Son diferentes, piensan diferente y tienen costumbres diferentes, pero la mayoría de los 11.000 jóvenes que se reúnen por estos días en la capital de Cuba coinciden en un detalle: el mundo tiene que cambiar o se pasará la vida de cabeza.
Para ellos es inconcebible que a esta altura los trabajadores anden reivindicando demandas del siglo XIX, como la jornada de ocho horas, y que en un país con el desarrollo de Japón una joven acepte el acoso sexual de su jefe a cambio de un empleo.
Las historias se suceden: un negro es asesinado por la policía sólo por eso, por ser negro en un país que se cree blanco. Un niño se droga, una niña crece sin conocer los libros, una mujer muere de aborto ilegal y una adolescente estropea su vida por la mutilación genital.
El mundo anda mal. Esa parece ser la gran coincidencia de los representantes de más de 117 países que desde el lunes 28 y hasta el 5 de agosto participan en el XIV Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes en la capital de Cuba.
A ocho años del último encuentro de ese tipo en la República Democrática de Corea, la cita de La Habana pretende desenterrar un movimiento que pareció extinguirse a finales de la pasada década con la desaparición del bloque socialista.
Más de 10.000 delegados extranjeros participan en los encuentros de solidaridad, fiestas y debates sobre medio ambiente, derechos humanos, democracia, empleo, cultura y globalización, educación, paz y desarme, ciencia, mujer y juventud.
"En las 48 horas transcurridas desde que comenzó el festival, murieron en el Tercer Mundo 93.150 personas de enfermedades curables, fallecieron al nacer 20.217 niños y sólo 767.123 latinoamericanos tuvieron acceso a los servicios de salud", dijo el miércoles el canciller cubano Roberto Robaina.
Alrededor de 100 millones de menores se encuentran en las calles y constituyen caldo de cultivo para el consumo de drogas. De ellos 40 millones son latinoamericanos, 30 millones viven en Asia y 10 millones en Africa.
El titular de Relaciones Exteriores de Cuba aseguró que "para la mayoría en nuestro planeta la lucha por los derechos humanos se hace verdaderamente difícil cuando existen millones de analfabetos, miles de refugiados y una pobreza estructural que insulta al desarrollo del intelecto".
Por su parte, la ministra cubana de Medio Ambiente, Rosa Elena Simeón, aseguró que "la economía mundial creció 3,8 por ciento en 1996, pero las riquezas se polarizaron y hay en la tierra 500 millones de personas que viven en aire contaminado, mil sin agua limpia, y 2.000 sin saneamiento".
"Existen los medios para que el mundo gire de otra forma", dijo un delegado latinoamericano que citó fuentes de las Naciones Unidas al afirmar que "con 80.000 millones de dólares se puede terminar con la pobreza en el mundo".
Los reunidos llamaron la atención sobre el hecho de que 358 personas en el mundo han acumulado un capital de 726 billones de dólares y poseen el equivalente a los ingresos per cápita del 45 por ciento de la población del planeta.
Solamente en los países en vías de desarrollo hay unos 900 millones de personas sin empleo y más de 800 millones de niños no pueden asistir a las escuelas, ingresan a la lista de analfabetos y potenciales desempleados del futuro.
El debate sobre paz y desarme destacó la contradicción entre la realidad que vive el mundo y el hecho de que una sola bomba nuclear equivale al presupuesto de educación de 23 países en desarrollo con una población infantil superior a los 160 millones de personas.
Con el precio de un tanque se podrían edificar escuelas para 30.000 alumnos y, de acuerdo con las estadísticas disponibles, la proporción de los gastos militares a finales de este siglo supera en dos por ciento a la del crecimiento económico mundial.
"En los últimos 2.000 años de historia moderna el mundo ha conocido más de 5.000 enfrentamientos bélicos, de los cuales nos quedan los muertos, los refugiados y una secuela de daños y pérdidas económicas de valor incalculable", dijo la dominicana Patria Reyes.
Así y todo, agregó, "los grandes productores de armas juegan a la guerra, dividen, enfrentan y aplastan al Tercer Mundo. Cuentan sus millones de dólares sobre sus muertos y mártires, para luego hablar de ayuda humanitaria y de intervención para proteger la democracia". (FIN/IPS/da/dg/pr-ip/97