CUBA: Azúcar, un viejo callejón sin salida

Con el azúcar en Cuba la historia se repite una y otra vez. La primera industria nacional desde el pasado siglo volvió a colocar al país en una suerte de callejón sin salida.

"Sin azúcar no hay país", se dice desde hace muchos años en la isla. Aunque el avance del sector turístico como fuente de ingresos empieza a hacer olvidar la máxima, lo cierto es que el dulce mantiene un peso muy elevado en la economía cubana.

A pesar de la diversificación productiva promovida en las últimas décadas, la dependencia azucarera es todavía una realidad por razones históricas y por la amplia gama de sectores estructurados alrededor de esa industria.

Más allá de recursos financieros y precios en el mercado internacional, esta industria depende además de si llueve o no en determinadas épocas del año.

Fuentes especializadas definen al azúcar como "un producto comercialmente débil, sujeto a las variaciones del clima, con precios máximos limitados por la competencia de sucedáneos casi perfectos y procedente de una industria con escasa incorporación del progreso científico-técnico".

La preocupación sobre la marcha de la reanimación económica apareció este mes cuando el presidente Fidel Castro reveló que el azúcar no cumpliría los planes para este año y tampoco llegaría a los niveles que alcanzó la zafra anterior.

Los pronósticos oficiales para 1997 eran de 4,5 millones de toneladas, 500.000 más que en la zafra anterior, tras una caída de las producciones de 8,5 millones de toneladas en 1990 a 3,3 millones en 1993.

Entre 1989 y 1993 el producto interno bruto (PIB) descendió 34,3 por ciento. En 1994 aparecieron los primeros síntomas de recuperación con un crecimiento de 0,7 por ciento, seguido de un 2,5 y un 7,8 los dos años siguientes.

"Lo que viene no es fácil", comentan los cubanos por las calles, acostumbrados a asociar las fluctuaciones de la industria azucarera con los buenos o los malos momentos de la vida cotidiana.

Sin embargo, Castro afirmó que la economía crecerá en 1997 pues los aumentos previstos en la producción de tabaco, níquel, pesca y otras ramas compensará parcialmente el déficit registrado por el azúcar.

Los signos de alarma se remontan a abril, cuando fuentes del Ministerio del Azúcar reconocieron que marzo no había sido "el mes grande" de la zafra azucarera, como sus ideales condiciones climáticas lo exigen.

El vicepresidente Carlos Lage reveló ese mes que la llegada tardía de los créditos, estimados en unos 350 millones de dólares, demoró el inicio de la cosecha y de la molienda industrial y atrasó los cronogramas productivos.

Por último, Fidel Castro informó a la prensa nacional que el paso del huracán Lili en octubre pasado, que afectó más de 500.000 hectáreas de plantaciones de caña, ocasionó pérdidas superiores a 200.000 toneladas de azúcar.

Hasta finales de la pasada década Cuba se encontraba entre los primeros diez países productores de azúcar. La producción azucarera nacional promediaba unos ocho millones de toneladas y el dulce representaba más de la mitad de las ventas al exterior.

La participación del azúcar y mieles en el total de las exportaciones transitó de 80 por ciento en 1958 a 77 por ciento en 1970, 90 en 1975, 84 por ciento en 1980, 75 en 1989 y 65 por ciento en 1994.

Procedente de India, la caña de azúcar llegó a Cuba en el siglo XVI en el equipaje de los conquistadores españoles, pero no se extendió realmente hasta la segunda mitad del siglo XVIII y para este siglo conoció, según los historiadores, un boom extraordinario.

Ramiro Guerra afirmó en su libro "La isla del azúcar" que en 1939 existían en el país caribeño 159 ingenios azucareros, de los cuales 66 eran propiedad de nacionales, 59 de estadounidenses, 21 de españoles y el resto se distribuían entre empresarios canadienses, ingleses, holandeses y franceses.

Aunque los cubanos poseían la mayor cantidad de fábricas, los informes productivos de ese año arrojan que los dueños de ingenios oriundos de la isla producían sólo 28,12 por ciento del total del azúcar, mientras que 55,93 por ciento salía de las propiedades estadounidenses.

Un informe del sector de finales de la pasada década señala que había en el sector 400.000 trabajadores, 156 fábricas, 226 plantas de derivados y 800 centros de acopio y limpieza de caña.

La actividad azucarera se encontraba apoyada por 12 empresas de producción mecánica, cuatro institutos de investigación que empleaban a más de 2.900 personas y un grupo numeroso de entidades de apoyo.

José Luis Rodríguez, ministro de Economía y Planificación, reconoció este mes que el crecimiento de 7,8 por ciento del PIB de 1996 se obtuvo básicamente a partir del inicio de una recuperación que incluyó al sector azucarero.

Rodríguez, economista de profesión, aseguró que el aumento del PIB se apoyó también en un crecimiento de la productividad del trabajo de 8,5 por ciento y de las inversiones de 54 por ciento.

"Las tasas de crecimiento en los próximos años no serán bajas, no volveremos a una contracción. Pensamos que lo peor quedó atrás", dijo el ministro, y confirmó que para este año la economía crecerá pero menos que en 1996.

Rodríguez afirmó también que la política económica seguirá priorizando el turismo, el azúcar, el níquel, la pesca y el tabaco, los productos farmacéuticos y biotecnológicos, y una amplia gama de producciones exportables no tradicionales.

La economía cubana debía crecer cinco por ciento este año, según los planes económicos oficiales, que contaban con un crecimiento de todos los sectores y con una producción superior a 4,45 millones de toneladas de azúcar.

Expertos locales dicen que tras una recuperación del sector azucarero, que tomará alrededor de tres años como mínimo, será necesario replantear la antigua disyuntiva de continuar o no con la fuerte dependencia azucarera. (FIN/IPS/da/dg/if/97

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