La cumbre que reunirá a los presidentes de los países de América Latina y Europa a principios de 1999 estará marcada por el deseo de ambas regiones de contrapesar la hegemonía de Estados Unidos.
Así lo señala un informe producido por el Instituto de Relaciones Europeo Latinoamericanas (Irela), al que ha tenido acceso IPS.
El instituto, basado en Madrid, está financiado y patrocinado por la Unión Europea (UE), es dirigido por el profesor alemán Wolf Grabendorf y cuenta con directivos y consultores europeos y latinoamericanos.
La idea fue expuesta por primera vez por el jefe del gobierno español, José María Aznar, en Chile, en noviembre de 1996 y promocionada por el presidente francés, Jacques Chirac, durante su gira por el Argentina, Brasil, Uruguay, Paraguay y Bolivia en marzo.
Cardoso ofreció organizar esa cumbre en Río de Janeiro y el Irela sostiene que, aunque aún no se ha anunciado la fecha, se realizará a principios de 1999, cuando corresponda a Alemania presidir la UE.
La iniciativa de realizar esa reunión no es espontánea sino que surgió "dentro de un contexto de creciente competencia entre la UE y Estados Unidos por el mercado latinoamericano", afirma el informe.
Por ello, añade, el apoyo de América Latina a la cumbre "emana del deseo de fortalecer sus vínculos con Europa como contrapeso a la influencia económica y política de Estados Unidos".
También al interés de "solventar al más alto nivel politico algunas de las dificultades económicas en las relaciones europeo- latinoamericanas".
En el actual orden latinoamericano, el Irela destaca como agenda negativa la droga y la inmigración. "Estos ámbitos se prestan en gran medida al unilateralismo de Estados Unidos, al que las naciones de América Latina se han opuesto tradicionalmente", indica.
"La formalización de los vínculos europeo-latinoamericanos a un nivel presidencial puede verse como una expresión del rechazo de ambas partes a cualquier avance en la dirección de un mundo unipolar posguerra fría", puntualiza el Instituto.
Pero los latinoamericanos, admite, piden también que la UE modifique su política comercial, por considerar que sus aranceles apenas han sido reducidos, en tanto que su región liberalizó con generosidad el acceso a sus mercados.
Pero la organización de la Cumbre todavía deberá ser definida y presenta algunos problemas sobre los participantes latinoamericanos.
El Irela contempla cuatro posibilidades. La más adecuada, dice, es la apoyada por el vicepresidente de la UE y encargado de las relaciones con aquella región, el español Manuel Marín.
Esa propuesta consiste en abarcar a todos los países de habla hispana y portuguesa de América Central y del Sur, "con la posible inclusión de Cuba".
En la práctica sería ampliar a la UE el diálogo iberoamericano iniciado en 1991 en Guadalajara, México.
Además, englobaría a otros mecanismos, como el Grupo de Río, el Mercosur, el Proceso de San José y la Comunidad Andina.
Otra posibilidad es que participen los países integrantes del Grupo de Río, integrado por Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, México, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela, y un país de América Central y de la Comunidad del Caribe, estos últimos como observadores.
Una tercera es que lo hagan los miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA), excepto Estados Unidos y Canadá.
Esta fórmula, además de excluir a Cuba, presenta importantes inconvenientes, según Irela, pues los 48 países participantes, entre ellos los pequeños estados isleños del Caribe, ofrecerían profundas disparidades.
Por último, menciona la posibilidad de que participen los integrantes del Mercosur y sus asociados, es decir Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay (miembros plenos), y Chile y Bolivia (ya asociados), más Colombia y Venezuela, que lo estarían hacia 1999.
De esa manera estaría presente la mayor parte de América del Sur, pero tendría el inconveniente de excluir a Cuba, México y los países centroamericanos.
El informe, después de mencionar el apoyo a la fórmula más amplia, expresada por Marín, concluye diciendo que los jefes europeos de Estado y de gobierno podrían reunirse con sus homólogos latinoamericanos en 1999, "inmediatamente después del 175 aniversario de la proclamación de la Doctrina Monroe".
Esa doctrina, condensada en la frase "América para los americanos", fue utilizada por sucesivos gobiernos de Estados Unidos para oponerse a Europa y afirmar su hegemonía económica, política y militar sobre América Latina. (FIN/IPS/af/dg/ip-if/97)