Las llamadas amas de casa de Argentina cumplieron este mes con un anhelo: la jubilación. Sin embargo, algunas expertas previenen sobre el riesgo de que la remuneración sea un subsidio que apunte a marginar a las mujeres del alicaído mercado laboral.
En Argentina hay siete millones de mujeres que se definen como amas de casa. Más de 2,1 millones, además de asumir la responsabilidad por los quehaceres domésticos y la crianza de los hijos, trabaja afuera del hogar, y 3,5 millones carecía hasta ahora de toda posibilidad de jubilación.
Para algunas dirigentes feministas, la norma puede ser un intento de restringir el acceso de las mujeres al mercado de trabajo en un momento de alto desempleo. En Argentina, 19,9 por ciento de las mujeres en edad de trabajar están desocupadas y lo mismo ocurre a 16,8 por ciento de varones.
De hecho, un analista de temas previsionales, Ismael Bermúdez, observó que la flamante ley "fue diseñada para amas de casa jóvenes, no afiliadas al sistema previsional ni con perspectivas de ingresar más adelante al mercado laboral".
Según el informe de Desarrollo Humano del Fondo de las Naciones Unidas para la Población, las mujeres argentinas trabajan casi 40 por ciento más que los varones, debido al esfuerzo y el tiempo que invierten en el llamado trabajo invisible, que es el que se realiza puertas adentro del hogar.
Con el respaldo del Sindicato de Amas de Casa de la República Argentina, el Senado convirtió en ley la jubilación del ama de casa. Ahora, una joven de 20 años que aporte 34 dólares mensuales durante 40 años, podrá obtener una pensión de 248 dólares al mes cuando cumpla los 60.
Pero si comienza a aportar a los 40, para los 60 años apenas habrá conseguido acumular una pensión mensual de 60 dólares, y si el beneficio la encuentra con 50 años ó más, aún cuando pague la cuota de 34 dólares al mes, cobrará menos de pensión: 23 dólares mensuales.
La psicóloga Cristina Zurutuza, presidenta del Centro de Estudios para la Mujer, dijo a IPS que en este país donde muchas ancianas dependen de la pensión del marido -o ni siquiera-, la jubilación puede servir para darles visibilidad en el sistema económico.
Una jubilada que pueda acreditar su condición de tal tiene acceso a servicios gratuitos o con descuentos en el transporte público, las tarifas de luz y gas, las entrada a museos, ferias y exposiciones, los viajes de larga distancia, el teatro y, por supuesto, cuando va a comprar los medicamentos.
Los presupuestos ideológicos que rezan que el trabajo de la mujer en la casa deberá ser compartido con los demás miembros de la familia, quedan de lado ante la realidad de mujeres de más de 50 años, muy pobres, que no tuvieron oportunidad de elegir trabajo y ahora carecen de todo respaldo, explicó Zurutuza.
Sin embargo, advirtió sobre el peligro de que la jubilación sea una estrategia que apunte a "echar" a las mujeres del mercado formal de trabajo, dejándolas fijas en un sitio de labor absolutamente devaluado como es el de las tareas domésticas.
En este sentido, Luca Colombo, secretaria general del sindicato de amas de casa, que cuenta con 500.000 afiliadas, dijo a IPS que el espíritu de la norma no es el de marginar a las mujeres jóvenes del mercado sino asegurarles una jubilación a las que tienen más de 40.
Estas mujeres, sobre todo si son pobres, son mayoría entre las amas de casa que están fuera del sistema previsional. Su opción hasta ahora era aportar alrededor de 150 dólares mensuales durante los años que les faltaran para llegar a los 60, a fin de obtener una jubilación mensual del mismo importe.
Pero para pagar 150 dólares al mes a una Administradora de Fondos de Jubilaciones y Pensiones, debe tener un nivel de ingresos del que no disponen muchas amas de casa.
Para Colombo, la jubilación es una de las demandas de las mujeres de su sindicato, que también piden salario y una prestación de salud. Las llamadas amas de casa son más propensas a las quemaduras, sufren várices, estrés, contracturas y alergias, además de una baja autoestima.
El salario es el reclamo más difícil, pues el Estado no podrá solventarlo. No obstante, de hecho muchas mujeres que trabajan en la casa y afuera acostumbran a "pagar" a sus hijos para que "la ayuden" con alguna tarea cuando se ve desbordada.
Zurutuza cree que, al igual que la ya conseguida jubilación, el salario del ama de casa podría ser una "limosna para quitar a las mujeres del mercado laboral".
Es cierto que se trata de un trabajo no reconocido como tal, que recae fundamentalmente sobre las mujeres, pero fijarle un precio podría ser peligroso, considera la experta.
En cambio, Colombo es optimista. A su juicio, las familias comenzarán a comprometerse con la tarea de esa mujer que percibe un salario y confió en que cuando una mujer maneje un automóvil no será discriminada por los varones con el tradicional insulto de que se vaya a lavar los platos.
"Van a querer ir ellos a lavarlos, porque así van a tener un sueldo que hoy les cuenta conseguir", aseguró. (FIN/IPS/mv/ag/pr/97