Un coloquio sobre violencia política, social y familiar organizado por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) echó nueva luz sobre las causas y las posibles respuestas al problema.
El filósofo Adolfo Sánchez Vázquez dijo que el viejo fenómeno de la violencia, que persiste ante la razón y el derecho, desaparecerá a medida que ganan espacios la equidad, la convivencia democrática, la libertad, el diálogo y la tolerancia.
La violencia "es tan vieja que el duro caminar del hombre aquí en la Tierra se establece en la Biblia como un hecho violento: su expulsión del Paraíso", dijo Sánchez Vázquez, profesor emérito de la UNAM.
Conquistas, colonizaciones, guerras, revoluciones, reyertas pueblerinas y golpizas domésticas plantean la cuestión de si estamos condenados a no ser libres, ya que toda violencia entraña una exclusión o merma de nuestra libertad, agregó.
El filósofo calificó de "limitados y trazados por los intereses de la nueva clase social dominante" los derechos y libertades individuales surgidos hace poco más de dos siglos en Europa y América del Norte para extenderse luego a todo el mundo.
Por esa razón, los derechos y las libertades no han logrado desplazar con su racionalidad a la violencia, conduciéndonos hoy a una crisis moral, política y estética, según Sánchez Vázquez.
Teólogo, sacerdote y vicepresidente de la Academia Mexicana de Derechos Humanos, Miguel Concha señaló el fanatismo como una patología y una amenaza inmediata a la vida democrática.
Concha adujo que la denuncia no basta y que hay que proponer y realizar un proyecto de educación ético-cívico que elimine el fanatismo de raíz.
Se trata de una forma desviada de comportamiento que consiste en creerse en posesión de toda la verdad, vivirla de modo exaltado, místico, y sentir el imperativo de imponerla a los demás como un mesías.
Ante el problema, postuló tres valores básicos: la racionalidad abierta y dialogante, la convivencia pluralista y una ética civil capaz de superar exclusivismos, tanto de las religiones como de cualquier otra fe o doctrina.
Martha Lamas, fundadora de la revista Fem, se refirió al sexismo como una arcaica y persistente forma de discriminación y fuente de violencia que consiste en "violentar, oprimir y reprimir oportunidades vitales de un ser humano debido a su sexo o género".
Lamas destacó que son mujeres 70 por ciento de los 1.300 millones de habitantes de la Tierra que viven en la pobreza y dos tercios de los 1.000 millones de analfabetos.
"La violencia doméstica contra la mujer impera en todas las regiones, clases y culturas, y el nivel salarial femenino es 35 por ciento menor que el de los hombres", indicó.
Sostuvo que, aunque la mayoría de las constituciones nacionales establecen la igualdad de derechos políticos, la participación parlamentaria de las mujeres sólo alcanza a 10 por ciento, como promedio mundial.
El analista Adolfo Sánchez Rebolledo, del Instituto de Estudios para la Transición Democrática, observó que la violencia, especialmente la de carácter político, gana nuevos espacios, adeptos y técnicas.
"La politización del delito en la sociedad moderna forma parte de la socialización de la violencia, una de las novedades más peligrosas del mundo contemporáneo", dijo Sánchez Rebolledo.
Luis Villoro, del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, propuso oponer al poder injusto el contrapoder de la voluntad común.
Mientras el poder impositivo consiste en obstruir acciones y propósitos de otros y sustituirlos por los propios, el contrapoder sería la capacidad de realizar acciones por sí mismos, explicó.
Para el politólogo Octavio Rodríguez Araujo, la violencia social se debe a la disconformidad de sectores oprimidos ante el orden vigente y la voluntad del poder político y económico de mantener sus privilegios.
Rodríguez Araujo, asesor del insurgente Ejército Zapatista de Liberación Nacional, dijo a IPS que, tras pasar por alguna forma de organización defensiva, los grupos discriminados terminan rebelándose de manera violenta y agresiva.
Y concluyó: "Se trata de una violencia que se da al margen del Estado y de las clases y fracciones de clase en él representadas, puesto que los intereses en ambos campos son, por lo general, distintos, cuando no opuestos." (FIN/IPS/emv/ff/cr/97