provocó la peor depresión económica de la historia moderna de Estados Unidos.
Ni siquiera se considera la posibilidad de repetición del caso de 1989, cuando la bolsa perdió 500 puntos para poner fin a una década de auge especulativo y dar lugar al año siguiente a un periodo de recesión.
Los operadores sólo creen posible un nuevo retroceso como el que se verificó entre marzo y abril, cuando el mercado perdió 10 por ciento de su valor, aunque sólo para remontarse luego a alturas aún mayores.
La explicación del buen momento de Wall Street es difícil incluso para Greenspan. El presidente de la Reserva Federal manejó ante el Congreso la hipótesis de que innovaciones tecnológicas como la red mundial Internet y los cables de fibra óptica habrían aumentado espectacularmente la productividad en Estados Unidos.
Se trata sólo de una conjetura sin confirmación, puntualizó el mismo Greenspan ante el Congreso.
"No conozco a nadie que pueda afirmar sin ninguna duda que las innovaciones en curso son parte de esos fenómenos que se producen una o dos veces en un siglo para determinar un salto en la productividad", advirtió.
Podría tratarse únicamente "de variaciones desacostumbradas en el contexto de un ciclo de expansión de los negocios", agregó.
También debe responder a otras preguntas clave: ¿Igualarán los beneficios de las corporaciones privadas el nivel de las acciones? Si lo hicieran, ¿cómo se repartirían las ganancias?.
"Es claro que la valorización de las acciones supera ampliamente los ingresos" de las corporaciones, dijo Baker.
El restablecimiento del equilibrio entre esos dos factores exige el retroceso de Wall Street o el aumento de las utilidades empresariales.
Baker cree que la segunda alternativa "no supondría necesariamente buenas noticias para los trabajadores. Sólo si los salarios caen los beneficios podrán alcanzar la altura" de las cotizaciones bursátiles.
La participación de los trabajadores en el ingreso retrocedió en los últimos 10 años en comparación con la proporción que lograron las corporaciones.
Según el Instituto de Política Económica, 1,1 por ciento del producto bruto de las corporaciones cambió de manos entre 1988 y 1996. Emigró de la paga de los trabajadores a las utilidades empresariales, mientras los salarios de nivel medio cayeron en términos reales entre cinco seis por ciento desde 1985, señaló Baker.
La mundialización de la economía "pone a las empresas en condiciones de presionar a los trabajadores de un modo en que no podían hacerlo previamente. Los empresarios pueden ahora trasladar puestos de trabajo a México, si sus empleados (en Estados Unidos) no aceptan un recorte salarial", observó.
Greenspan indicó que el mejoramiento del panorama general para los trabajadores sería un obstáculo para el crecimiento adicional del mercado. Explicó que el paralelo aumento del empleo y de los salarios empjujaría al alza la inflación.
"Ese desequilibrio puede ocurrir" en caso de que no cediera el crecimiento de la demanda agregada, que ha impulsado el empleo y en menor medida, el nivel salarial.
"Afortunadamente, la demanda ya no crece tan rápidamente como en el invierno" boreal, agregó. (FIN/IPS/tra-en/fah/ff/if/97