Una efectiva infraestructura de seguridad europea para el Cáucaso deberá tener en cuenta el temor de Armenia por el peligro que representa Turquía en la región.
La mayor preocupación de tiene el gobierno de Armenia en materia de seguridad es la supervivencia de su pueblo, y la principal amenaza procede de Ankara.
El genocidio que perpetró Turquía en Armenia en 1915, en el que murieron 1,5 millones de personas y otros cuatro millones debieron abandonar sus hogares, obliga al gobierno en Ereván a dejar clara su determinación a que no se reiteren estos hechos, al igual que las periódicas masacres de armenios en Azerbaiján.
Desde la independencia, Ereván desarrolló una política de reconciliación, pero Ankara lo bloqueó, se negó a establecer relaciones diplomáticas y brindó una importante asistencia militar a Azerbaiján en su guerra contra los armenios de Nagorno Karabaj.
Los líderes turcos han amenazado y realizado ejercicios militares periódicos en la frontera con Armenia. Estas acciones fueron acompañadas for una activa campaña mundial para afirmar que el genocidio armenio no existió.
En vista de la plena integración de Turquía a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) y la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), la respuesta que brindó la comunidad internacional a la situación no fue la adecuada.
Esta opinión queda reforzada por la impunidad con que Turquía ocupa a Chipre, invade en forma reiterada a Irak, ataca a sus ciudadanos kurdos y amenaza a Grecia con la guerra.
Pero Armenia no cuenta con los recursos para protegerse de la amenaza potencial de un país con el ejército, las armas y el presupuesto militar de que dispone Turquía. Por lo tanto, su seguridad depende de garantías bilaterales, regionales e internacionales.
Armenia procuró garantías limitadas contra la amenaza turca a través de la cooperación militar con Rusia y la Comunidad de Estados Independientes (CEI).
Por desgracia, las actuales instituciones de seguridad europeas continúan influidas por la guerra fría. Entonces, comprenden y apoyan las aspiraciones de Georgia y Azerbaiján de proteger su independencia contra los intereses de Rusia en lugar de los temores de Armenia con respecto a Turquía.
Europa le cree a Ankara cuando afirma que las relaciones con Ereván se normalizarán una vez que avance la solución en Karabaj.
Sin embargo, esas afirmaciones niegan, a su vez, el hecho de que Ankara exigió a Ereván que negara con toda formalidad la existencia del genocidio de 1915 antes de que se intensificara el conflicto en Karabaj.
Por lo tanto, las autoridades armenias no pueden darse el lujo de ignorar el desarrollo de las relaciones con Turquía.
La pequeña base militar que Moscú mantiene en Armenia sirve como herramienta de disuasión psicológica, pero no real, contra la amenaza turca.
Los acuerdos con Rusia y la CEI no bastan para satisfacer las necesidades de defensa de Armenia, que aspira a una participación activa en las instituciones de seguridad europeas.
La adhesión de Ereván al tratado de Fuerzas Convencionales en Europa (CFE) y al programa de Asociación para la Paz, entre otros, brinda a Armenia la posibilidad de integrar importantes foros para expresar sus inquietudes en la materia.
Pero estas instituciones no lograron abordar de forma constructiva las necesidades de seguridad de Armenia como estado independiente fuera del contexto anacrónico de la guerra fría.
El CFE, por ejemplo, no toma en cuenta la particularidad de las inquietudes de Armenia.
La disponibilidad de armamentos a la que Armenia tiene derecho según el acuerdo fue establecida en 1992, en un contexto de guerra fría en el que el sur de Rusia, Ucrania, Moldavia y las repúblicas del Cáucaso son consideradas en forma colectiva.
Sin embargo, con la aparición de estados independientes en la región, la paridad de los armamentos autorizados por el CFE a Azerbaiján, Georgia y Armenia crearon cierto equilibrio solo entre los estados caucasianos.
Pero los derechos que otorga el CFE ignoran la vulnerabilidad de Ereván frente a Ankara. A Turquía se le permite un gran despliegue de armas convencionales en la frontera con Armenia.
Además, una franja del territorio turco a lo largo del paralelo 39, apenas a 140 kilómetros de Ereván, no está incluida en la zona de aplicación del tratado.
La OSCE ignoró la oportunidad que se le presentaba cuando la victoria militar supuso de hecho la soberanía para Karabaj hace más de cinco años. Eso podría haber servido de base para exigir a Bakú la negociación de la paz.
En su lugar, el apoyo a la posición de Bakú que exigía la sumisión de Karabaj estimuló a los líderes de Azerbaiján a mantener la línea dura con respecto al territorio y aseguró a los azeríes que podrán aspirar a una solución militar si no se conforman con las negociaciones internacionales.
La mediocre comprensión jurídica y política de la OSCE con respecto a la búsqueda de independencia de Karabaj de Azerbaiján, no resultó en una mayor seguridad para Armenia, Azerbaiján o la región.
Europa occidental y Estados Unidos tienen la obligación especial de asegurar la seguridad de Armenia ya que la OTAN convirtió a Turquía en la formidable potencia militar que es hoy.
Esa obligación también surge por la complicidad de Alemania en el genocidio armenio en 1915, y las promesas de Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia de asegurar una indemnización.
Asimismo, surge del papel que cumple la Unión Europea en la integración en curso de Turquía a las instituciones europeas, a pesar de su negación del genocidio.
El reconocimiento del genocidio por parte de Turquía crearía poderosas barreras políticas y psicológicas en la opinión pública contra una potencial agresión turca contra Armenia.
También ayudaría a estimular la normalización de relaciones entre Ankara y Ereván, imperiosas para el desarrollo de una nueva y efectiva infraestructura de seguridad en la región.
Pero las reales garantías para Armenia estarán dadas por la paz en su frontera con Turquía y el desarrollo de un diálogo entre ambos países, crucial para la seguridad regional del Cáucaso y, por extensión, de Europa.
Estas garantías solo podrán comenzar a formarse con una reforma de las instituciones de seguridad europeas que trascienda las dimensiones de la guerra fría y tome en cuenta no sólo la amenaza que representa Rusia para el Cáucaso, sino también la de Turquía, en un nuevo enfoque de la seguridad paneuropea.
(*) Matthew Der Manuelian y Nerses Mkrtchian son analistas del Centro Armenio de Estudios Nacionales e Internacionales, en Ereván. IPS pone a disposición de sus suscriptores este material a través del Instituto de Información sobre la Guerra y la Paz, de Londres. (FIN/IPS/tra-en/wr/rj/aq-mj/ip/97