Con cumplimiento parcial pero notable empezó el miércoles en 5.000 escuelas de la capital mexicana un paro indefinido de maestros por mejoras en las condiciones laborales y en defensa de la enseñanza pública, gratuita y laica.
El movimiento es dirigido por la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), corriente opositora dentro del sindicato oficialista del ramo, que con 1,2 millones de afiliados es el mayor del mundo de habla hispana.
Dos millones de niños capitalinos se ven afectados por el conflicto, al ser alteradas sus actividades escolares en jardines de infantes, primarias y planteles de educación especial.
Mientras las autoridades estimaron en más de 5.000 el número de maestros que no concurrieron hoy a clases, los dirigentes del movimiento dijeron que superó los 12.000.
Funcionarios gubernamentales del sector educativo denunciaron que grupos de maestros formaron "piquetes" para impedir por la fuerza que algunos docentes entraran a dar sus clases, lo que fue negado por los sindicalistas.
Gonzalo Martínez Villagrán, vocero del comité de huelga, responsabilizó a las autoridades educativas de las consecuencias del paro, y subrayó que "se mantendrá hasta que haya respuestas puntuales a los reclamos docentes".
Los maestros piden un aumento salarial de 100 por ciento en sus remuneraciones, que perdieron dos tercios del poder adquisitivo los últimos 15 años y representan hoy una suma equivalente a unos 250 dólares mensuales.
Los huelguistas solicitan además un refuerzo de los fondos destinados a dar un mejor servicio a la comunidad y el pago de jornales descontados por la participación de los maestros capitalinos en un paro nacional durante mayo pasado.
La secretaría de Educación censuró la medida de fuerza y adujo haber enviado una contrapropuesta a la conducción del movimiento, la cual a su vez respondió que "pronto será valorada, pero no resulta suficiente para volver al trabajo".
Por su parte la Asociación Nacional de Padres de Familia, de filiación católica y vinculada a las instituciones de enseñanza privadas, pidió a los maestros que reconsideren su posición "para no deteriorar la imagen que tienen ante la sociedad".
En un comunicado de prensa, llamó a los progenitores a llevar a sus hijos a la escuela "con la confianza de que en la mayoría de los planteles se labore normalmente".
En cambio los sindicatos universitarios, fracciones disidentes del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y miembros de la Comisión Trilateral en Defensa de la Educación Pública se solidarizaron con el movimiento de fuerza.
En un manifiesto conjunto calificaron de "pésimos" los salarios y las condiciones de trabajo de los maestros, señalaron la escasez de escuelas y denunciaron los altos aranceles que se exigen a los padres en las instituciones privadas de enseñanza.
Estudios recientes realizados por expertos del magisterio mexicano revelaron que el número de mayores de seis años sin instrucción de ningún tipo pasó de 7,1 millones en 1980 a 9,5 millones en 1990.
Cifras oficiales señalan que sólo 57 por ciento de los niños concluyen el ciclo primario, 12 por ciento terminan el secundario y apenas 4 por ciento logran un título universtario.
Movimientos de protesta de maestros primarios análogos al que se da en la capital se desarrollan, con diversos ritmos y características, en varios estados mexicanos, como Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Michoacán, Tlaxcala, Yucatán, Durango y Coahuila.
Todos reclaman la duplicación de las remuneraciones y mejoras en los servicios de seguridad social y en los presupuestos para educación pública, además de libros de texto gratuitos, desayunos escolares y aumento de las becas para estudiantes.
A los reclamos gremiales agregan reivindicaciones sociales como el retiro del ejército de zonas donde hubo brotes de guerrilla, la liberación de detenidos políticos y el cese de órdenes de aprehensión contra activistas opositores. (FIN/IPS/emv/dg/ip- ed/97
