La capital de Chile tuvo el jueves su primer día de preemergencia ambiental en este año, con medidas de descontaminación más drásticas que las aplicadas hasta 1996 según las nuevas normas expedidas por el gobierno.
La preemergencia implica ampliar a 40 por ciento de los automotores sin convertidor catalítico la prohibición de circular, que normalmente se aplica a 20 por ciento, además de paralizar por 24 horas 111 fuentes fijas de emisión de contaminantes.
Esta capital de casi cinco millones de habitantes es una de las urbes más contaminadas de América Latina, junto a Sao Paulo y Ciudad de México, en una situación que suele adquirir caracteres críticos a medida que se acerca la temporada invernal.
La prolongada sequía que afecta desde 1995 a gran parte del territorio chileno complica el cuadro ambiental de Santiago, una extendida metrópoli asentada en un valle rodeado de montañas donde escasean los vientos.
Los sistemas de preemergencia y emergencia ambiental, que se comenzaron a aplicar a mediados de la década del 80, se basaban en normas consideradas blandas o permisivas en relación a las de países industrializados.
En los últimos años la población comenzó a reclamar medidas más drásticas de descontaminación, sensibilizada por el incremento de las afecciones respiratorias en niños y ancianos en los días de altos índices de contaminación.
La repetición de los episodios críticos en jornadas de bajas temperaturas y ausencia de lluvias llevó a las autoridades a poner en ejecución planes de control y reconversión tanto del parque automotor como de la energía que emplean las industrias.
Desde 1992 se prohibió la matriculación de vehículos nuevos sin convertidor catalítico, gracias a lo cual hoy circulan en la capital 280.000 coches con gasolina sin plomo, sobre un parque automotor total de 600.000 unidades.
El número de fuentes fijas contaminantes, que incluye equipos de combustión en industrias, plantas termoeléctricas y grandes hoteles, fue también disminuido con la sustitución de la leña y el carbón por gas licuado y petróleo, sobre todo en las panaderías.
La presión de las organizaciones ecologistas y de la ciudadanía llevó al gobierno del presidente Eduardo Frei a poner en marcha desde 1996 un amplio plan de descontaminación de Santiago, con acciones simultáneas en varios frentes.
Así, se amplió la red del Ferrocarril Metropolitano y se construyen nuevas autopistas en las cuales se cobrarán derechos de circulación (peajes), como una forma de desalentar el uso del automóvil y aumentar el empleo del transporte público.
El plan de descontaminación incluyó asimismo la incorporación de sistemas modernos para medir con mayores márgenes de actualización y regularidad la presencia de partículas y gases nocivos en la atmósfera santiaguina.
Al mismo tiempo se "endurecieron" las normas para que las autoridades de la Región Metropolitana ordenen los estados de preemergencia o emergencia, ampliando también el radio de aplicación de estas medidas.
Este miércoles, una de las estaciones de medición de la calidad del aire registró un nivel de 426, que equivale a la presencia de más de 285 microgramos de partículas nocivas por metro cúbico.
En las otras estaciones de medición los índices fluctuaron desde el nivel 100 al 279, según informó el médico Mauricio Ilabaca, director del Servicio Metropolitano de Salud del Ambiente.
Según los nuevos reglamentos, en niveles de cero a 100 (150 microgramos) no hay peligro para la población, de 100 a 200 se considera regular la calidad del aire, de 200 a 300 la situación se califica de crítica para los efectos de establecer la preemergencia.
La contaminación es considerada peligrosa en un nivel de 400 y con un nivel de 500 (330 microgramos por metro cúbico de aire) se debe ordenar un estado de emergencia, situación que hasta la fecha no se ha producido en Santiago. (FIN/IPS/ggr/ag/en/97